Una autocaravana para esquivar la pandemia: el verano sobre ruedas
Las ventas y los alquileres de este tipo de vehículos se han disparado en España con la nueva normalidad

Hace tres semanas, Salva y Cristina decidieron alquilar su apartamento de Oropesa del Mar, vender su furgoneta y comprarse una autocaravana . Siete días y treinta mil euros después, la jugada estaba completada. Estas cosas, explican ahora enfrente de su nuevo juguete, hay que ... hacerlas así, de repente, sin pensar demasiado. «Me tuve que hacer los seiscientos kilómetros que hay entre Teruel y Gerona para comprarla, pero aquí estamos», cuenta él, sonriendo. Es la primera vez que viajan así, pero ya están contentos, explorando Galicia por la costa con su hijo, Enzo. «A mí me encanta, además soy camionero y no me cuesta conducir durante muchas horas. Nos decidimos a dar el salto por la pandemia, claro. Después de esto queremos recorrer Europa», continúa.
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Como ellos, miles de españoles han apostado este verano por huir de las aglomeraciones y viajar con la casa puesta. Según datos de la Asociación de la Industria y Comercio del Caravaning (Aseicar), las matriculaciones de este tipo de vehículos crecieron en junio un casi un 50% con respecto al año pasado. En ese período se registraron 1.135 nuevas autocaravanas y 390 campers (furgonetas remozadas para ser habitables). Después de un mes de mayo catastrófico para el sector, estas cifras son motivos para el optimismo, y más viendo panorama económico. El fenómeno, por cierto, se repite en Alemania, Francia, Italia, Bélgica y Holanda, donde las ventas también se han disparados. Razones no nos faltan para echarnos a la carretera... Lo reflejan las cifras y también las impresiones de los viajeros.

«Se ve más gente que antes. Por la pandemia yo creo que mucha gente se ha atrevido a comprar, pero creo que eran sueños que ya tenían. No creo que solo sea por miedo», afirma María Nájera , una veterana del asunto. La pandemia ha funcionado, según ella, como un acicate. Quien decide comprar una autocaravana o una camper suele necesitar un empujón. Diego, por ejemplo, lo hizo el año que falló en las oposiciones y rompió una relación larga porque necesitaba airearse. Agustín se decidió cuando vio lo caro que era llevar a su familia en avión a Disneyland, y todos los tesoros que escondían las rutas de carretera entre Oviedo y París. Y Claudia esperó a dar a luz a Manuela para lanzarse con ella y con Claudio (el destino es así) a recorrer España. Empujones que ahora, después del confinamiento, se multiplican por todo el país. Detrás de los datos hay miles de motivos personales y una certeza: más que un medio de transporte, la autocaravana es una forma de vida.
Los que lo han probado hablan de la libertad de movimiento como el principal beneficio. «Si no te gusta un sitio te vas y listo. Te da mucha libertad de movimiento, solo estás donde quieres estar», defiende José Antonio, que lleva todo el verano subido a su autocaravana con su mujer y sus dos hijos, y que este verano evita los lugares demasiado concurridos. «La verdad es que es más seguro viajar así. En realidad solo te ves obligado a tener contacto con otros en el supermercado», aclara.
Otro de los lujos furgoneteros es el placer de descubrir lugares inesperados, a medio camino, apartados de los lugares típicos (y masificados). «Si quieres conocer Europa, no solo las ciudades, esta es la mejor forma de hacerlo, y la más económica a la larga. Aquel viaje a Disneyland se convirtió en una ruta por las Landas y los castillos de Loira. Y después del parque estuvimos por Versalles. Y luego, la vuelta a Asturias», recuerda Agustín. Diego, por su parte, reconoce que sin su California Beach no habría podido ir a Menorca ni a la Costa Brava: «Entre vuelos y hoteles hubiera sido imposible. Y así hemos podido ir avanzando al gusto, parando por el camino, según las vistas».
Todos coinciden en lo mismo: al final se viaja más, mucho más, porque no hay ni colas de embarque ni trenes perdidos; solo hay que encender el motor y arrancar. «Es muy cómodo. Para mí es como mi segunda casa. Tengo mis sábanas, mi frigorífico, los juguetes de mi hija, el botiquín... En tres años hemos hecho más de cincuenta viajes», asevera Claudia .

En España, lamenta María, aún no se ha instalado del todo la cultura de la autocaravana , y en muchos lugares aún les miran con recelo. «A veces tienen razón. Hay gente que no respeta la limpieza. Hay que ser muy estrictos con eso, hay que dejar los sitios mejor que cuando llegas», subraya. «También dicen que no gastamos, pero yo gasto. Voy a los sitios y consumo. Siempre intento quedarme en campings, para ayudar. Creo que este modo de viajar puede ser una forma de promover el turismo interior», remacha.
En España faltan áreas de servicio, aunque en los últimos años se han ido creando más, hasta llegar al millar. Nada que ver, eso sí, con Alemania y Francia, referentes de este tipo de turismo, que tienen 4.500 y 6.000 respectivamente. «Aquí creo que está fallando el concepto de la administración y del usuario; el comportamiento de algunos y la falta de promoción de este tipo de turismo», sostiene Agustín. «En Francia los campings son otra historia, es otro concepto. Y el perfil de usuario es variadísimo. En Versalles había hasta un Bentley con una caravana detrás», apostilla entre risas.
El vicio, las cosas como son, es caro. Y la inversión es seria. Los precios parten de 50.000 euros para los vehículos nuevos, y pueden superar los 300.000 para los más lujosos. Con todo, según Aseicar, la media ronda entre los 50 y los 70.000 euros. Por eso muchos optan por el alquiler, y más ahora, que esta forma de viajar se ha vendido como segura para este primer verano de la nueva normalidad. Indie Campers, una de las grandes plataformas de alquiler de autocaravanas y furgonetas camper en España y Europa, ha registrado entre junio y julio un 200% más de reservas realizadas por españoles que el año pasado.
Lo bueno de la carretera es que es un lugar que permite dudar, rectificar, ir hacia atrás y hacia delante, esa ilusión. En la carretera, al cabo, nos perdemos y nos encontramos, un poco como en la vida. Tal vez sea lo mejor para este verano raro, rarísimo, donde todos estamos perdidos y no hacemos más que buscarnos.
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