El músico Felipe Campuzano

El piano flamenco es moderno por naturaleza. Si echas la vista demasiado atrás, no existe. Y la muerte de Felipe Campuzano supone la pérdida del último clásico. Él pertenece a los pioneros. Digo más: los creadores, pues sus teclas se armonizan por las lindes que marcaron los maestros Pepe Romero y Arturo Pavón a mediados de siglo XX, consolidando además la figura del solista. Trascendió el género jondo, quedando más como un compositor andaluz de altas miras que como un intérprete estrictamente flamenco. Estribó entre el solfeo y la seguirilla, la música escrita y la oral. Es decir, 'Las salinas', una pieza por alegrías que se basa en la estructura propia del cante y la guitarra, y el nacionalismo musical que desarrollaron Falla, Albéniz, Granados o Turina, todo ello maridado con el 'Amigo conductor' de la Perlita de Huelva, el 'Embustero' de Rocío Jurado o 'La Minifalda' de Manolo Escobar, tres de las muchas canciones que le otorgaron gran popularidad desde los años 60 en adelante. Para La Terremoto hizo el 'Achilipú' que después popularizaron Las Grecas, como el 'Te estoy amando locamente', el cual sirvió de inspiración a Paco de Lucía para dar con 'Entre dos aguas'.

El piano de La Paquera ha muerto. El último en cantar con las manos. Uno de los que desbrozó el espacio por el que años más tarde han transitado Chano Domínguez, Dorantes, Diego Amador, Manolo Carrasco o Pedro Ricardo Miño, el más clásico de todo el panorama actual. La capacidad compositiva de Felipe Campuzano, sin embargo, tuvo el límite que le marcó el paisaje. Su música es descriptiva. Como la 'Sinfonía fantástica' de Berlioz, pero de Cádiz. Y todo en él suena a sí. No hay nada de fuera. Es una nube por Doñana, la dehesa bajo la lluvia, el amanecer de los campanilleros o una hoguera en la que prender la nostalgia. Llega hasta el Parque de María Luisa de Sevilla o la sierra de Cazorla, pero no busca más allá, recreándose así en lo inmediato.

Desconozco cómo tratará la historia su obra, ya que la evolución de este instrumento ha sido uno de los grandes revulsivos que se ha producido en la escena musical española en los últimos treinta años. El piano de este gaditano es la prehistoria de un relato que vuela. Que está argumentado y vivo. También encontrado ya con otras influencias rítmicas, armónicas y melódicas propias de la música clásica contemporánea y el jazz. O sea: estas hechuras de piano acaban de extinguirse. Arcaicas y bellas. Relativamente sencillas y por seguro precursoras en su momento. Quizá, por todo ello, anden con riesgo de olvido en un país donde cuesta referenciar al referente y la disrupción está a la orden del día sin que nada llegue a romper del todo.

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