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Charo Sádaba, Defensora del Lector de ABC: «Gran parte de la solución a esta crisis social pasa por el periodismo de calidad»

La representante de los lectores será «una mirada externa y crítica» sobre lo que se publique en nuestro periódico

La catedrática de Comunicación Charo Sádaba, Defensora del Lector de ABC

Charo Sádaba, el pasado miércoles en la redacción de ABC José Ramón Ladra
Fernando Rojo

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Charo Sádaba (Pamplona, 1972) va midiendo cada respuesta como quien sabe que está a punto de meterse en un charco enorme, del tamaño de un océano. Pero al final se mete, vaya si se mete. Es consciente del reto de convertirse en la primera Defensora (y Defensor) del Lector de la historia de ABC. Un desafío que no elude esta investigadora, profesora, catedrática de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Navarra -de la que es decana desde junio de 2017- pero sobre todo experta en el papel de la prensa en una sociedad cada vez más acuciada por el ruido y la desinformación.

—¿De qué y de quiénes hay que defender al lector?

—De aquellas prácticas mejorables que pueden inducirle al error, a una versión sesgada de la realidad. Hay que asegurarse de que lo que obtiene el lector, en la medida en que está depositando su confianza en una cabecera y en unos profesionales que están detrás de esa cabecera, responde a los estándares periodísticos y deontológicos más elevados. No vengo a defender a los lectores de la Redacción. Vengo a mantener ese nivel de exigencia a la altura que requieren la cabecera de referencia, los tiempos y la audiencia del periódico. Estoy segura de que los profesionales de un diario como ABC trabajan con los estándares más elevados, pero somos humanos y todos cometemos errores.

—Desde el otro lado, ¿por qué un periódico necesita un Defensor del Lector?

—Vivimos en la era de la reputación, que es un elemento intangible, pero que tiene valor. Aporta valor a una cabecera, a los contenidos que se publican y a los profesionales que trabajan en ella. Y en ese sentido, es positivo contar con alguien que permite a los medios tener una visión crítica sobre su labor. Una visión reflexiva que haga preguntarnos: ¿esto que hemos hecho es lo mejor que podíamos haber hecho? ¿Podemos hacer algo para mejorar en el futuro?

—Decía Walter Lippmann hace un siglo que «por cada dato que se suprime para no perjudicar a una compañía ferroviaria o un banco, se suprimen nueve para no ofender los prejuicios de los lectores».

—Se ha instalado la famosa idea del «consumidor en el centro», que en el caso de los medios sería «el lector en el centro» o «la audiencia en el centro». Y eso ha podido generar en muchos sectores una cierta sensación de clientelismo. Como trabajo para ellos, tengo que hacer lo que ellos quieran. Eso requiere un ejercicio muy honesto del servicio que estoy proporcionando y de por qué se confía en mí para prestar ese servicio, y eso tiene mucho que ver con los fundamentos de la profesión. A veces, no hay que darle al lector lo que el lector quiere. Hay que pensar honestamente qué necesita el lector para estar mejor informado.

Para dirigirse a la Defensora

  • Correo: defensoradellector@abc.es

  • WhatsApp: 639 793 483

—Por lo tanto, aquí no vale aquello de que el lector siempre tiene razón.  

—No, pero una de las ventajas de que la gente que lee periódicos sea la mejor informada es que esa gente es capaz de entender mejor lo que haces cuando se lo explicas. A veces el lector puede sentirse sorprendido, ofendido por algo. Pero cuando se lo explicas, en una relación no clientelar pero sí de cierta confianza, puede entender más fácilmente por qué un periódico ha actuado de determinada manera.

—Parece evidente qué ganan los lectores teniendo una Defensora, ¿pero qué ganamos los periodistas?

—Tener una mirada externa. Es una experiencia muy humana: es lo mismo que ocurre cuando alguien que te conoce de toda la vida viene a tu casa y te pregunta con respeto: «Oye, ¿por qué tienes eso ahí?». Y de repente eso te hace preguntarte cosas que no te habías planteado.

—¿Espera resistencias de la Redacción?

—Seguro que las habrá. Porque no todo el mundo recibe igual una crítica externa. Pero no hay cambio sin resistencia. Cuento con ello, pero también con la seguridad de que ninguna de las cuestiones que se planteen no se puedan resolver hablando, escuchando y respetando el trabajo de todos los profesionales de esta Casa.

—La del Defensor del Lector es una figura con larga tradición, sobre todo en la prensa anglosajona y nórdica. ¿Tiene algún referente o va a construir un modelo propio?

—Tendré que construir un modelo propio, entre otras razones porque lo que me diferencia de muchos defensores del lector es mi total independencia de la Redacción al no pertenecer ni haber formado parte de ella.

—Eso puede ser una ventaja, pero también un inconveniente.

—Empezando por los inconvenientes, es evidente que habrá cosas que preguntaré y que alguien pensará: «Si ella estuviera aquí, ya sabría por qué esto lo hacemos así». Pero en el lado de las ventajas, vuelvo a apelar a esa visión ajena pero respetuosa de la realidad, que yo agradezco en el trabajo universitario, cuando alguien desde fuera me hace preguntarme, desde el cariño y el respeto, si no puedo hacer las cosas de otra manera. Creo que hay más ventajas que inconvenientes.

—¿Mejora la calidad de un periódico con una figura como la suya?

—Quiero creer que si las grandes cabeceras internacionales la mantienen, es porque aporta algo. Estamos en una época en que no ampliamos estructuras por placer, y menos en el mundo de los medios. Puede mejorar la calidad no solo porque se canalizan las críticas constructivas de los lectores, sino también porque puede servir de acicate a los redactores, aunque solo sea para que no les toque tener que lidiar conmigo.

—Desde el mundo universitario, ¿cómo se percibe la situación actual de los medios? ¿Es la prensa de calidad un dique frente a la desinformación?

—Sí. De hecho, hay estudios científicos que demuestran que cuando las marcas periodísticas de calidad desaparecen o bajan sus estándares por la crisis, se resiente la propia calidad de las democracias. Así que llevado al otro lado de la moneda, en un entorno donde los bulos circulan por las redes a gran velocidad, se hace más necesario que nunca el periodismo de calidad como esa fuente con la cual tenemos certeza de que lo que estoy consumiendo tiene unos mínimos estándares que me aseguran que eso es cierto. Puedo estar de acuerdo o no con la orientación ideológica de lo que me están contando, pero que lo que vea no se lo hayan inventado con interés de hacer daño a una institución o a una persona, algo que ocurre demasiado en la red. Creo que gran parte de la solución a esta crisis social, que se refleja en este clima de desinformación en el que se hace hasta difícil respirar, es dar un paso adelante por el periodismo de calidad.

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