CINE
José Luis Garci: «El cine es un arte pirata, lo ha robado todo»
El director de cine publica 'Telegramas Cinéfilos' (Reino de Cordelia), un libro que recoge los textos que escribió, sin punto y aparte, en ABC Cultural durante un año
José Luis Garci siempre está volviendo a empezar . Cada vez que rueda. Cada vez que se sienta en una sala. Cuando habla o escribe de cine, lo que más le gusta. Recuerda en blanco y negro, deudor de una época en la que la ... vida era gris y él aprendió a viajar desde una butaca; cuando descubrió que el cine, además de un lugar «calentito en invierno y fresco en verano», era una vida de repuesto. Pero piensa en ‘technicolor’, «más bonito que el arcoíris», precisamente por eso. «De chaval ir al cine era… como ir a Marte» , dice. En el fondo, lo sigue siendo.
Hombre analógico, de papel y de telegramas, como los 50 que escribió en estas páginas y ahora recopila en la editorial Reino de Cordelia y, al mismo tiempo, despierto, dispuesto. E ‘influencer’ del año. «Mientras te apetezcan cosas, estás vivo» . Y tanto. A sus 78 años, el director de ‘El abuelo’ sigue con la misma energía que cuando recogió el primer Oscar para una película en español, inmutable al paso del tiempo, casi como el cine clásico. «Si es bueno, nos lo quedamos», admite. Escribe libros, colabora en ABC Cultural, divulga en ‘Classics’ (Trece)... No para, como ese vibrante Manhattan de ‘Desayuno con diamantes’ que «desbancó a París como capital cinematográfica» cuando Audrey Hepburn y George Peppard se besaron, por fin, bajo la lluvia, empapados. Garci ve la vida como un interminable plano secuencia y mide el tiempo en fotogramas por segundo, sabedor de que el ritmo es como el hielo en un gin-tonic, menos si era Gil Parrondo quien lo tomaba. John Ford, Billy Wilder, ‘Casablanca’... Garci siempre vuelve , capaz de ver, como Humphrey Bogart, en una despedida también un comienzo: «This is the beginning of a beautiful friendship».
-No tiene móvil, escribe telegramas y vuelve una y otra vez a un Hollywood que dejó de existir hace tiempo. ¿Es un hombre de otro siglo?
-Y me han dado el premio ‘influencer’ del año, aunque es un poco desconcertante (ríe). Que no tenga móvil no quiere decir que esté fuera del mundo; vivo bien, no es tan necesario. Al final, uno es del momento en el que ha aprendido a caminar, a leer, que ha ido al colegio, aunque pertenezca a otra época. John Ford era un hombre más del XIX que del XX. Estoy a favor de lo que llegue si lo que llega es bueno. Lo importante es conservar lo bueno que tenemos y lo bueno de verdad que vaya saliendo cogerlo también. Es muy sencillo, no creo que haya más complicaciones.¿El cine clásico es bueno? Pues nos quedamos con él.
-¿Y con el de ahora?
-Es distinto. Cuando tenía tu edad oía a la gente mayor decir con melancolía esa frase un poco equívoca de «En mis tiempos…». No quiero cometer ese error. Estos son mis tiempos; mientras yo viva, son mis tiempos también. Lo que entendemos como clásico, cine de estudios, terminó con ‘El Padrino’. Fue la última película hecha a la vieja usanza, el último eslabón de grandes clásicos como ‘Casablanca’, ‘Ladrón de bicicletas’, ‘Tú y yo’, ‘Lo que el viento se llevó’... pero tengo la sensación de que cuando pasen muchos años los clásicos serán los superhéroes.
-¿Cuándo empezó el cine a ser una vida de repuesto?
-Ir al cine era… (suspira) Yo digo, y no es una ‘boutade’, que no sé qué me gusta más, si ir al cine, hacer cine o hablar de cine. Billy Wilder me dijo que prefería lo último al resto (ríe). No sé ahora vosotros, pero antes era frecuente si ibas al cine con una amiga o un amigo caminar mucho comentando la película… eso era extraordinario. De chaval, ir al cine para mí era… como ir a Marte. No era ir al cine, es que tres días antes ya estabas pensando que ibas a ver esa película que ya te habían anunciado la semana anterior. Pasar la cola, saber que cuando entrabas a la sala ya estabas a salvo. Era especial cuando había una película en color. Yo le decía a mi padre, según él, yo no lo recuerdo, que el ‘technicolor’ era más bonito que el arcoíris. Porque la vida era muy gris. Por eso me hice del Atleti y del Sporting, porque era rojo, blanco… A los cines iban los novios a besarse, amparados por la oscuridad; también la gente que tenía frío, porque no había calefacción en las casas, y en verano, a refrescarse, porque daban refrigerados en la entrada. El cine era todo, no era solo ir a ver una película.
-¿Cambiaría su vida por la de alguna película?
-No. Dentro de la locura que tenemos todos, es mi vida, lo bueno es haberla compartido. Sí es verdad que hay películas que ya forman parte de mi familia, que han estado conmigo mucho más que unos primos segundos o unos tíos…
-¿Por ejemplo?
-‘Lo que el viento se llevó’ es una película muy cercana a mí, las versiones de ‘Tú y yo’ que hizo Leo McCarey... Es imposible quedarme con una película, es como cuando te dicen que digas un cuadro. No se puede.
«Creo que no voy a volver a dirigir»
-En ‘Volver a empezar’ se dice que solo se envejece si no se ama. ¿Cómo presta usted batalla al paso del tiempo?
-Has dicho una palabra muy estudiada, prestar, estaba en la película también: «Prestóme mucho». Está muy bien esa palabra. Creo que lo que te mantiene con vida es la curiosidad y el entusiasmo. Si ya no tienes curiosidad, mal asunto. Eso te lleva al entusiasmo. Cenar con unos amigos dentro de una semana, ir a ver una exposición al Thyssen o al CaixaForum, luego el inicio de LaLiga… Me acuerdo cuando Gil Parrondo me decía que ya no le apetecía tanto tomarse el gin-tonic, como se lo tomaba él, sin hielo y Larios. Mientras te apetezcan cosas, estás vivo.
-Habla de futuro, pero le entusiasma saber del pasado. ¿Es incompatible?
-No es un problema de saber, es un problema de sentir. Como cuando vas al Prado y ves un cuadro: cada uno va a ver una cosa diferente. En la pintura tienes todo, una historia fantástica. Aunque los besos de cine son mejores que los de los cuadros.
-Sobre todo los robados, ¿no?
-¡Claro! Los besos robados son muy bonitos, aunque los besos siempre se ven venir.
-¿Es Garci un romántico?
-No lo sé, porque uno es tantas cosas a la vez que no predomina nunca nada. Te crees que eres romántico y luego no lo eres; te crees que eres generoso y luego no lo eres. Crees que no vas a hacer una cosa y la acabas haciendo. Lo que sí creo es que mentirte a ti mismo o mentir a los demás no es un pecado, es un delito. A estas alturas ya no tiene mérito decir lo que piensas, es fácil porque no tienes que quedar bien con nadie. Estás, como decimos nosotros, en la última bobina de la película.
-¿Hay otra bobina lista para el Garci director? Ya hace tres años de ‘El crack cero’.
-Ya no me atrevo a decir nada, porque dije que no iba a volver, y estaba muy contento y feliz, pero surgió aquella cosa, un tanto sentimental, con la viuda de Alfredo Landa, Maite, que era muy amiga mía. De hacer algo, sería algo distinto. Cuando la gente llega al final de su vida hace autobiografías, que nunca haré porque la manera que tengo de escribir ya es de cosas muy cercanas a mí. Aparte no las entiendo, siempre se hacen para quedar bien o porque alguien te ha caído mal… Los pintores hacen autorretratos. Pero creo que no se ha hecho nunca un autorretrato cinematográfico y es lo que me gustaría hacer y estoy dándole vueltas. Hacerme un autorretrato en ‘Mi menor’ más que una película. Espero que no sea un autoengaño. No sé. Ya no me atrevo a decir que no, pero creo que no voy a volver a dirigir.
-¿Se le ha quedado la espinita de no rodar en Hollywood?
-No, porque tuve dos posibilidades. Una era hacer una especie de ‘El Zorro’, con caballos, una cosa de México, y lo rechacé porque no valía para eso, era algo para la segunda unidad. Lo otro fue una especie de ‘remake’ de ‘Volver a empezar’, que era más o menos la misma historia pero con un escritor de color que volvía otra vez a su pueblo; tenía algo de ‘Matar a un ruiseñor’. Sí intenté hacer una película con Paul Newman, que estaba rodando en Chicago ‘El color del dinero’. Fui a verlo y se portó muy bien conmigo y me dijo que no perdiera el tiempo, que tenía que hacer ‘El zoo de cristal’ con su mujer. En Los Ángeles me propusieron hacerla con John Cassavetes, pero yo no lo veía porque tenía que ser con un hombre tan atractivo como el Newman de sesenta y tantos años.
-Desde luego.
-Una vez Jack Lemmon me dijo que si algún día necesitaba a un actor cansado que hablara poquito que contara con él. Hubiera sido un honor. Pero nunca he visto Hollywood para rodar. Pocos españoles que tienen posibilidades se van allí. Somos más de nuestro territorio.
-El mérito de ser el primero en darle a España, y al español, un Oscar, no se lo quita nadie. ¿Siente que se ha olvidado un poco todo eso?
-Sería injusto decirlo así porque tengo el premio Nacional de Cine, el Goya, la Medalla de Oro de Bellas Artes, todos los premios que puedas tener. Soy un poco como [Federico Martín] Bahamontes o [Manolo] Santana. Hasta Bahamontes nadie había ganado el Tour de Francia, pero luego llegó Induráin y era mucho mejor. Manolo Santana ganó Wimbledon y Roland Garros, pero Rafa Nadal es infinitamente mejor. Yo abrí esa puerta del primer Oscar para nuestro idioma, pero luego Amenábar y demás son todos mejores. No hay ninguna duda. Sí que te queda siempre el haber abierto la llave, el decir chicos, pasad ya. Pero lo mío ya está pasado, aunque el orgullo de haber ganado por primera vez para España y para mi idioma, para mi cine, el primer Oscar, nunca nadie me lo podrá quitar.
«El cine es el gran arte del siglo XX, acabará en los museos porque laspelículas ya están en casa»
-Berlanga también fue un pionero, ¿le sigue fascinando?
-‘Plácido’ es el reflejo de España. Ahora mismo, es igual. Es una de las mejores obras de la cultura del siglo XX, es increíble; una radiografía perfecta de cómo somos, de cómo no nos queremos. Porque en España no nos queremos. No ha cuajado el pegamento entre lo que antes se llamaban regiones y ahora comunidades y cada uno tira para la calle de en medio. Por qué, no lo sé, pero no hemos tenido buenos gobernantes. Solo ha habido una época buena, y a lo mejor lo digo porque es la mía, que fue cuando desaparece la dictadura y llega la Transición. Fue una época maravillosa, la gente hablaba por la calle, se aceptó el himno, la bandera, el partido comunista. Era un país que no parecía el nuestro, fantástico. Ahora somos el único país donde se silba el himno en un acontecimiento deportivo. Es inédito. Todo aquello se ha puesto en tela de juicio y ahora quieren quitarlo también. Gracias a Dios, nunca he tenido ningún tipo de pasión por la política; he sido siempre independiente, como decían mi madre y la directora del colegio.
-Lo de cuestionar el pasado también sucede en el cine.
-Eso sí es un disparate. No se puede juzgar con la perspectiva que tenemos ahora una época anterior porque tiene otras formas de conducta. Es absurdo. Ya sabemos que quien vaya a ver ‘Lo que el viento se llevó’ no va a ver ‘Raíces’. Esto es sobre el Sur, el final de una época, una historia de amor… Pero pasa con todas las películas. En ‘El hombre tranquilo’, de John Ford, Wayne lleva a O’Hara arrastrándola por el campo. No se podrá ver ya dentro de nada, ¿no?
-Y qué sería del mundo sin John Ford.
-Es que yo creo que el cine de John Ford es muy bueno. John Ford es como el Shakespeare del cine. ‘El hombre tranquilo’ podría haber sido una obra de Shakespeare. Pero hay muchos.
-¿Imposible quedarse con un director favorito, como con las películas?
-Si tuviera que quedarme con uno… vas cambiando. Lo hablaba con Eduardo Torres-Dulce, habría que hacer un libro de las películas que nos gustaron mucho antes y ahora no, y al revés, de las que no supimos ver que conectaban tan bien con nosotros y ahora sí. El problema es que yo ya no soy aquel chico de 20 años que vio esa película, y probablemente la película tampoco es la misma. Aquel plano dura menos de lo que pensabas, aquello ya no era tan bonito, no es tan mala... Por eso no tiene sentido que pensemos con los ojos de ahora, es un error, es un infantilismo pensar esas cosas. No es corrección política, es incorrección.
-¿Cuando se ha ganado todo escuece más una derrota? ¿O hay consuelo en el encanto del perdedor?
-Díselo a los socios del Atlético de Madrid que han ido a verle perder tres Copas de Europa. Es el fatalismo romántico. Como Bogart, que otro se queda a la chica pero tú te quedas con el perdedor. Pero no está tan bien lo de perder. Lo que pasa es que el perdedor tiene algo mítico, muy propio del cine negro. Yo lo que estoy contento es de haber llegado a esta edad así, poca gente puede decir que tiene un Oscar y un Cavia; es muy difícil eso. Si esto me hubiera pasado con cuarenta y tantos pensaría que es que era un chico muy listo, inteligente, pero si te pasa ahora y no eres tonto, como creo que es mi caso, te das cuenta de que ha habido tanta gente que te ha empujado, que te ha ayudado tanto… nunca llegas solo. Estaban Gil Parrondo, Manolo Rojas, Ricardo Navarrete, José Bódalo, Antonio Ferrandis, Encarna Paso, Agustín González… Te dan un premio y es injusto, no es individual, es un premio colectivo, pero te crees un impostor porque no queda nadie para repartirlo.
-¿Cómo ve el futuro del cine alguien a quien le gusta tanto el pasado?
-Lo veo en los museos, porque si es un arte, el séptimo arte... Creo que ha sido un error, y lo digo sin ánimo de crear polémica, que en el nuevo edificio del Prado no haya una sala de cine como la puede tener el MoMA de Nueva York, donde hay unos ciclos maravillosos. El cine acabará en los museos porque las películas ya están en casa. Es el gran arte del XX.
-Un arte que engloba, además, al resto.
-El cine es un arte pirata, es un arte que ha robado todo. Ha robado al teatro, ha robado a la pintura, a la música.
-¿No se extinguirá entonces?
-No, no se va; cambiará el formato. Habrá otros formatos, pero siempre necesitaremos que alguien llegue de un lugar desconocido y nos cuente una historia. El teatro no ha muerto. Ni la novela.
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