De Galilea a Jerusalén
La madrugada que pocos peregrinos conocen en una de las ciudades más impactantes del mundo
ISRAEL
Cientos de fieles y curiosos interesados por la historia emprenden cada día un viaje por los lugares donde predicó Jesucristo hace dos mil años, desde Galilea al Santo Sepulcro, en Jerusalén. Así es la ruta y la emoción con la que la viven
La cuna del cristianismo y la primera viajera y escritora española de la que hay noticia

Un poco antes de las cuatro de la madrugada no se ve un alma en la puerta de Jaffa, la entrada al barrio cristiano en Jerusalén. A la izquierda del hotel Imperial están las callejuelas que llevan al Santo Sepulcro. El empedrado ... del suelo, pisado por miles de personas cada día desde hace siglos, brilla bajo la luz amarillenta de las farolas. Es caliza, pero parece mármol. En el zoco las tiendas todavía están cerradas, y en la soledad de las deshoras, las callejuelas tienen el misterio de un túnel del tiempo.
A las cuatro se abrirá la puerta del Santo Sepulcro, un ritual hermoso y privado. La familia hachemita Joudeh AlHusseini tiene la llave desde el siglo XII. Adeeb Jawad Joudeh Al Husseini ha pasado la noche en una casa en la plaza del Santo Sepulcro. Primero abre el portalón de la basílica; luego, las dos puertas de acceso a esa pequeña plaza que arropa este templo del siglo IV, destruido, reconstruido y ampliado en distintas épocas. En la puerta de Santa Helena Road esperan cinco turistas españoles y Murad, un armenio ortodoxo que acude cada mañana desde hace años a presenciar la ceremonia. «Es muy fuerte», dice. Entre sus manos lleva su libro de salmos y avanza sin perder tiempo al edículo donde está el sepulcro de Jesús.
En la basílica aún no hay turistas. Los sacerdotes empiezan sus oraciones en casi todos los rincones del edificio. Murad participa en la ceremonia de los armenios ortodoxos en la puerta de la tumba de Jesús. Cerca, dos religiosos coptos entonan sus salmos. En el Calvario, el lugar de la crucifixión, hay una misa católica dirigida por un sacerdote eslovaco. Por un momento, los cinco españoles casi se sienten intrusos.
Entre tanto, el padre Bala Anthony, católico, de origen indio pero residente en Texas (EE. UU.), sonríe divertido. Es su cuarto viaje a Jerusalén, pero esta noche también ha sido especial para él: ha dormido dentro de esta basílica, el centro del cristianismo. «Solo he dado una cabezada en la capilla de Santa Helena, en la cripta». Cada día lo pueden hacer unas pocas personas que han recibido la autorización de la Custodia, la fraternidad de los franciscanos que protege los santos lugares. Son ya las cinco. Hay más rezos. En unas horas llegará la avalancha de turistas. A media mañana serán miles. Y lo mismo a las cuatro de la tarde, en la procesión diaria por la basílica. Pero a esta hora inclemente, no.
El turismo religioso es un capital esencial en Israel. En una ruta de unos pocos días por los sitios del cristianismo en Galilea (Nazareth, Kafar Kanna -Caná de Galilea-, el monte Tabor, Cafarnaúm) es fácil cruzarse varias veces con grupos de todo el mundo. Pablo Palomares viene de México. Pamela, de Puerto Rico. Hay grupos de peregrinos de Miami y Connecticut (EE.UU.), de Brasil y Filipinas. En las diferentes paradas los vemos llorar, abrazarse, cantar, reír y volver a subir al autobús detrás de un guía que pide atención detrás de una bandera.
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El puerto de Pedro
La ruta que terminará en Jerusalén puede empezar en Jaffa, junto a Tel Aviv. A la derecha, besada por el mar, la ciudad moderna, los rascacielos, el turismo gay. A la izquierda, Jaffa, el viejo puerto citado en diferentes textos desde hace miles de años y hoy un barrio (oficialmente, Tel Aviv-Yafo) donde conviven musulmanes y judíos, salpicado de restaurantes y tiendas chic. En una de esas calles medievales está la Casa de Simón el Curtidor, donde se hospedó el apóstol Pedro antes de partir hacia Roma. En la zona más alta, junto al paseo marítimo, hay una iglesia del siglo XVII dedicada al discípulo de Jesús. En la misa de las 7.00 participan cinco sacerdotes franciscanos y -un día de febrero- diez feligreses.
Cerca de Tel Aviv-Yafo, en la carretera hacia Haifa, está el yacimiento arqueológico de Cesarea. El Mediterráneo es el telón de fondo de esta ciudad levantada por Herodes, que pasó a la historia por la 'matanza de los inocentes' pero que otros califican como 'el magnífico' o 'el constructor'. Fue el impulsor de la expansión del segundo templo de Jerusalén. En Cesarea, la capital militar de Judea en la Antigua Roma, se puede visitar el teatro, los restos del palacio de Herodes y el de Poncio Pilatos, el hipódromo de las carreras de cuadrigas; una torre de los cruzados y edificaciones otomanas. Pero, todavía oculto, se cree que hay mucho más.
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Monte de las
Bienaventuranzas
Cafarnaúm
Mar de
Galilea
Kfar Cana
(Caná de Galilea)
Monte
Tabor
Nazaret
Cesarea
Jordania
Tel Aviv-Yafo
Río Jordán
(Sitio del bautismo)
Israel
Jerusalén
ABC
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Monte de las
Bienaventuranzas
Cafarnaúm
Mar de
Galilea
Kfar Cana
(Caná de Galilea)
Monte
Tabor
Nazaret
Cesarea
Jordania
Tel Aviv-Yafo
Río Jordán
(Sitio del bautismo)
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Jerusalén
ABC
Franciscanos en el monte Tabor
La ruta de los peregrinos nos lleva a la Basílica de la Transfiguración, en el monte Tabor. Allí, según el Evangelio, Jesús dejó ver un fogonazo de su naturaleza divina a Pedro, Santiago y Juan. En esa loma se alza desde 1924 una iglesia franciscana en la que vive el padre Ricardo Bustos, argentino. «Hay días que aquí hay quince o veinte misas reservadas por los grupos de peregrinos», afirma. Los franciscanos tienen la misión de custodiar los lugares sagrados de Tierra Santa desde 1217. En el monte Tabor viven cuatro; en Tierra Santa, unos 250.
En Kafar Kanna se celebra una boda (en realidad, una renovación de los votos) cada pocos minutos. En algún caso el matrimonio llega acompañado de decenas de personas. Y a menudo vienen desde muy lejos: esta vez, de Filipinas. «Siempre hemos soñado con este viaje», proclaman eufóricos. Una calle peatonal lleva hasta el patio de la iglesia y, en el interior, hay una nave con mosaicos bizantinos y una zona subterránea con muros y objetos que podrían ser más antiguos, quizá de la época en que Jesús convirtió el agua en vino.
Pistas
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Dormir. Biazi, hotel & legacy. En el barrio de Nachlaot, Jerusalén. Un hotel boutique y familiar: de ahí el término legado, el del panadero Eliyahu Biazi, unido al de hotel. Tiene seis habitaciones. Precio: a partir de 200 euros. www.biazihotel.co.il
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Comer. El chef Moshe Basson investiga platos relacionados con alimentos que se citan en la Biblia: trigo, cebada, uva, higo, granada, oliva y dátiles. Su restaurante, The Eucalyptus, suele estar lleno. El menú degustación más barato cuesta 84 euros. www.the-eucalyptus.com/
La carretera continúa hacia Nazaret, una ciudad de amplia mayoría musulmana en la que la basílica de la Anunciación es una isla que recuerda el momento en el que el arcángel Gabriel le anunció a María que iba a ser madre. Al construir el templo se encontraron los restos de una gruta donde pudo estar la casa de la Virgen. De hecho la basílica actual tiene dos alturas, la moderna y la que parece trasladarnos dos mil años atrás. Javier, de Ocaña (Toledo), se arrodilla mientras una lágrima asoma en sus ojos. «Fue el momento más emocionante del viaje», diría después.
Nazaret está a 30 kilómetros de Tiberiades y del mar de Galilea. Y la orilla del lago en este pueblo turístico apenas dista unos minutos de la antigua ciudad de Magdala, donde se cree que nació y vivió María Magdalena. En 2009, allí se encontró una sinagoga de la época. Desde aquel hallazgo se ha construido un hotel que rodea el yacimiento y un edificio con diferentes salas, incluida una cripta en la que peregrinos estadounidenses entonan canciones casi con ritmo góspel. «Un poco ruidosos», bromea el padre Kelly, que parece al frente de este centro turístico-religioso y que en un rato tiene una cita con un matrimonio mixto (católico y judía) para bautizar a su hija en el inmediato Mar de Galilea.
-¿De dónde es, padre? -le pregunta alguien.
-Del cielo -contesta.
El viaje de una vida
Diez kilómetros hacia el norte de Magdala está el Monte de las Bienaventuranzas. La actual iglesia católica es del siglo XX y no se tiene la certeza de que este fuera el lugar donde Jesucristo pronunció el sermón de la montaña. Sin embargo, poco importa para los peregrinos que disfrutan el viaje de sus vidas.
De nuevo al coche. A seis minutos, junto al Mar de Galilea (en realidad, un lago de agua dulce), está Cafarnaúm, un pueblo de pescadores donde vivió Jesús tres años, de los 30 a los 33. En este punto, Jerusalén vuelve indomable a la mente de los peregrinos. Pero antes, aún queda una parada importante en el río Jordán, en la frontera con Jordania. En ambas orillas hay turistas. En el lado jordano está el considerado Sitio del Bautismo. En el israelí, un día cualquiera de invierno vemos una veintena de autobuses y a un grupo de ortodoxos rumanos que se zambullen en el río, un bautizo y más lágrimas. Hay quien ha previsto unas horas de descanso para flotar sobre la sal del cercano Mar Muerto. Y, al cabo, tras el chapuzón, el coche enfila hacia la capital de las tres grandes religiones. El final del camino de Jesús hace dos mil años.
Oh, Jerusalén
En el mirador del Monte de los Olivos -incluso rodeados de móviles, de souvenirs- se entiende el peso de las piedras y de tres mil años de historia. Ahí está la ciudad rodeada de montañas, tantas veces reconstruida, amada hasta el exceso, 'santa y cautiva' (como reza el título de un libro del periodista Mikel Ayestarán), dividida y anhelada. A este punto llegó Jesús desde Jericó, desde el mar de Galilea, cuando ya era famoso y seguido. Eran sus últimos días de vida. Vio el templo de Herodes. Y dicen que lloró por lo que estaba por venir.
Los turistas identifican el 'skyline' de la actual Jerusalén: el Santo Sepulcro, la Abadía de la Dormición, las mezquitas, la Ciudad de David. En primer término está el cementerio judío, y más allá el musulmán y la muralla construida por los otomanos sobre las enormes piedras de la época de Herodes. Unos cuantos selfies después bajan por el camino que realizó Jesucristo sobre el burro con el que viajaba, con palmas en las manos, desde el mirador moderno a Getsemaní, el huerto de los olivos milenarios, el lugar donde pasó la última noche, y de ahí al templo, el segundo templo de Herodes, destruido por los romanos como represalia por la revuelta judía del año 70. Entre 1920 y 1924, Antonio Barluzzi -el arquitecto de Tierra Santa- construyó junto al huerto una basílica hermosa, con un techo que nos traslada a una noche estrellada. En este lugar está también la piedra que recuerda la agonía de Jesús, donde rezaba al Padre cuando fueron a prenderle tras la Última Cena.
Pistas
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Tatuajes. La familia Razzouk lleva 700 años haciendo tatuajes a los cristianos, primero en Egipto y, desde hace 500 años, en Jerusalén. Una referencia para muchos peregrinos, que vuelven a casa con una cruz en la muñeca. https:// razzouktattoo.com
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Un poco de contexto. En el Centro Saxum ponen en contexto histórico y geográfico el viaje por Tierra Santa. https://saxum.org/. En el Christian Information Center, en Jaffa Gate, nos trasladan dos mil años atrás con un hábil uso de la tecnología. https://cicts.org/en.
En las calles de Jerusalén la vida es una oración. En el Muro de las Lamentaciones, donde los judíos empezaron a rezar tras la destrucción del templo de Herodes, o en la Vía Dolorosa, que termina en el Santo Sepulcro. En la Explanada de las Mezquitas o en la cercana Belén, ya en Cisjordania. Miles de turistas pasean con la emoción en el lagrimal. Uno de ellos, del grupo de cinco españoles, se siente especialmente feliz. Ha madrugado. Ha caminado por el zoco vacío, ha entrado en el Santo Sepulcro, ha asistido a la ceremonia ortodoxa-armenia, y luego, sin esperarlo, se ha visto dentro de la tumba de Jesús en una misa con un sacerdote católico y cinco feligreses. En la 'madrugá' de Jerusalén le ha atravesado un escalofrío.
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