artes&LETRAS
Diego Duque de Estrada: Un toledano de leyenda
Fue un aventurero y espadachín que nació en Toledo el día de la Virgen del Sagrario del año 1589 y que vivió de forma turbulenta

Entre las fascinantes autobiografías de soldados escritas en toda Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, hay una que destaca de manera especial: por su calidad literaria y por el cúmulo extraordinario de proezas y avatares que relata. Se trata de los Comentarios del desengañado de sí mismo, prueba de todos estados y elección del mejor de ellos. Vida del mismo autor.
Diego Duque de Estrada, aventurero y espadachín toledano, nos narra en primera persona sus azares, hazañas y valentías en una obra trepidante de sucesos, que fue publicada por primera vez en Madrid en 1860 por el erudito Pascual de Gayangos.
También Arturo Pérez-Reverte nos habla en alguna ocasión de nuestro hombre: Diego Duque; y además de utilizar como documentación para su Capitán Alatriste las obras del olvidado catedrático y gran experto en el siglo XVII, José Deleito y Piñuela, nos ha dado a conocer a otro de estos soldados de fortuna: Alonso de Contreras, haciéndolo aparecer en sus novelas y utilizando su autobiografía como fuente de documentación e inspiración.
El toledano, nacido el día de la Virgen del Sagrario (15 de agosto de 1589), ironiza, se confiesa y justifica a lo largo de más de 500 páginas, recreándonos los notables sucesos, naufragios, fortunas y felicidades de su vida, convertida toda ella en un drama de honor:
Queda huérfano de sus nobles padres con dos años y es adoptado por otra familia hidalga toledana. Con 9 años ya maneja la espada y tiene su primer arrebato asesino por culpa de unos azotes que le inflige su maestro. Más tarde se hace cortesano en Madrid pero, al regresar una noche, encuentra a un hombre (su mejor amigo) en el cuarto de su novia, hija de su tutor, y los mata a los dos sin pensárselo. La justicia, acuciada por la madre del muerto, lo persigue y Diego huye de Toledo. Se alista en Cádiz y participa en dos asaltos a la costa bereber. Se bate y da buena cuenta de varios famosos matones en Andalucía. Lo capturan unos corsarios pero es puesto en libertad por uno de ellos, antiguo esclavo de su abuelo. Poco antes de ser detenido por su crimen de honor, mantiene una lucha contra un insecto gigante y monstruoso en Écija. Es traído a Toledo, sometido a tortura y condenado a muerte. El duque de Lerma lo indulta y pasa tres años en la cárcel Real, hasta que una monja enamorada lo ayuda a escapar. Se refugia en la catedral y consigue huir hacia Barcelona donde contempla un milagro de la Virgen de Montserrat. Embarca hacia Nápoles y se hace soldado de fortuna en el ejército del conde de Lemos. Posteriormente, toma parte en la llamada Conjura de Venecia, en la jornada de los Querquenes y en las batallas de la guerra de los Treinta Años de Lützen y Nördlingen. Se casa en Nápoles, pero abandona a su mujer –después de ocho años– por una aventurera sevillana. Se hace privado del príncipe de Transilvania, gobierna una fortaleza en Bohemia y, por último, queriendo abandonar su mundo, se hace fraile de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en Cerdeña.
Los más relevantes estudios sobre la autenticidad y la fantasía que puede contener esta extraordinaria obra, se deben al filósofo napolitano Benedetto Croce y al hispanista inglés Henry Ettinghausen. Aunque han encontrado alguna falsedad parcial (o deformación de la realidad) en el relato de Diego Duque, ambos coinciden en considerar verosímil la mayor parte del contenido; además de servirnos fundamentalmente como fuente para el conocimiento de la Historia política y social de nuestro Siglo de Oro, así como para dibujarnos el cuadro psicológico del español de la época: el hombre orgulloso y arrogante que reunía en su modus vivendi el honor y la honra con la devoción exaltada a Dios y al Rey, dotándole de una conciencia superior de fuerza e invencibilidad que convirtió a los españoles de aquellos años en los hombres más temidos y admirados de la Tierra por su asombrosa facilidad para acuchillar y ser acuchillados sin inmutarse grandemente.
El príncipe Emanuel Filiberto de Saboya, al escuchar los Comentarios de boca de Duque de Estrada, se los pide por escrito y declara que: «es la más extraña vida que jamás oí, con gran variedad de sucesos, todos peregrinos». Su magnífica manera de narrar proviene, sin duda, de su formación intelectual, ya que dice haber pertenecido a Academias Literarias en Toledo , Madrid y Nápoles. Así es cierto que lo imaginamos en la lectura de la obra, con una espada en una mano y la pluma en la otra. Estas son algunas de las perlas que podemos hallar en su texto. Vean cómo se describe este hombre diminuto:
» Soy tan pequeño […] que si no hago milagros a cada esquina, no solo no me creen, sino que a la vuelta de ella me quieren dar con el pie.
» Quien busca su fortuna ha de ir con pecho valeroso hasta el infierno a hallarla.
» Admirada mi gente de mi ardid industrioso, me consideraban un Marte y me observaban con gran respeto.
» Si hubiese de contar todos mis sucesos, necesitaría de muchos libros y de otra tanta vida.
» Y de esta imaginación nació el parecerme que mi mayor hazaña, después de tantas con tan buena fortuna, era el saber morir a imitación de aquel terror del orbe, Carlos V, aunque en diferentes y desiguales sujetos, despreciando el mundo y metiéndome en una religión, con que borraba las traviesas inquietudes y disparates diabólicos por mí hechos.
En definitiva, esta es la semblanza de un toledano de leyenda, de un español en una época irrepetible, que nos recuerda a aquellos llamados «hijos del Imperio»: españoles hijos de españoles pero nacidos fuera de España, que jamás la conocieron y que se batieron por ella en todos los frentes, en aquellos tiempos en los que Europa y gran parte del mundo estuvieron bajo nuestro dominio.
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