La torre inclinada de PISA
El mejor resumen del último informe lo hizo, preventivamente, el gran Cantinflas: «Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad»
Ranking: Las comunidades autónomas con las mejores y las peores notas en el informe PISA 2022

El mejor resumen del último informe PISA lo hizo, preventivamente, el gran Cantinflas: «Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad».
Me imagino que en el Ministerio de Educación habrán ... cantinfleado resaltando que nuestros resultados están, más o menos, en la media de la OCDE. Esto es lo que a mí me asusta, estar en la media de la OCDE. Pero no quiero quitarle la esperanza a quien aspire a ser tuerto en país de ciegos. Me voy a limitar a señalar lo que me parece más significativo de este informe.
Lo primero y principal, que Finlandia es el Titanic: Ha perdido 34 puntos en las dos últimas pruebas de PISA. Aquella Jauja maravillosa a la que viajaban nuestros políticos para aprender a hacerlo bien, está hoy profundamente desorientada. Me cansé de advertir a nuestros políticos que podrían ahorrarse mucho dinero viajando a Soria en vez de a Finlandia. Los sorianos tuvieron siempre mejores resultados que los fineses, pero, por lo visto, carecen de glamour. Sin embargo, ahí están: mientras Finlandia cae, Castilla y León resiste. Esto no quiere decir que tengan un sistema educativo perfecto. Su porcentaje de alumnos excelentes se está reduciendo y el de alumnos deficientes se está incrementando. Pero resiste mucho mejor que el de Navarra, que se ha llevado un tremendo batacazo. No es que sus resultados hoy por hoy sean malos comparados con los de otros; es que están muy lejos de los que tuvo. A los navarros, que han descendido 23 puntos, les acompañan en el descenso los vascos y los catalanes, con 24 puntos menos unos y otros. Cataluña ha conseguido la proeza, me imagino que en aras del equilibrio territorial, de ponerse a la altura de Extremadura. Si hacemos caso a lo que la misma OCDE nos dice, que cada 20 puntos indican una diferencia de un curso, los alumnos de 15 años de estas tres comunidades van un curso por detrás de lo que iban hace 10 años. En España, si miramos los datos de las diferentes comunidades cara a cara, todo parece indicar que hemos dejado de tener un sistema educativo para pasar a tener varios. Entre Castilla y León (a su lado podemos poner a Asturias, Madrid, La Rioja y Cantabria) y Cataluña (con Extremadura, Baleares, Andalucía, Murcia) hay cada vez menos en común.
Segundo. La OCDE nos viene a decir que en cuestiones educativas hay, básicamente, dos grupos, los orientales (Singapur, Hong Kong, Japón, Corea, Macao China y Taipei) y el resto. No nos lo podemos tomar a risa, tal como los torpes suelen tomarse a risa al empollón de clase, no vaya a ser que dentro de nada tengamos que acudir a un empresario oriental en demanda de trabajo.
Tercero. La excusa perfecta para justificar nuestro descenso es el Covid. Como el virus no va a protestar podemos con toda tranquilidad cargar sobre sus espaldas nuestras frustraciones educativas, pero quizás no sea justo que se vayan de rositas los gestores educativos que gestionaron aquellos meses, sin duda, terribles. Dado que el confinamiento ha tenido consecuencias diferentes en cada comunidad y en cada país, quizás la variable de la gestión no sea irrelevante. Hay países, y entre ellos alguno muy pobre, como la República Dominicana, que han mejorado sus resultados. Vayan para allá mis más cordiales felicitaciones. El Covid ha agudizado una tendencia descendente que venía de antes del 2018. Pero lo notable es que algunos países han sabido remar contra corriente. Nuestros centros estuvieron cerrados 46 días más que los de Irlanda y, sin embargo, los irlandeses nos meten una considerable paliza en comprensión lectora (a pesar, todo hay que decirlo, de que el inglés es una lengua mucho menos transparente que el español: es muchísimo más fácil aprender a leer en español que en inglés).
Cuarto. Lo digital. PISA nos viene a confirmar que los novólatras que se tomaron las pantallas como la tecnología de la liberación, deben rebajar un tanto sus entusiasmos. Lo obvio es que las pantallas, distraen. Sí, también sirven para aprender. Pero la relación entre sus promesas y sus usos es, al menos inquietante. Una hora diaria de aprendizaje en pantalla parece tener efectos positivos, pero se si prolonga el tiempo, el rendimiento se diluye, por la permanente tentación de la distracción. Ahora bien, esto parece cierto en 1 de cada 3 alumnos. Lo cual quiere decir que otros son perfectamente capaces de trabajar con las nuevas tecnologías controlando su capacidad atencional. Se lo diré susurrando: PISA nos viene a asegurar que de esto de las pantallas es más lo que tememos que lo que sabemos.
Quinto. La sutileza analítica de PISA. Los redactores del informe nos informan con gravedad que hay que garantizar un tiempo suficiente, pero no excesivo, para aprender. ¿Qué quiere decir, esto? Pues no está muy claro. Parece que un calendario de menos de 20 horas lectivas semanales es malo y de más de 39, peor. Nos descubren igualmente que un máximo de dos horas diarias haciendo deberes es bueno y más de tres horas es pésimo. Otro luminoso hallazgo analítico: «Con estos resultados no se puede concluir que estudiar durante más tiempo sea perjudicial para el aprendizaje de los estudiantes». Añadamos otra joya de analítica caligráfica: «En sistemas con muchos estudiantes de bajo rendimiento, es posible que los estudiantes necesiten más tiempo para dominar el contenido». ¿Cómo hemos podido vivir tanto tiempo sin conocer estas verdades?
Sexto. Un apunte sobre las diferencias entre centros públicos y privados: 20 puntos de diferencia, hemos dicho, equivalen a un curso escolar. Pues esto es lo que hay: la media de matemáticas en los centros públicos es de 462 y en los privados, 497. A mí esto me duele.
Séptimo. Uno tiene la sensación de que si escarabajea lo suficiente entre los datos de PISA puede encontrar ejemplos de cualquier cosa y de su contrario. En Montenegro, los estudiantes que asisten a escuelas con más carencias de materiales y de personal obtuvieron puntuaciones más altas en matemáticas que los estudiantes de escuelas bien suplidas de recursos materiales y humanos. Desde luego, no es un ejemplo a seguir.
Para acabar: Tengamos muy en cuenta que PISA no es una prueba de conocimientos, sino de competencias y que quizás debiéramos extraer alguna enseñanza competencial de estos resultados, porque a medida que vamos extendiendo las competencias todo parece indicar que somos menos competente. Quizás sea debido a que, aunque no lo diga PISA, el sentido común nos advierte que es muy difícil pensar razonablemente sobre información ausente y, además, que todos disponemos de dos herramientas competenciales que no debiéramos dejar en desuso: los codos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete