en cuarentena
La pequeña Ruiz Gijón
Él y sólo él, viajará a la ciudad eterna para demostrar en el mismo corazón de la iglesia católica, cómo un gitano hecho dios gracias a las manos virtuosas de un artista, moviliza la fe
Domingo de Ramos en Sevilla, en directo
Aquellas monjas aprovechaban cada festividad que se presentaba a lo largo del curso para dejar en sus alumnas un poso de conocimiento sobre su cultura más próxima. La semilla para cultivar una sabiduría popular, que lejos de parecer algo anacrónico, sirve y mucho para valorar ... lo próximo y entender el contexto que nos toca más de cerca. La Semana Santa en aquel colegio del centro de Sevilla era una celebración que trascendía lo puramente religioso. Era un momento idóneo para introducir a aquellas niñas preadolescentes en el arte a través de la imaginería cofrade o la poesía que se recita en los pregones inolvidables. Y no hay nada como una buena leyenda para despertar el interés de una mente inquieta que se mueve con naturalidad por el mundo de la fantasía. Sí, la cabeza de un niño tiene ese poder que con el paso de los años y el peso de las responsabilidades vamos poco a poco olvidando.
Pues aquel año, a aquella clase de 5º de EGB, le tocó investigar sobre las leyendas que rodean a la Semana Santa. Las alumnas tenían que rebuscar entre los libros de la biblioteca o los que había en sus casas hasta llegar a una buena historia. Sin internet, sin Google, sin tabletas. Suena prehistórico, pero no hace tanto de aquello.
Tras el hallazgo del texto inspirador, las niñas tendrían que representarlo en un pequeño teatrillo delante del resto de la clase y que sólo era el pretexto para que aquella promoción se divirtiera leyendo hasta quedarse enganchadas a un hábito que parece perderse hoy en día entre los más jóvenes.
Fue así como aquella niña acabó disfrazada de pintora, con una bata blanca, una boina extravagante y unos pinceles gigantescos que colgaban como puro atrezo a la solapa. La improvisada actriz se había quedado fascinada con la historia de Ruiz Gijón, un artista que encontró la inspiración definitiva siendo testigo directo del crimen de un gitano de La Cava cuyo rostro quedaría inmortalizado para ser venerado.
La leyenda del Cachorro enamoró a aquella niña y le despertó una pasión irrefrenable por las letras. Es la marca que deja el embajador que pronto tendrá la ciudad de Sevilla en la misma Roma. Él y sólo él, viajará a la ciudad eterna para demostrar en el mismo corazón de la iglesia católica, cómo un gitano hecho dios gracias a las manos virtuosas de un artista, moviliza la fe como sólo en esta santa tierra se hace.
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