Música
Refree: «No sabría producir un disco solo por dinero»
El músico barcelonés, productor de Rosalía, Rocío Márquez, Kiko Veneno y Sílvia Pérez Cruz, entre otros, publica 'el espacio entre' y reflexiona sobre un oficio que ejerce casi por casualidad
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A Raül Fernández (Barcelona, 1976) le gusta pensar que un hilo invisible conecta toda su carrera y todos los discos en los que ha participado. Da igual el lado de la pecera en el que estuviese. Tanto monta su 'Els invertebrats' que el ' ... Granada' que facturó junto a Silvia Pérez-Cruz. 'Los Ángeles' con Rosalía que 'El niño' con Rocío Márquez.
«Siento que todos se han influido entre ellos y que todos forman parte de una línea, de una trayectoria», explica el músico y productor barcelonés sobre una historia que arrancó con 'Quitamiedos', su debut como Refree, y desemboca, más de dos décadas después, en 'el espacio entre',salto al vacío experimental hecho de madrigales de Monteverdi; fragmentos de la banda sonora de 'Una día, una noche', de Isaki Lacuesta; y las composiciones que creó para la versión la versión restaurada de 'La aldea maldita', de Florián Rey.
Por el camino, un sinfín de trabajos propios y colaboraciones de altura con protagonistas de excepción como Kiko Veneno, Josele Santiago, Perrate, Christina Rosenvinge, Maria Rodés y Lina. Una alineación que ha convertido al barcelonés, antiguo guitarrista de Corn Flakes y aún más antiguo periodista musical, en uno de los creadores más singulares y solicitados.
—¿Qué es 'el espacio entre?
—Al final es la búsqueda del espacio. Cuando hago música también me interesan mucho los espacios, los silencios. Y vaciar. Cada vez estoy más en una línea contemplativa. Y, en cierto modo, 'El espacio entre' son los puntos que vamos uniendo para crear una vida. Yo pienso que no sería la misma persona, el mismo músico que soy ahora, si no hubiera trabajado con toda la gente con la que lo he hecho. Todos los discos que he hecho, sean propios, producciones o colaboraciones, han acabado influyendo en lo siguiente. Aprendo cosas, vivo las producciones como una colaboración. No quiero hacer ni producir un disco que no me represente de alguna manera.
—¿Es eso lo que hace que la gente te busque? ¿Esa idea de implicación personal?
—Todo el mundo tiene muy claro que si me viene a buscar a mí no es para que me quede quieto en una esquina y no moleste. Cuando era pequeño y estudiaba piano clásico, los profesores me pegaban muchas broncas porque era incapaz de reproducir las partituras. No me salía. En cambio, sí que era capaz de hacerlo muy mío y componer algo a partir de una melodía de la partitura. En el fondo, es algo que me ha pasado toda la vida, cuando me he aproximado al flamenco o a otros estilos. Hay gente que reproduce muy bien, pero a mí lo que me sale bien, lo que sé hacer, es tocarlo a mi manera.
—Es su punto fuerte.
—Siempre trabajo mucho en función de la melodía y la emoción. Nunca me ha importado la técnica. El sonido, la técnica… Todo esto, siempre debe ir en función de la emoción. Y emociones hay muchas, ¿eh? Cosas muy complejas pueden ser muy agradecidas de escuchar.
—No sé hasta qué punto se reconoce en tus discos anteriores. Si cogemos una canción como 'Faltas leves', de 'La matrona', la distancia parece abismal.
—No me desagrada, no le tengo manía, pero no forma parte de mi momento actual, forma parte de un pasado. Siempre he estado muy ligado a la improvisación y al ruidismo, y me ha gustado experimentar. De hecho, siempre he tenido la sensación de que en estos discos, en 'Nones' o en 'La matrona', estaba experimentando. Había una experimentación latente, pero en cambio no se percibía así. No eran explícitamente experimentales. Y en cambio, de repente, a la que he soltado una parte de experimentación más clara, se ha visto como un salto. Y yo no veo ese salto. Siempre me ha parecido que la actitud estaba ahí, lo que ocurre que no estaba tan patente, no era tan evidente.
—Entiendo que el pop ha dejado de interesarle como lenguaje.
—Al contrario, me interesa mucho y escucho mucho. Lo que no me veo es haciendo un disco de pop. Soy consciente de mi edad y creo que tengo las herramientas para ayudar a alguien y hacer algo juntos, pero no sé si tiene demasiado sentido que yo haga un disco de pop.
—¿Ha cambiado mucho el oficio durante estos años?
—Hemos aprendido todos. Y también las herramientas han mejorado. Un chaval que empieza ahora y tira algunos 'samplers', seguro que le suena mil veces mejor que la grabación de las guitarras eléctricas, la batería y el bajo de los 2000. Lo que hace falta es criterio. Y yo siempre defiendo mucho a los chavales de 20 años de ahora, que quizá porque han consumido mucho Instagram y mucha imagen, tienen un criterio infinitamente más desarrollado que el nuestro a su edad. Criterio estético y musical. Yo, por ejemplo, flipaba mucho con Rosalía y con su toma de decisiones con 24 años.
—¿El antes y el después fue hacer 'Los Ángeles' con Rosalía?
—No tanto el momento del disco, porque el disco salió, y fue un grandísimo disco, pero no tuvo el 'boom' que tuvo después Rosalía. Supongo que después la gente va mirando y dice, «anda, aquí hay un primer disco», y entonces es cómo «a ver quién es este Raül». Estoy superorgulloso de aquel disco, y creo que lo volvería a hacer de la misma manera. Fue largo y complicado, pero estoy muy contento. Es un disco muy especial, y eso lo sé. El otro día se cumplieron seis años desde que salió.
—¿Sólo seis?
—Es que la carrera de Rosalía ha sido una locura. Hace poco ella explicaba en una entrevista cómo tenía muy claro el camino hasta 'Motomami'. Lo que yo creo que no se planteaba era 'Los Ángeles', Fue algo que de repente. Nos encontramos los dos y dijimos: «Lo hacemos, ¿no?».

—¿Existe algún momento en su carrera en el que se dice: «Ya está. Ahora ya soy productor»?
—En realidad yo nunca he querido ser productor. Me he encontrado. Y quizá por eso he acabado escogiendo proyectos que me gustaban, porque yo no quería dedicarme a producir. Nada de: «Hola, soy productor, aquí tienes mi tarjeta». Lo que ocurre es que de repente venía Roger Mas y me decía: «Me gustaría que trabajaras en mi nuevo disco». Y claro, a mi Roger me gusta mucho. Y me gusta hacer música acompañado. Luego llama Kiko Veneno o Nacho Humbert y pienso que no puedo dejarlo pasar. Así que nunca, ni siquiera ahora, he tenido unas ganas locas de producir. Y esto no tiene nada que ver, te lo puedo asegurar, con el dinero. Es una putada, porque si me viene alguien y me dice: «ponemos sobre la mesa tanto dinero para que hagas este disco», que es una idea que alguna vez ha sobrevolado, sé que no sabría hacerlo. No sabría producir un disco sólo por dinero. En cambio llega algo como Cocanha, que es un grupo vocal occitano, y pienso «uy, eso tengo que hacerlo».
—Entonces, ¿qué tiene que tener un artista para que quiera trabajar con él?
—Lo primero, que el artista quiera trabajar conmigo. Cuando la idea viene del mánager, o de la discográfica… No sé, hay algo de confianza que ya no está. Luego es importante quedar, tomar un café y tocar un día.
—Y ver si hay 'feeling'.
—Claro. Porque a lo mejor a mí me puede gustar mucho alguien, pero si me pongo a tocar un 'sampler' y veo que pone cara rara, sé que no nos entenderemos.
—Musicalmente, ¿dónde está ahora mismo? Ha pasado por el jazz, la música concreta, el fado, el flamenco, el minimalismo…
—A mí, en los últimos años me ha llamado mucho la música tradicional. Veo una energía, un rollo punk, que conecta mucho con mi forma de entender la música y con la forma en que yo rompí con la enseñanza clásica. La tradición en Galicia, en Asturias, el flamenco antiguo... Pero no quiero hacer música tradicional, quiero dar mi punto de vista de la música tradicional y continuar con esta exploración.
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—La pregunta del millón: ¿con quién le gustaría trabajar?
—Hay músicos que, más que trabajar con ellos, me gustaría sentarme y ver cómo lo hacen. P J Harvey, por ejemplo. O Warren Ellis y Nick Cave. Ahora que lo pienso estoy hablando de cosas muy clásicas, ¿no?
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