José Luis Garci - TELEGRAMAS CINÉFILOS

007

La irrupción de las películas de James Bond me dejó sin habla. Aquella avalancha de planos tan modernos era una visita al futuro

Sean Connery y Ursula Andress en ‘Agente 007 contra el Dr. No’

José Luis Garci

Conocí a James Bond la primavera de 1963, en el cine Capitol de Madrid, cuando en España solo se hablaba de aquel escándalo del alcohol metílico. Recuerdo que la ‘intelligentsia’ sacó bola negra a 007. A mí, ‘Agente 007 contra el Dr. No’ ... me dejó sin habla. Y le dije a mi querido Carlos Pumares que esa película de ciencia ficción era muchísimo mejor que esas otras tan aburridas con las que muchos de nuestros amigos ponían los ojos en blanco. Aún así, por cobardía, y para no quedar mal en los cine clubs, no batí todas las palmas que en justicia merecían las imágenes de Terence Young , el guion de Maibaum y el sensacional trabajo de Sean Connery . Ahora creo que todos, todos, nos quedamos perplejos ante aquella visita al Futuro, hasta los ultrasur de Godard, Antonioni o Bergman . La cosa es que Bond empezó, primero, a romper las taquillas de los ‘Drive-in’ de California y Texas, y luego en las salas de Baltimore, Denver, Boston, Pensacola y, al fin, en Nueva York, donde sus cines de Brooklyn y Queens se cubrieron en cada pase con dos palmos de palomitas. Cuando llegó la segunda película, ‘Desde Rusia con amor’ , el tam-tam de las élites se volvió loco. Los intelectuales se apuntaban a la masa, y así lo escribían nada menos que en ‘Times’, ‘NYT’, ‘Le Monde’, ‘Oggi’, ‘Life’, ‘Le Nouvel Observateur’, ‘New Yorker’… Y los Dorfles, Eco, Sarris, Arbasino, Tom Wolfe, Edgar Morin (y también por aquí los Amando de Miguel, Andrés Amorós o Juan Cueto ), advirtieron que Bond era -como yo le había dicho a Pumares- el primer ‘spot’ de la tercera ola, ya digo, de ‘La vida futura’, por decirlo con un título que homenajea a Cameron Menzies . Recuerdo que al salir del Capitol -domingo, sesión de noche, apenas media entrada-, pillé el último metro y, desde Callao a Retiro, me vi envuelto en aquella avalancha de planos tan modernos como lo fueron los de Griffith en 1916. Cigarrillos extra largos con filtro, zapatos lujosísimos, camisas preciosas, automóviles de vértigo, piscinas de Hockney , nueva lencería femenina, hoteles de lujo, suites deslumbrantes, maquillajes inesperados, peinados atrevidos, ¡radioteléfonos!, bebidas fuertes, algo como una fragancia tropical rodeando siempre las escenas y los campos de golf, ‘footing’, geles y champús desconocidos, bronceadores, chicas en ropa interior, emocionantes persecuciones con los coches a 200 por hora , dígitos, láser, espías misteriosas prometiendo sexo del bueno, ah, y pagaban por matar. Si matabas de ‘smoking’ como James y no con pasamontañas, hasta podían condecorarte. En unos meses, todo el mundo quería ser agente secreto. ¿Cuánto pagan? ¿Dan el buga? ¿Puedes serlo aunque no midas uno ochenta y cinco? ¿Es imprescindible saber judo? ¿Hay cursillos donde enseñan lo de las espoletas atómicas? ¿Se exige la carrera militar? ¿Venden en el Corte Inglés el maletín de Bond?... ¿Sabrán hacer en Pajares, o en Cortefiel, esos trajes tan modernos como los que lleva 007? ¿Dónde encontrar los palos de golf Penfold? ¿Y tiene que ser un Rolex Oyster Perpetual el reloj? ¿No sirve un Certina de Enrique Busián o los Omegas que venden en la Antigua Relojería de la madrileña calle de la Sal ?... Ian Fleming , el autor de aquellas novelas estupendas, nos secreteó que a Bond los cigarrillos se los prepara Morland, en Grosvenor Street, London, ‘of course’, y que en Manhattan se hospeda en el Plaza (ya no existe) y en París siempre come en el Café de la Paix. Maneja un Bentley del 33 y su whisky preferido es Haig & Haig Pinch Bottle. Su colonia se la hace especialmente Colgate-Palmolive, una mezcla que huele a bourbon y tabaco griego. El mejor Bond, para mí, ha sido, ‘undisputed’, Connery, y luego Daniel Craig ; la canción que prefiero de la saga es ‘Goldfinger’, cantada por Shirley Bassey, y las Nausícaas más sensuales salidas de las aguas caribeñas creo que han sido Ursula Andress y Halle Berry . Fritz Lang , con su Dr. Mabuse , nunca ha dejado de estar presente en la serie. Por otra parte, Fleming soñaba que a James lo interpretara Cary Grant . (También Chandler imaginaba a Philip Marlowe con el rostro de Cary. Incluso Cary Grant, algunos días, comentaba lo mucho que le gustaría ser Cary Grant.) Terminada la Serie, 60 años, que no se dice pronto, es una pena que Bond, James Bond, Q, el armero, Moneypenny y M , no se hayan podido atizar un Dry Martini de verdad, de los que preparaba mi inolvidado Alfredo Landa , tan secos como el desierto de Mojave, con aceituna y una cortecita de limón, apenas agitados, los mejores «cuchillos disueltos» (definición de Manolo Alcántara ) que he paladeado nunca. [Cada vez que Fredy me servía uno, juro por Spectra que me sentía un poco Bond, huésped yo también de esos hoteles de Jamaica con playa privada, rodeado de mujeres en bikini. Al segundo Martini, siempre se me acercaba una pelirroja como Luciana Paluzzi y me pedía fuego.]

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