Antoni Trilla, asesor del Gobierno durante la crisis del Covid: «Ahora plantearíamos un confinamiento más selectivo»
El epidemiólogo catalán reflexiona sobre los aciertos y errores de una crisis «porque no podemos repetir el pasado»
Editorial | Covid: lecciones y manipulación
Covid persistente: dos millones de españoles arrastran la enfermedad cinco años después

Hace cinco años el SARS-CoV2 convulsionó el mundo. Golpeó nuestras vidas, nuestra sanidad, nuestra economía; cambió la forma de relacionarnos y evidenció las fragilidades de nuestro estado del bienestar. Fue la primera gran pandemia del siglo XXI, que dejó siete millones de fallecidos en ... todo el mundo, 120.000 de ellos en España. Nos marcó a fuego para siempre. Cinco años después de la emergencia mundial, el epidemiólogo Antoni Trilla, uno de los seis integrantes del comité de sabios que asesoró al Gobierno durante la pandemia y experto también de cabecera de la Generalitat, reflexiona en una entrevista concedida a ABC sobre cómo se respondió a la crisis sanitaria.
—Usted fue uno de los seis expertos a los que el Gobierno de Pedro Sánchez escuchó durante la pandemia. ¿El comité científico fue un comité de 'atrezzo' o realmente el Gobierno lo tuvo en cuenta para tomar decisiones?
—Sí se nos escuchó. No obstante, las decisiones, no podemos olvidarlo, las toman los responsables políticos. Ellos tienen un abanico de información mucho más amplio del que tenemos los epidemiólogos. Nosotros vemos la realidad desde un prisma científico, pero las decisiones son mucho más complejas de lo que puede aportar la ciencia. Sus argumentos sobrepasan la ciencia.
—Lo digo porque durante la pandemia se dijo que el Gobierno tomó algunas decisiones escudándose en los expertos y luego los expertos desmintieron que se tuviera en cuenta su opinión...
–Como usted sabe hubo dos comités en los que se apoyó el Gobierno a la hora de tomar decisiones: un comité técnico, del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, capitaneado por el epidemiólogo Fernando Simón, y otro científico asesor, integrado por especialistas independientes de diferentes ámbitos. Es posible que cuando el Gobierno se refiriera a que había consultado a los expertos y no nos consultara a nosotros, lo hiciera probablemente al comité técnico, y viceversa. Lo desconozco.
—Cataluña anunció el mismo marzo de 2020 que tenía un «cortafuegos eficaz» para frenar la cadena de contagios: la hidroxicloroquina, un antipalúdico que finalmente, tras meses de investigación, se mostró totalmente inefectivo. ¿Fue irresponsable aquel anuncio?
—El conocimiento que había en aquel momento sobre la utilidad de la hidroxicloroquina no era demasiado sólido. Se estaba popularizando en Marsella de la mano del infectólogo francés Didier Raoult como un posible tratamiento contra el virus. Este peculiar médico empezó a administrarlo a algunos pacientes en un estudio mal diseñado del que ahora sabemos además que se falsearon datos. Recuerdo que el diario 'Le Monde' publicó una tribuna firmada por representantes de numerosas sociedades científicas en las que denunciaron la ausencia de supervisión y de consecuencias por lo que calificaron como el mayor ensayo terapéutico salvaje conocido. Numerosos pacientes fueron los conejillos de indias de este fármaco en manos del científico francés. El resultado de este estudio se publicó en abril y fue la gota que colmó el vaso de la paciencia. Sin embargo, el ensayo dirigido desde Cataluña por el doctor Oriol Mitjà se hizo bien y sirvió para descartar este fármaco. En aquel momento sí había, por ejemplo, evidencia, a través de estudios multicéntricos solventes coordinados por científicos británicos de que los corticoides sí salvaban vidas en los casos más graves.
–¿Qué es lo que en su opinión se hizo bien y qué podría mejorarse en caso de una nueva pandemia mundial?
–Los 'exámenes de retrovisor' son muy fáciles. Hay cosas que se hicieron bien, desde luego, como por ejemplo establecer un liderazgo desde el Ministerio de Sanidad, aunque hubo enfrentamientos entre comunidades autónomas y Gobierno a la hora de tomar medidas. Otra cosa que se hizo bien también fue ir a la una con Europa en la compra y distribución de vacunas. En aquel momento, Europa hizo de Europa y eso estuvo muy bien. Repartió con criterios homogéneos por todos los países, basándose en criterios de priorización de riesgo, sin tener en cuenta ningún otro condicionante. Desde el punto de vista local, una de las cosas que se hizo bien es la primera campaña de vacunación. Tuvimos vacunas rápidamente gracias a la ciencia. Las vacunas nos sacaron del pozo. Y la gente se vacunó. Hubo una muy buena respuesta de los ciudadanos.
«Necesitamos un marco para que los jueces no cuestionen decisiones basadas en salud pública»
—Pero algo se haría mal...
—Obviamente hay cosas mejorables que igual pueden hacerse de forma diferente si nos sorprende una nueva pandemia, que muy probablemente sucederá. Estaría bien, por ejemplo, que se estableciera un marco normativo que determinara hasta qué punto el poder judicial puede cuestionar decisiones basadas en la salud pública. Esas decisiones deben priorizarse siempre en momentos de emergencia mundial. En aquel momento no estaba regulado.
—También hubo y, eso no lo negará, descoordinación entre el Gobierno y la Generalitat a la hora de contabilizar las defunciones...
—Está claro que los sistemas de información y notificación en una situación de emergencia como la que vivimos deben ser los mismos. El Ministerio de Sanidad contabilizó las defunciones siguiendo unos criterios más restrictivos y la Generalitat de Cataluña contabilizó también cuadros clínicos compatibles, no sólo casos confirmados clínicamente. Eso condujo a una diferencia de cifras entre las dos administraciones y dio, obviamente, sensación de descoordinación. Se hubiera podido hacer mejor, pero se está intentando que funcione mejor. Respondiendo a su pregunta le puedo decir que se ha de hacer mejor y que están trabajando para que sea así.
—¿Qué otras lecciones aprendimos de la pandemia?
—Ahora, por ejemplo, vista la experiencia quizás plantearíamos un confinamiento más selectivo, identificando y mejor los grupos de riesgo, aquellos más vulnerables y a los que se debe proteger más. No sería ni tan masivo ni tan 'todos encerrados en casa'. Las decisiones sobre confinamiento de población son muy difíciles porque deben tenerse en cuenta muchos criterios, no solo los epidemiológicos. Deben hacerse muchos equilibrios. El impacto económico del confinamiento aún lo estamos arrastrando. Siempre he dicho que los cierres deben hacerse con precisión quirúrgica porque tienen consecuencias a todos los niveles, tienen impacto en la economía, pero también en la salud mental de los ciudadanos. Las decisiones deben tomarse desde el punto de vista médico, pero también social.
—¿Habrá otra pandemia? Y si la hay, ¿nos pillará igual de desprevenidos?
—Que habrá otra pandemia es seguro. El problema es que no sabemos cuándo ni de qué tipo será. Lo que debemos procurar es una preparación suficiente para que podamos reaccionar mejor. Tener una tecnología o un modelo de vacuna a mano que nos permita dar una respuesta rápida, por ejemplo.
—¿La tenemos en estos momentos? Dicho de otro modo, la pandemia destapó las fragilidades de un sistema infrafinanciado durante años. ¿Se ha invertido más en sanidad en estos últimos años?, ¿se han incrementado los recursos sanitarios por si nos sobreviene otra pandemia?
—En algunos centros sí se han ampliado infraestructuras pero respondiendo a su pregunta..., si lo que quiere saber es si tenemos capacidad para hacer frente a necesidades extraordinarias como fue la pandemia, la respuesta es no, pero podemos tenerla. Es decir, ahora, a diferencia de entonces, sabemos cómo transformar las cosas. No tiene sentido que sobredimensionemos infraestructuras si luego no podemos mantenerlas y no tenemos suficiente personal para atenderlas. Le pondré un ejemplo: si chocan dos autocares en el área urbana de Barcelona, sí podemos atender a una veintena de heridos en el hospital, pero si hay un accidente de tren con 400 heridos no podremos asegurar la respuesta lamentándolo mucho. No podemos sobredimensionar nuestro sistema hasta ese punto porque no sería sostenible.
—No había ventiladores ni Equipos de Protección Individual (EPI) y la sensación de improvisación era constante. ¿Se sintieron los hospitales amparados por la Administración?
—Era una situación nunca vista. Nos sorprendió a todos. También al sistema. En Cataluña, lo que se indicó a los hospitales fue: «Espabílense. Trabajen lo mejor que puedan». Se descentralizaron mucho las decisiones a pie de pista. El mensaje era «hay que procurar aguantar la presión asistencial». Tenías vía libre para tomar decisiones siempre y cuando, al acabar la pandemia, justificaras las cuentas. Se hizo bien.
«Las diferencias entre Madrid y Cataluña por la cifra de muertes dio sensación de descoordinación»
—¿Nos hemos olvidado muy rápido?
—Sí. Yo creo que la gente quiere olvidar lo que le duele pero no hay que olvidar lo que vivimos todos. Hay que recordarlo y prepararse siempre. No podemos repetir el pasado. Tampoco podemos predecir el futuro, pero lo que sí podemos hacer es tratar de influir sobre él, tanto individual como colectivamente.
—¿Es fruto de esa desconexión el hecho de que haya caído tanto la tasa de vacunación?
—La campaña de vacunación frente a la Covid-19 no ha alcanzado buenos resultados esta temporada. Negarlo sería esconder la realidad. Apenas se ha alcanzado el 38% de cobertura de toda la población en riesgo a la que se recomienda esta vacuna, cuando la cifra a alcanzar es del 75%. Para revertir esta tendencia a la baja, necesitaremos más inversión y estrategias de comunicación e información más prácticas, originales y flexibles, que promuevan y faciliten la vacunación, sobre todo entre aquellos colectivos más vulnerables.
—El SARS-CoV-2 sigue entre nosotros, convive con otros virus antiguos conocidos de la casa, y no hay previsión de que desaparezca. ¿Estamos suficientemente protegidos?
–Cinco años después del inicio de la pandemia de Covid-19, estamos en una fase de transición incierta. La enfermedad no es aún estacional, ni endémica. El virus SARS-CoV-2 sigue siendo un objetivo móvil y difícil, que va unos pasos por delante de nosotros. Las características clínicas de la enfermedad han cambiado, en medio de un panorama inmunitario muy diferente al que teníamos en 2020. Sin embargo, hay nuevos tratamientos y vacunas en investigación clínica que, si demuestran su seguridad y efectividad, ayudarán a reforzar las estrategias de prevención y control. También es necesario modernizar y reforzar los sistemas de vigilancia epidemiológica (poblacional, de las aguas residuales, secuenciación genética del virus, sistemas de inteligencia artificial). Vacunarse hoy en día es la mejor protección contra la enfermedad y también una forma de reducir el riesgo de sufrir covid persistente. Que el SARS-CoV-2 desaparezca de la faz de la Tierra es muy poco probable. Tampoco es probable que volvamos a un escenario como el vivido en 2020.
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