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Real Academia de Buenas letras

El último 'Recuadro' de Antonio Burgos: «Su Sevilla es la nuestra»

La Real Academia Sevillana de Buenas Letras acogió este jueves una sesión necrológica en memoria del periodista y escritor fallecido a finales de 2023

Participaron en ella Ignacio Medina, duque de Segorbe; José Joaquín León, Arturo Pérez-Reverte, Ignacio Camacho, Enriqueta Vila y Joaquín Caro Romero

La Casa de los Pinelo acogió este jueves la sesión necrológica en memoria de Antonio Burgos María Guerra

La Real Academia de Buenas Letras de Sevilla acogió este jueves una sesión necrológica en memoria del maestro Antonio Burgos. Un multitudinario acto en el que quisieron participar numerosos académicos, pero que por limitación horaria se limitó a seis intervenciones con los discursos de Ignacio Camacho, Ignacio Medina (duque de Segorbe), José Joaquín León, Enriqueta Vila, Arturo Pérez-Reverte y Joaquín Caro Romero, quienes glosaron y elogiaron la genialidad literaria y méritos del reconocido periodista y articulista de este periódico.

También se reivindicó, como en el caso de Enriqueta Vila, el espíritu andalucista de Antonio Burgos, quien tanto defendió esta tierra a través de sus libros, artículos y coplas, especialmente en aquellos escritos en la sección Casco Antiguo y en la tribuna de opinión El Recuadro. La sesión estuvo presidida por el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz; el jefe de la Fuerza Terrestre, Carlos Melero; y el presidente del Instituto de las Academias de Andalucía, Benito Valdés.

Además de la familia de Antonio Burgos, acudieron su íntimo amigo Curro Romero, acompañado de su esposa Carmen Tello, el director de ABC de Sevilla, Alberto García Reyes, el exalcalde Alejandro Rojas-Marcos o el periodista Jesús Vigorra, entre otros.

Ignacio Medina, duque de Segorbe. RASBL

«Sus artículos marcan un antes y un después del patrimonio local»

Sobre el estrado, muchos de sus íntimos. El duque de Segorbe (académico de la institución anfitriona), uno de los promotores de esta sesión junto con Ignacio Camacho, ha ejercido, como él mismo ha dicho, de alguacilillo de la tarde. «Despejando la plaza antes de dar paso a los espadas que glosarán su vasta producción literaria haciendo un semblante de mi amigo del alma». La relación entre ambos se inició al poco de estrenarse la sección Casco Antiguo, que se prolongó de 1967 a 1985 en el periódico ABC. «Cuántos tesoros se han salvado con sus denuncias», ha subrayado Ignacio Medina el día en que se ha conocido la noticia de que la Fundación Casa Ducal de Medinaceli ha adquirido el Arco del Postigo para convertirlo en un museo de las murallas y las puertas de la ciudad. «Nuestra complicidad fue fundamental para luchar por nuestros valiosos vestigios arquitectónicos. Gracias a su presión periodística muchos de ellos no fueron derribados, otros fueron reconocidos», ha comentado citando algunos ejemplos como el Corral del Conde, la Casa de Hernán Cortés o el Palacio de Altamira, éste último hoy sede de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. En sus emocionadas palabras, el duque ha dejado una incontestable sentencia. «Sus artículos marcan un antes y un después del patrimonio local». En ese empeño compartido, el noble -arquitecto y restaurador- y el periodista sevillano mantuvieron una comunicación casi diaria. «Cuando le daba una idea, por muy vaga que fuera, a los 15 minutos ya me devolvía un artículo embellecido por su torrente de creatividad», ha contado el académico en su alabanza. «Escribía rápido y bien».

El duque de Segorbe ha estirado la metáfora taurina en el cierre de su intervención para contar una simpática anécdota que refleja, como después ha recordado también Ignacio Camacho, la máxima de Burgos: a Madrid hay que ir, pero no irse. El escritor le pidió a Ignacio Medina que le acompañara a la capital de España a negociar con la prensa madrileña un contrato. «Y es cuando me sentí como El Pipo, hablando para llevar a Las Ventas al maestro más destacado de Sevilla. Salió bien y, ufano, volví a comunicarle lo que habíamos hablado. Pero no tuve respuesta. En el hotel me había dejado una lacónica nota: 'Muchas gracias, Ignacio, no se me ha perdido nada en Madrid'». Y es que, como ha parafraseado el primer interviniente en este solemne acto a Ludwig Wittgenstein: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Y en Antonio se confundía con Sevilla.

José Joaquín León. RAHA de Cádiz

«Decía que Cádiz le había tratado mejor que Sevilla. Allí se le reconoció antes»

José Joaquín León, representando a la Academia gaditana María guerra

Con Sevilla y con esa otra división no sólo para él, sino para todo el universo: Cádiz. José Joaquín León Morgado, representando a la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz, ha cruzado varias veces, ida y vuelta, los 120 kilómetros que se unían en el corazón del articulista. Con esa frase que inventó el poeta Villalón y que Burgos, «en su generosidad porque no era dado a los mangazos» popularizó. Para el pregonero de la Semana Santa de Sevilla, Antonio Burgos sentía que su mundo se dividía así, o, mejor dicho, era uno mismo. «Un mundo que constaría de Sevilla y Cádiz, que son distintas, pero tienen la misma identidad», ha resaltado este colega para referirse al «gaditanismo y el sevillanismo» del periodista homenajeado. También ha recordado que otra de sus frases que hoy en día se diría se hizo viral fue: «La gente de Cai nacemos donde nos sale de los cojones».

En su divertida alocución, José Joaquín León ha usado el juego de palabras para definir ambas identidades. «Si Sevilla era la ciudad de la gracia divina y macarena, Cádiz la de la gracia. La Sevilla de los malage en Cádiz se le llama siesos». Hay otros amores a los que no les separa un río, sino un océano. Pero el matrimonio de la Tacita de Plata y La Habana es «eterno» en parte por la letra del insigne escritor a la que puso voz Carlos Cano y que también dejó un verso «lapidario, más fino que el anterior»: «La Habana es Cádiz con más negritos. Cádiz, La Habana con más salero». En plena celebración de Don Carnal y mencionando al cantautor granadino y su fructífera relación con Antonio Burgos, León Morgado ha recordado que ambos pregonaron el Carnaval de Cádiz en 1988, y que le compuso a Antonio Martín y el Coro de la Viña premiadas letras del concurso del Falla. En este momento ha apuntado sobre su inminente experiencia como anunciador de la Semana Santa de Sevilla que en «Cádiz el despelleje es menos que aquí». También fue pregonero Burgos de la Semana Mayor sevillana, Hijo Predilecto de Andalucía y ya de su tierra natal a título póstumo, aunque él, ha destacado el ponente, «decía que Cádiz le había tratado mejor que Sevilla, allí se le reconoció antes». «Cádiz desde fuera se ve muy bonita, un sueño, a la que nos encantaría ir a través del río. Y Cádiz es un isla con una lengua de tierra que conduce los sueños de libertad hacia Sevilla».

De igual forma, el periodista gaditano ha bromeado sobre una supuesta rivalidad entre las dos ciudades, una pugna que vendría de los tiempos del traslado de la Casa de Contratación a la tacita en el siglo XVIII. «Una rivalidad de mentirijilla porque después acabaron arruinándose las dos». Sea como fuere, Antonio Burgos, «más gaditano que el faro de las puercas o el de La Caleta» se ganó la doble nacionalidad «a pulso».

Ignacio Camacho. RASBL

«De manera consciente o subliminal la Sevilla de Burgos es la nuestra»

El periodista y articulista Ignacio Camacho María Guerra

El académico de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla Ignacio Camacho ha pronunciado una íntima y agradecida glosa sobre la figura de Antonio Burgos, maestro de periodistas, eslabón de varias generaciones de nombres del oficio más bonito del mundo y un «escritor costumbrista» al que, según ha destacado el articulista de ABC, se le debe en parte el concepto de la Sevilla contemporánea. «Un anhelo melancólico, latente al fondo de la tematización turística, de la voracidad especulativa, incluso del ombliguismo de la pequeñez localista. Una Sevilla inmanente, enterrada bajo los signos triviales de la posmodernidad que cada Semana Santa se reconstruye y resucita como aquellos monjes de la leyenda de Bécquer para abastecerse en el esplendor de su plenitud prístina», ha recitado el también periodista sevillano.

Para Camacho, «de manera consciente o subliminal la Sevilla de Burgos es la nuestra». «La que sus coetáneos hemos aprendido a conocer de su mano, pero también la de sus antecesores literarios cuya herencia administró en régimen de mayorazgo». En este sentido, ha abundado, el homenajeado puso en marcha a través de sus secciones en el periódico «un observatorio humano donde cualquier caso de novedad, incidente o simple rasgo de interés quedó registrado como un inventario. Personas que nunca leyeron a Murube, Montesinos, a Chaves lo conocieron a través de Burgos sin saberlo, reflejados en el espejo que cada día proyectaba la imagen depurada de un sevillanismo militante, apasionado, existencialista, irredento». También ha hecho mención a su defensa del patrimonio, ya sea artístico o inmaterial, en cualquier caso «imperecedero». Todo ello transmitido mediante «el ejercicio del compromiso testimonial del periodismo».

«La Sevilla de hoy, tal vez el Cádiz de hoy, son en parte una construcción intelectual de Antonio Burgos. Las miramos con su mirada, las criticamos con su crítica. Las ponderamos con su pasión, las sentimos con su sensibilidad, las medimos con su medida. Su influencia ha sido inmensa a la hora de levantar una cartografía sentimental o un tratado de filosofía, sino sobre todo un estado de opinión sobre el modelo tradicional de ciudad, sobre sus claves históricas o sobre su transformación urbanística», ha continuado el escritor antes de dar paso a las cualidades que hacían digno merecedor a Burgos de ser considerado un maestro -«aunque el único magisterio que reconocía de tal nombre es el de Curro Romero». «Era un maestro por su estilo, por su fibra moral, por su tenacidad profesional, por su ingenio, por su instinto perceptivo, por su talento multifacético, por su vocación entregada, por su coraje civil, por su insobornable independencia de criterio».

Enriqueta Vila

El escritor que más entró en el alma de Sevilla

Enriqueta Vila

La relación entre ambos académicos se remontaba incluso antes de que en los años sesenta se conocieran como vecinos. El maestro Burgos oyó desde niño 'El Toreo', presentado por Enrique Vila en Radio Sevilla, el programa-revista que más le marcó como aficionado a los toros y al que tantas veces hizo referencia en sus recuadros. La americanista contó cómo era el Antonio Burgos que conoció hace más de sesenta años, cuando ya era el periodista y escritor «que más se ha metido en el alma de Sevilla, en su gente, en sus costumbres y en su idiosincrasia».

Enriqueta Vila alabó el don de Burgos para escribir de recuerdos intemporales de la ciudad, «dominaba la Sevilla de dos o tres generaciones y les escribía como si hubiera estado presente». La historiadora le preguntó en una ocasión al escritor que cómo podía escribir de esa manera tan variada de Sevilla y éste, según ayer recordó, le contestó que a través del «oficio». «Sin duda, tenía el oficio del buen periodista». Tal y como apuntó Enriqueta Vila, el maestro Burgos era un apasionado del Periodismo, desde la redacción de cualquiera de sus géneros hasta su participación activa en la sala de máquinas. «Antonio escribía como quería y lo requería».

«Su amor a esta ciudad hizo que entrara en una asociación política contra la dictadura, que después sería el Partido Andalucista liderado por Alejandro Rojas-Marcos. Antonio me lo presentó y, junto a mi marido, me lanzaron a mi periodo municipalista en el que tanto trabajé. Sin ellos, me hubiera perdido uno de los periodos más interesantes de mi vida».

Señaló Enriqueta Vila que en los numerosos libros publicados por Antonio Burgos se tocaron todos los géneros: ensayos, novelas, biografías y canciones; aunque en su muy prolífica producción literaria «sobre todo se dedicó al periodismo, y sus bellos recuadros fueron lo más leído en sus muchos escritos».

Enriqueta Vila recordó como uno de sus grandes hitos periodísticos la labor al frente de la sección Casco Antiguo en la que, a través de Abel Infanzón, tanto defendió la Sevilla olvidada y su patrimonio. Por último, pidió a la Real Academia que se recuperara toda aquella producción.

Arturo Pérez-Reverte

Autor de las Habaneras que hubiera querido escribir

El escritor Arturo Pérez-Reverte

En octubre del año 2004, unos meses después de que le concedieran el Premio Romero Murube, Antonio Burgos escribió un recuadro titulado 'La Andalucía de Pérez-Reverte', en el que reconocía «envidiar» al periodista y novelista «Por cómo escribe. Por cómo es. Por cómo se atreve a decir lo que piensa. Por su temple para saber hacerse perdonar el éxito, con sus millones de lectores. Un caballero de la escritura. A quien envidié más todavía la otra tarde. Le acabábamos de dar el premio Romero Murube. Estaba cayendo el sol. Lo llamé al teléfono móvil para felicitarlo. Y lo envidié como nunca lo he envidiado: estaba en Cádiz. A la hora más hermosa de Cádiz, la que marca el reloj del sol que se pone en la mar, horizonte de esa joyería de piedras preciosas que es La Caleta. Lo envidié como aquella mañana que, a bordo del viejo 'J.J.Sister', con Miguel de la Quadra, íbamos por medio del Atlántico rumbo a las Antillas, nos cruzamos con un carguero y le dije a Alfonso Ussía: 'Fíjate la suerte que tienen los de ese barco: van a Cádiz'».

Y como en aquel artículo contaba, y anoche recordaba Pérez-Reverte, se conocieron personalmente en la barra del restaurante Lucio. «Me acerqué a él y le dije: 'Yo daría cuanto he publicado por haber escrito tus Habaneras de Sevilla'». Según desveló el periodista, en uno de sus tantísimos viajes a la capital del Sur para inspirarse de cara a su novela 'La piel del tambor', descubrió la Sevilla que buscaba gracias a las Habaneras de Sevilla –«Se bambolea la goleta en el río, se bambolea, que viene de Sanlúcar con la marea. Viva Sevilla y los barcos que salen pá las Antillas. Viva Triana y los barcos que vienen desde La Habana»–.

«He venido esta noche a reconocer la deuda que tengo desde hace treinta años con Antonio Burgos y la Sevilla de entonces que me enseñó a comprender y amar. Una ciudad bella que estaba bajo la otra que pateaban los turistas». El escritor reconoce que vino a la Sevilla que había idealizado a través de Romero Murube, Chaves Nogales, Juan Belmonte y Curro Romero, pero que no fue hasta que la reproducción de las Habaneras de Antonio Burgos cuando verdaderamente encontró la Sevilla que le sirvió de inspiración para 'La piel del tambor', y años más tarde para 'El Asedio'.

«Compré aquel cassette de Carlos Cano y rápidamente fui al hotel Becquer a reproducirlo. En la habitación escuché la habitación ación hasta memorizarla». Arturo Pérez-Reverte señaló que con Antonio Burgos también aprendió a «disculpar» a la Sevilla que ahora ve desvanecer. «Veo morirse cosas que deberían seguir vivas».

Joaquín Caro Romero

Espejo y varal de la historia de la ciudad

Formaban parte de la terna que tantas veces compartió paseíllo en el inmenso ruedo abecedario del 'Sevilla Al Día', germen del Recuadro y joya literaria con la que cada mañana saludaban a sus lectores desde la sección Local de este periódico. Durante cincuenta años, según contaba el articulista, 'Sevilla al Día' fue el puntal de la información municipal, patrimonial y social. «Era como un sumario floreado, un índice comentado de noticias, firmado siempre con seudónimo: Simplicio, Simplicísimo, Quintaval».

Bajo la dirección de Nicolás Salas, el 'Sevilla Al Día' se recuadró y contó con una terna de lujo compuesta Manuel Ferrand, Joaquín Caro Romero y Antonio Burgos, quien se mantuvo en ese recuadro hasta sus últimos días. Tal y como en su momento recordó Burgos: «Ocupados Ferrand con sus novelas y Caro con sus poemas, Salas me largó un día la sección en solitario». «Remé a mi aire por la ría de esta Plazaspaña periodística del 29 que es ABC de Sevilla, y meses y meses fue saliendo el 'Sevilla al Día'. Como iba en un recuadro tipográfico, los lectores empezaron a llamarlo 'el recuadro'. Y el recuadro se le quedó». Así definió Burgos cómo pasó de una denominación a otra: «Lo inventaron, pues, los lectores, no quien lo escribía». «Y si lo sigo escribiendo cada día, con más ilusión que nunca, como si debutara con caballos cada mañana, sé que el acierto nunca es mío: es suyo, lector».

Y ayer fue su «amigo y colega» Joaquín Caro Romero quien le rindió un taurino y sentido homenaje con unas décimas en las que, entre versos, les señalaba a todos los presentes en esta Real Academia Sevillana de las Buenas Letras que «no den más vueltas al ruedo /Burgos está con Quevedo /bajo el Arco del Postigo».

Joaquín Caro Romero reconocía su emoción al regresar al atril desde el que cuarenta y cuatro años antes había pronunciado su discurso de ingreso en la Docta Casa, «ahora con un motivo entrañable». Tal y como explicó, «pretendo ofrecer una aproximación muy diferente al homenajeado que nos mueve y nos conmueve. Una faena nunca practicada en este templo de Minerva. Nos señalan diez minutos, que son los que se fijan en el reglamento taurino para desarrollar el último tercio de la lidia. Me basta con siete minutos, y el que quiera más que venga mañana. Mi contribución a la memoria del amigo y colega desaparecido, con el que compartí vida literaria y laboral en las galeras y en las galeradas, no está concebida en prosa, sino en verso.

Y así le brindó una hermosa faena llena hilada de versos en los que reconoció que «con media lagartijera» les ganó la partida a él y a Manuel Ferrand. Caro Romero definió a su amigo y compañero como «espejo y varal de Sevilla».

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