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«Llegabas a urgencias queriendo quitarte la vida y te decían: 'Vuelve a casa, no hay sitio'»

Salud mental: lo que la pandemia nos dejó

«Llegabas a urgencias queriendo quitarte la vida y te decían: 'Vuelve a casa, no hay sitio'»

El confinamiento fue una de las pruebas más duras para la salud mental de toda una generación de jóvenes, especialmente para los más vulnerables. Encerrados en casa, el aislamiento agudizó trastornos ya existentes y sembró la semilla de otros nuevos. Cuando se cumplen cinco años de la llegada de la covid-19, recopilamos tres historias de sufrimiento, pero también de superación. 

Viernes, 14 de Marzo 2025, 09:36h

Tiempo de lectura: 11 min

PAULA | 21 AÑOS

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«Yo lo subía todo: vídeos míos llorando... He llegado a colgar mi brazo autolesionado. Romantizábamos nuestro malestar»

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El confinamiento

Recuerdo mucho sufrimiento. Tenía 16 años. Me odiaba. Me autolesionaba y mi madre dormía conmigo para que no me tirara por la ventana. Lloraba y le decía: 'Mamá, no quiero vivir. Quítame la vida, por favor'. Soy adicta politoxicómana y necesitaba consumir: éxtasis, cocaína, porros... En ese momento, ya arrastraba muchos problemas de salud mental. Había estado ingresada en varios centros, pero durante la pandemia llegabas a urgencias queriendo quitarte la vida y te decían: 'No tenemos espacio, vuelve a casa'. Yo tuve suerte con mi familia, pero no todo el mundo la tuvo».

Las redes

«Yo lo subía todo: vídeos míos haciendo el tonto, llorando... He llegado a colgar mi brazo autolesionado. Durante el confinamiento, la gente subía sus cortes, sus quemaduras... Romantizábamos nuestro malestar. Era la forma de sobrevivir: intentar hacerlo bonito». 

«Lo más importante es pedir ayuda y apoyarte en los que tienes alrededor. Yo lo hice. En mis padres. Lo han sido todo para mí. Me han salvado la vida una y otra vez»

«Yo siempre he sentido la presión de las redes porque estoy gorda. Lo digo sin tapujos. La gente con más peso somos un poco desecho social. Por eso me afectó ver en redes sociales cómo se romantizaban los atracones y luego vomitarlos. Y eso lo veía todo el mundo, incluso niños pequeños que accedían a TikTok». 

El 'bullying' 

«Cuando tenía 10 años, sufrí bullying en el colegio. Me humillaban, me daban golpes... Yo me callaba. Tengo diagnosticado autismo y desde pequeña no entiendo bien las situaciones sociales. Así que empecé a usar una estrategia que usamos las mujeres con autismo: el masking. Fingimos que somos como los demás. Como un camaleón».  

Las drogas 

«Todo empezó cuando comencé a sufrir ataques de ansiedad. Me desmayaba. Fue cuando pasé a primero de la ESO, con 13 años, y tenía que venir la ambulancia al instituto. Los niños me miraban: 'Qué rara es… la loca'. Yo no entendía qué me pasaba. Así que un día probé porros con una amiga. Luego contacté con alguien que vendía MDMA y me tomé una pastilla yo sola en un parque. Y me sentí feliz. Me encantó. Vi una salida a mi malestar. Por primera vez socializaba. Primero con unas chicas y consumía con ellas. Pero no fue una relación sana porque ellas tampoco estaban pasando por un buen momento. No nos tratamos bien. Entonces empecé a ir sola a Barcelona al Macba, donde se quedaba para consumir. Ahí empecé a juntarme con gente que estaba muy mal y, con mi táctica del masking, me mimeticé con ese entorno. Tenía amigos, pero en realidad no lo eran. Se aprovechaban de mí, del dinero que yo conseguía, porque para relacionarme regalaba drogas, para que vinieran conmigo y no sentirme tan sola».  

Los ingresos

«Empecé a meterme en mundos muy oscuros, a odiarme mucho, a consumir nuevos tóxicos. No soportaba estar en casa. Me pasaba las noches fuera, venía solo para dormir por la mañana. Y empezaron los ingresos en hospitales psiquiátricos. Llegué a estar dos años ingresada en un centro cerrado, de los que no vas a dormir a casa. Sin contacto con la familia. Y la liaba. Me quería fugar, robaba medicación de enfermería, me autolesionaba... En esa época, con 17 años, llegué a tomar 28 pastillas al día». 

La mayoría de edad

«Al principio, casi todos mis ingresos eran voluntarios, pero, al cumplir los 18 años, llegué a dormir en la calle y mis padres tuvieron que pedir la orden de un juez para que vinieran a buscarme. Y, así, poco a poco me fui recuperando. El problema es que, cuando por fin estaba bien y me dieron el alta, una amiga del centro se suicidó, 16 añitos tenía. Me destrozó. Y volví a consumir. Y me metí en mundos aún más oscuros: pisos narcos,  de prostitución... Gente que tenía el mal dentro. Sin piedad. He llegado a conocer a sicarios».

Los diagnósticos

«No siempre han acertado. El primero sí, cuando me daban los ataques de ansiedad y me llegaba a quedar sorda, ciega o sin poder mover las piernas. Se llama 'trastorno conversivo', que es lo que antes se conocía como 'histeria'. Llega un punto de tal estrés que tu cerebro deja de enviar la señal para que tu cuerpo funcione. Luego tuve una mala experiencia con una psiquiatra. Me dijo que yo tenía sociopatía, que era mala persona y que no podría funcionar nunca. Luego ya vino el trastorno límite de la personalidad (TLP). Pero aquello tampoco fue acertado. El problema es que hay muchas similitudes entre el TLP y el autismo en chicas, pero finalmente me diagnosticaron un trastorno autista. Y, aunque hay mucho estigma con esta enfermedad, en realidad es solo que vemos el mundo de una forma diferente. La manera más fácil para explicarlo es que vosotros, los neurotípicos, sois Android y nosotros, los neurodivergentes, Apple. No somos menos capaces, es que tenemos una manera diferente de operar. Nos cuesta entender las emociones, las vivimos de una manera diferente». 

Ahora

«He dejado de consumir, desde octubre, y estoy muy feliz. Sé que puedo. Es difícil, no puedes curar en dos días lo que has estado pasando durante diez años. Pero ahora mi propósito es ayudar a gente que lo ha pasado como yo. Me gustaría trabajar como terapeuta y contarles que lo más importante es pedir ayuda y apoyarte en los que tienes alrededor. Yo lo hice. En mis padres. Lo han sido todo para mí. Me han salvado la vida una y otra vez».

ORIOL | 23 AÑOS

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«Desarrollé adicción a las pantallas y las apuestas y tuve un problema con el alcohol»

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El confinamiento

«Tenía 16 años y me aislé mucho de mi familia, pero eso era algo que yo ya hacía antes de la pandemia: meterme en mi habitación y desaparecer. Me tiraba horas enganchado al móvil. Ahora que ya he hecho terapia, sé que aquel tiempo en casa fue algo protector, pero también un punto de partida para lo que se construyó después. Tengo un trastorno del espectro autista y un diagnóstico de altas capacidades, pero, además, luego desarrollé adicción a las pantallas y a las apuestas y tuve un problema con el consumo de alcohol».

Adicciones

«Después del confinamiento intenté hacer dos carreras, pero lo tuve que dejar porque no era capaz de integrarme con mis compañeros. Empecé a salir con amigos que hacían apuestas en partidos de baloncesto. Tenía 18 años. Al principio apostaba con ellos, pero me enganché y lo empecé a hacer por mi cuenta, con las aplicaciones. Luego iba a los casinos yo solo. Hasta que descubrí que había ruleta on-line y ahí ya me empecé a gastar mucho dinero».

«Con las deudas llegaron los problemas de verdad. Mi familia se hizo cargo de ellas, pero decidieron que me tenía que ingresar»

«También en esa época bebía. Al principio, solo cuando salía de fiesta, pero acabé haciéndolo de manera recurrente y sin control. Eran formas de salir de una vida que no me gustaba. Era una válvula de escape, pero, para conseguir esa adrenalina que me daba ganar, cada vez necesitaba más. Pagaba con mi propio sueldo, porque trabajaba como entrenador de tenis, pero luego tuve que pedir préstamos y ahí llegaron los problemas de verdad, las deudas».

El ingreso

«No quise pedir ayuda a mi familia, pero un día llegó a casa una carta para reclamar una deuda y le tuve que explicar a mi madre lo que pasaba. Mi familia se hizo cargo, pero yo seguí apostando y acumulé otra deuda. Entonces decidieron que me tenía que ingresar. Me costó admitirlo, pero ya tenía 22 años y no vi otra salida. Estuve casi cinco meses ingresado en un centro, pero no llegaba a mejorar del todo y al final vine al centro de día en el que estoy ahora. No creo que esté curado del todo, pero he vuelto a estudiar y a trabajar y me encuentro mucho mejor».  

ALBERT | 31 AÑOS

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«Para mí es muy difícil comer como una persona normal. No sé llevar la cuenta de lo que hay que pedir»

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El confinamiento

«Tengo un trastorno de la conducta alimentaria, un TCA. Se trata de un trastorno por atracón y siempre lo he llevado de un extremo a otro: o restringía la comida muchísimo o me desfasaba. Y todo lo que venía después era terrible: me veía gordo, me sentía una mierda y no podía salir de casa porque me daba vergüenza, así que limitaba mucho el contacto social. Por eso, en el confinamiento, que yo pasé con 26 años y con mi pareja, estuve bien. Entre comillas, claro, porque lo que hice fue esconder el problema que tenía con la alimentación y que me diagnosticaron después.

«El mundo del 'fitness' es horrible. Tienes que estar como el 'influencer' de turno, pero eso deriva en trastornos de alimentación y dismorfias»

Ten en cuenta que yo ya había vivido épocas de aislamiento voluntarias. Una vez estuve seis meses sin salir porque decidí dejar el gimnasio, engordé y, al no aceptar mi físico, entré en bucle. Exponerme a la gente me provocaba mucha ansiedad y mi forma de huir era recluirme».

Los atracones

«Después del confinamiento había engordado mucho, pero, como tenía pareja, todavía me sentía un poco seguro. Entonces volví a apuntarme al gimnasio, a cuidar mi alimentación y a recuperar eso que yo creía que era lo más importante: mi físico. El problema llegó durante unas vacaciones con mi pareja en las que me descontrolé muchísimo con la comida. Para mí era difícil comer como una persona normal. No sé llevar la cuenta de si hay que pedir una paella y un helado y ya está. O tres de cada. Es ahora cuando estoy aprendiendo a base de fijarme mucho en la gente. Poco a poco, tras el confinamiento, volví a sentir ansiedad y pánico social. Al final, mi pareja y yo lo dejamos, y eso se juntó con que me cambié de trabajo a uno en el que no estaba bien, y el resultado fue terrible. Me pegaba atracones hasta llegar al dolor de estómago, me podía tirar comiendo hasta las cuatro de la mañana».

El mundo del fitness

«Estudié musculación y nutrición deportiva, pero me obsesioné. Llegué al punto de normalizar cosas como llevarme un táper a una boda, por ejemplo. Al principio eran deportes de contacto, pero luego fui derivando hacia el fitness, que es un mundo horrible porque su único fin es la estética. Y encima hay mucha comparativa. Tienes que estar como el influencer de turno y mantenerte así todo el año. Como para la mayoría ese físico es inalcanzable, muchos acuden a los fármacos o acaban derivando en un TCA o en dismorfias».

La recuperación

«Hace algo más de un año, ya con 30, me di cuenta de que algo fallaba, que me sentía vacío y pedí ayuda. Aunque había recibido atención psicológica anteriormente, yo no sabía que tenía un TCA hasta que vine al centro en el que estoy ahora. Así que he empezado a entender cómo funciona mi enfermedad y a perderle el miedo a salir cada vez que entro en bucle. Me enseñan a ir poco a poco: primero salgo a la calle una hora, luego entro a las tiendas, luego a un museo yo solo… Porque todas esas cosas cotidianas a mí me daban pánico, lo pasaba muy mal. Pero ahora he mejorado muchísimo, incluso me he apuntado a bailar bachata, que es algo muy social. Y, aunque sé que todavía no estoy curado porque me siguen viniendo pensamientos, ya sé detectar que lo que me está hablando es la enfermedad».


Paula, Oriol y Albert se recuperan en el centro de día Kafka Psicoterapia, de Barcelona, dirigido por el psicólogo Aleix Cortés y especializado en adicciones, trastornos depresivos, de conducta, de ansiedad, de alimentación y del neurodesarrollo.

Aleix Cortés, psicoterapeuta

«La pandemia provocó un aumento de hasta el 47 por ciento en los trastornos de salud mental de los adolescentes»

Ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones, adicciones, conductas suicidas… Según los expertos, la pandemia provocó un aumento de hasta el 47 por ciento en los trastornos de salud mental de los adolescentes. Aleix Cortés, director clínico de Kafka Psicoterapia (Mataró-Barcelona), lleva años gestionando los resultados de las restricciones que vivieron los jóvenes durante la pandemia. «La adolescencia es el momento en el que el niño empieza... Leer más

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