Poblados andaluces de colonización: centinelas del patrimonio rural olvidado
Ricarda López y Rosa Toribio han hecho de los nuevos pueblos fundados en pleno franquismo objeto de su estudio, pionero por su exhaustividad y extensión
Para llegar a donde han llegado Ricarda López González y Rosa M. Toribio Ruiz como vigías de los poblados de colonización andaluces hay que desprenderse de muchos y variados prejuicios. Por ejemplo, el origen franquista -a medias entre el ... falangismo inspirado en el fascio italiano del Agro Pontino y el conservadurismo rural de la doctrina social de la Iglesia-, el valor del arte contemporáneo y el recelo que suscita en nuestro tiempo todo lo relativo al culto religioso . Pero una vez superados todos estos apriorismos, el panorama se presenta tan despejado como esas perspectivas infinitas que los arquitectos del Instituto Nacional de Colonización evitaban a toda costa en la urbanización de los nuevos pueblos.
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El suyo fue un descubrimiento casi fortuito, una especie de revelación cuando estaban preparando, diez años atrás, un catálogo sobre 85 edificios del siglo XX en Jerez . Eso las llevó a interesarse por la arquitectura religiosa de alguno de los poblados con que se remedó una reforma agraria en la etapa de la autarquía franquista y ahí comenzó el flechazo: «No pensábamos trabajar sobre los poblados, pero siempre descubres algo interesante en ellos y en Cádiz no había un estudio sistemático», razona Ricarda López, profesora de Historia en el IES Caballero Bonald de Jerez.
Ricarda López vivió en Garrapilos , un barrio rural de Jerez en torno a las cuadras de potros de la yeguada militar, a un kilómetro de La Barca de la Florida , donde empezó toda esta historia. No sólo la personal de estas dos compañeras de clase en el instituto Coloma de Jerez, luego también en la carrera de Filosofía y Letras en Cádiz y, finalmente, especializadas en Historia del Arte en Sevilla. Sino la propia existencia de los poblados de colonización, cuya construcción ex nuovo arrancó en 1943 para toda España en la pedanía jerezana de El Torno .
Módulo carro
La propia biografía de Ricarda López aporta otro detalle esclarecedor en la distancia de su domicilio al poblado de colonización. Medida con las herramientas ofimáticas actuales, la distancia entre el cortijo de Garrapilos y el centro del poblado de colonización es de 2,6 kilómetros, es decir, el «módulo carro» que se tomó como separación mínima con otros núcleos habitados y máxima para que a los colonos no les llevara más de tres cuartos de hora a paso de carreta (de ahí lo de módulo carro) llegar hasta el lote de tierra que cultivaba bien en régimen de propiedad o en régimen de aparcería.
Así que con todos esos precedentes latentes en su currículum vital, no era difícil que acabaran ambas convertidas en reputadas especialistas en la historia de los poblados de colonización del Guadalquivir. Primero, se dedicaron a inventariar lo que tenían más a mano: los ocho núcleos del vastísimo término municipal de Jerez al que dedicaron un libro en 2017 . Al año siguiente, ampliaron el círculo a la provincia de Cádiz, donde se levantó una docena de poblaciones.
El salto definitivo vino con el libro de los diecinueve pueblos de la provincia de Sevilla que ahora ve la luz coeditado por el Colegio Oficial de Arquitectos de Sevilla y la Diputación. Con meticulosidad infinita, han recopilado de forma exhaustiva en un volumen todo lo que hay que saber sobre estas diecinueve poblaciones: Torre de la Reina, Esquivel, El Viar y San Ignacio del Viar en la zona regable del Viar; Guadalema de los Quintero, El Trobal, Chapatales, Trajano, Adriano, Maribáñez, Vetaherrado, Pinzón, Marismillas, Sacramento y San Leandro , en el Bajo Guadalquivir; y La Vereda, Vegas de Almenara, El Priorato y Setefilla en los regadíos del Bembézar, en el nordeste de la provincia.
Córdoba y Jaén, a la espera
Y cuando lo tenían terminado, apareció Víctor Pérez Escolano ejerciendo su magisterio arquitectónico y urbanístico de tantas décadas en Sevilla. Suyo es el prólogo del libro recién publicado como suya es la invitación a que las autoras prorrogaran su estudio remontando el Guadalquivir : Córdoba está prácticamente terminado y Jaén en proceso de documentación.
Completarán así un catálogo único de la dimensión patrimonial de estos poblados que el propio Pérez Escolano califica de « exhaustivo e inédito». El vocal de actividades del Colegio de Arquitectos de Sevilla, Juan Manuel García Nieto , también destaca la exhaustividad como cualidad principal: «No hay ninguna publicación que recoja todas las poblaciones de la provincia, está todo muy bien inventariado».
El primer contacto fue casi fortuito. En una de las rutas de la Semana de la Arquitectura, concebida como un maratón por la provincia para conocer in situ varios hitos del Movimiento Moderno, expresión de esa vanguardia imposible que el franquismo sólo se permitió experimentar en medio del campo, las autoras se presentaron y en seguida le dieron a conocer su ímprobo trabajo.
Cádiz y Sevilla les llevó cuatro años de trabajo cada uno, pero Córdoba lo han podido completar en un bienio, en mitad de la pandemia. Jaén es harina de otro costal, porque entre sus 23 pueblos nuevos hay muchos deshabitados. Su método de trabajo es sencillo, pero arduo : por cada poblado, hacen una media de cuatro visitas sobre el terreno. «Muchas veces vamos con un listado de cosas que hay que fotografiar , todo lo llevamos en un esquema para que no se nos pase nada».
Obra plástica y suntuaria
Y no se les pasa. En su obra quedan catalogados no sólo la arquitectura del pueblo en cuestión, sino la obra plástica –sobre todo, en las iglesias, a cual más llamativa incluso adelantándose a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II– y las artes suntuarias «porque nos parece que es lo más desconocido y lo más vulnerable que se pueda perder». Vinajeras, copones, ropas talares, ornamentos litúrgicos, incensarios, confesionarios, pilas bautismales y murales, vidrieras o esculturas que escapan del programa iconográfico neobarroco en el que parece haberse detenido el tiempo devocional en Sevilla.
El Instituto Nacional de Colonización encargado de la contrarreforma agraria que paliara el hambre y las ansias revolucionarias de los braceros subsistió hasta junio de 1971 , en que todas sus propiedades pasaron a depender del Iryda (Instituto Nacional para la Reforma y el Desarrollo Agrario), pero con la transferencia de las competencias agrícolas a las comunidades autónomas, los templos y todo su ajuar pasaron a la jurisdicción diocesana, aunque nunca se hizo inventario de lo que se transmitía.
Preservar lo que existe
«Nuestro objetivo es que se sepa lo que hay y que se preserve ; una vez que se conoce el valor de lo que tienen, los párrocos ya no se atreven a tanto», arguye Ricarda López. De ahí la obsesión por fotografiar todo lo que hay en el templo.
Luego viene la tarea de documentación. «Te llevas sorpresas enormes , como cuando descubres una obra del grupo El Paso en una iglesia de algún poblado», sostiene. También hay mucha producción seriana de los talleres Granda y Santa Rufina , que surtieron de efectos para el culto a las iglesias. Pero con un regusto por el diseño muy apreciable: «En cierto sentido, fueron los grandes revolucionarios del arte religioso en España». A muchos artistas ni siquiera les movía una creencia en la vida futura, sino la necesidad de sobrevivir en la durísima vida presente en plena autarquía.
En muchos casos, el arquitecto al que se le encargaba el proyecto integral del pueblo formalizaba el contrato con los artistas para que trabajaran en la ornamentación de los templos. Así, Luis Martínez-Feduchi tenía a los escultores José Luis Sánchez y Arcadio Blasco trabajando en la nave del futuro museo de América en Madrid.
El trabajo conjunto de Ricarda López y Rosa Toribio es, en gran parte, un homenaje merecido a todos esos artistas olvidados a los que han pervivido sus obras pero no la memoria y que recopilan con mimo en sus trabajos.
Modificaciones
Sus catálogos sobre los poblados retratan también las supresiones, el daño intencionado o la incuria que ha golpeado estos pueblos. Curiosamente, el éxito poblacional va ligado a modificaciones en la fisonomía arquitectónica y el abandono a la preservación. « Cada vez que voy a Esquivel me pongo malo , la última vez conté sólo cinco viviendas en su estado original, tal como las proyectó De la Sota », le brota la indignación al arquitecto García Nieto.
Por eso es muy importante el apéndice de planimetría con que se cierra el libro. Ahí está todo lo que han podido recopilar en la nave de San Fernando de Henares donde pasan horas rebuscando en los archivos centrales del Ministerio de Agricultura, porque el resto se ha perdido.
Ese testimonio de papel recopilado por las autoras es el único vestigio de lo que se proyectó. «Los ayuntamientos debieran crear documentos de directrices en los planes generales para preservar y proteger todo ese patrimonio», sugiere Ricarda López como centinela, junto con Rosa Toribio, de ese patrimonio sobre el que dan la voz de alarma.
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