Opinión
Aguas eternas
«En cada una de sus lágrimas iba una promesa y un perdón, y en el iris de sus ojos residía la certeza de que todavía quedan muchas misiones por cumplir»

Para Juan
No ha pasado un día y ya echamos de menos el calor de su manto azul de otoño. Vacíos y huérfanos de su mirada, qué difícil se nos hace comprender que esto no ha sido el final, sino el principio. Y qué poco habríamos aprendido en estos meses si no supiéramos que la Gracia que la Virgen de las Aguas derramó el pasado sábado en Sevilla era el regalo que necesitábamos, sedientos como estábamos de asideros de Fe.
En cada una de sus lágrimas iba una promesa y un perdón, y en el iris de sus ojos residía la certeza de que todavía quedan muchas misiones por cumplir: la Misión de ser Iglesia en salida, la Misión de anunciar el Evangelio, la Misión de ser ejemplo de Fe y de Esperanza.
Ese es el fruto de un itinerario recorrido por la Hermandad del Museo a base de tesón y de esfuerzo, así como de compromiso y alegría, cuyo colofón se ha resumido en unas manos entrelazadas donde han ido todos nuestros ruegos y necesidades. La belleza de la Virgen eclipsó, quizás por un momento, el objetivo último de este empeño. Pero con cuánto fervor los hermanos del Museo la acercaron a aquellos que más la necesitan y con cuánta elegancia y sencillez la madre del Señor llegó a los corazones de los fieles en su salida extraordinaria por las calles de la feligresía de San Vicente.

Todo merecerá la pena si el mensaje del Evangelio cala en la sociedad en la que vivimos, más allá de debates puramente estéticos. Las manos no hacen al hombre, sino su corazón. Y eso mismo ha ocurrido con la Misión del Museo, que tiene tanto músculo que ha sabido abordar la fiesta de una procesión de esta envergadura con la seguridad de tener todas las respuestas en las manos de la Virgen: la respuesta al pobre, al necesitado, al falto de esperanza e ilusiones, al perdido, al que busca y no encuentra. Porque no hace falta más para llegar al otro, sólo Verdad y Palabra. Sólo Amor. Y es ahí justo donde empieza el camino del tiempo y el espacio que empezó hace 250 años. Aguas eternas.
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