Los riesgos de que ChatGPT se convierta en tu psicólogo
Pedir consejo sobre inquietudes emocionales o de salud mental a robots conversacionales se está popularizando entre los más jóvenes, que incluso llegan a volcar sus charlas privadas en estos programas buscando 'red flags'
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Si ha probado ChatGPT o algún programa de este estilo basado en inteligencia artificial habrá comprobado entre el asombro y la inquietud cómo estos robots son capaces de emular una conversación y responder con rapidez a casi cualquier pregunta. Incluso a las que ... tienen que ver con inquietudes emocionales y de salud mental, que cada vez tienen un mayor peso en nuestra vida. Y esto no ha pasado desapercibido para los más jóvenes que han empezado a utilizar ChatGPT, Pi y otras aplicaciones basadas en la misma tecnología como un psicólogo improvisado. Máquinas capaces de contestar al momento a cualquier cuestión, de forma más o menos documentada, y lanzar preguntas y sugerencias al usuario. Hasta el punto de que es tendencia en redes utilizar ChatGPT para volcar conversaciones con el chico o la chica que te gusta y/o con la que mantienes una relación informal e indefinida para que el robot detecte lo que ahora se conoce como 'red flags' (señales que nos indican que esa historia nos va a traer problemas) y así valorar si seguir o no en ese vínculo.
¿Qué lleva a los más jóvenes a contarle sus inquietudes a una máquina y qué riesgo supone no acudir directamente a un profesional, ya sea psicólogo o psiquiatra, para encontrar soluciones? «Este recurso lo utiliza más la gente joven porque hacen un mayor uso de la tecnología. Además, los adolescentes y la gente muy joven ahora están más acostumbrados a conectar con la parte emocional, mientras que en nuestros padres la parte emocional estaba apartada, ni se planteaban contárselo a otra persona. Pero a cualquier edad, cuando tú le cuentas algo a alguien, da igual un amigo, familia, pareja, puedes sentir vergüenza o sentirte juzgado. Con una IA la vergüenza no aparece y no hay juicio de valor por parte de otra persona», explica Ángel Rull, psicólogo experto en trauma y apego, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Aunque los jóvenes de hoy en día tienen una mayor necesidad de expresar lo que les pasa y responsabilizarse de afrontar las situaciones adversas y no adversas de la vida, también establecen relaciones más superficiales, lo que puede dificultar el compartir esas emociones con otras personas. «Las relaciones interpersonales no son del todo satisfactorias, les cuesta establecer vínculos y compromisos. Hay cierta insatisfacción con la comunicación de lo que uno es. Se trata más de dar una imagen, sobre todo en redes sociales. Y relacionarte con máscara te produce una insatisfacción personal porque no puedes compartir lo que eres. Ir hacia relaciones personales más profundas, pasar más tiempo con los amigos, y no tanto 'like' en las redes, puede ayudar a que se propicie ese ambiente de compartir emociones», recomienda la doctora Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEPSM).
En su opinión, uno de los mayores ejemplos de esa falta de comunicación efectiva es el hecho de que la forma más popular de 'hablar' hoy en día es escribir por aplicaciones de mensajería. «Cuando hablan de hablar se refieren a escribir whatsapps. Eso no es hablar. Hablar implica hacerlo en persona para que haya una transferencia de emociones. Metidos debajo de las redes se atreven menos y toleran menos la incertidumbre. Hay que exponerse a situaciones y aprender con ellas. Si no sufres, tampoco gozas. El sufrimiento va de la mano de la satisfacción. Puedes no sufrir, pero te pierdes un montón de cosas que al final te harán sentirte muy vacío. El que evita situaciones interpersonales se queda solo».
Malestar emocional
No es que vivamos en una época más emotiva que las anteriores, pero sí que tenemos más tiempo para reconocer estas sensaciones, expresarlas y gestionarlas. «La emoción ha dominado siempre todo, incluso en la época de nuestros abuelos, pero ahora tenemos mayor bienestar y nos podemos ocupar de estos temas. Nuestros abuelos no podían encargarse de eso, daba igual la rabia y la tristeza porque lo prioritario era comer», reflexiona Rull.
En opinión de la doctora Díaz Marsá, por una parte hay un mayor reconocimiento de la importancia de la salud emocional y por otra una menor tolerancia a la frustración. Sí considera que actualmente hay «un malestar emocional creciente entre los jóvenes, que nace de una incertidumbre social, de que establecen muchos vínculos en redes sociales, pero son deficitarios en vínculos cercanos e interpersonales a largo plazo, lo que les hace sentir cierta soledad». «La falta de conciliación en los hogares, que les hace pasar mucho tiempo solos; situaciones de acoso escolar, el uso de las redes y la incapacidad de posponer gratificaciones, que les hace ser cada vez más impulsivos y con pocos mecanismos de resiliencia en el manejo del estrés, todo eso da lugar a malestar emocional», advierte.
Pero la experta también considera que hay un riesgo de psiquiatrización de la vida cotidiana. «Es importante una buena salud mental y emocional, pero hay que tener en cuenta que en la vida cotidiana existen situaciones emocionales adversas y emociones negativas, y ahora se toleran mal. Muchas situaciones emocionales normales, aunque sean adversas, se las plantean como un trastorno mental. Las emociones negativas forman parte de la biografía. Cuidar la salud emocional no implica estar feliz todo el rato. Hay que diferenciar entre malestar de la vida cotidiana, un malestar emocional y el trastorno mental. Solo cuando es muy intenso, se mantiene y nos hace disfuncionales, hablamos de trastorno mental».
Acudir a la IA buscando una alternativa a un profesional de salud mental no es buena idea porque «nunca va a flexibilizar ni a entender tanto como para sustituir al psicólogo», afirma Rull. De la misma opinión es la doctora Díaz Marsá: «Si alguien tiene inquietud o necesidad de una valoración de su estado emocional o de salud mental, lo ideal es acudir a un profesional porque ellos pueden orientar mejor. Primero porque a los dispositivos de IA todavía les queda mucho por desarrollar y, segundo, porque en psiquiatría y psicología se utiliza la exploración psicopatológica, que son síntomas y apreciaciones que el psiquiatra ve y que, a veces, es diferente de lo que el paciente cuenta. Esas observaciones nos permiten dar un diagnóstico certero y orientar al paciente de la mejor manera. Esta exploración no es posible con la IA porque no permite recoger lo sutil y, en psiquiatría y psicología, la interpretación de lo sutil es muy significativo para un diagnóstico certero».
Aunque Rull no descarta que en un futuro los programas basados en IA puedan servir como un primer paso para la búsqueda de ayuda, ahora mismo utilizarla como 'consejera' puede generar «mucho caos y confusión» porque ChaGPT y el resto de robots se alimentan de los datos que hay que en la Red. «En internet no se divulga de manera terapéutica, solo superficial. Las respuestas que se van a encontrar se quedan cortas. Cuando te está inquietando algo, hay que buscar ayuda fuera y yo empezaría por encontrar un adulto de referencia en tu círculo que te pueda orientar», aconseja.
Desde el punto de vista de la protección de nuestra privacidad digital, tampoco es recomendable utilizar un programa de IA para contarle nuestras intimidades. «Las máquinas están diseñadas para obtener información de los usuarios y procesarla para beneficio de las compañías. El propósito es que tú pases más tiempo en la máquina porque así produces más datos. Consumes contenidos y con tus interacciones estás generando información para la máquina. Porque tú no hablas con ella, interaccionas. Hablar se habla con las personas», advierte Ulises Cortés, catedrático de IA de la Universitat Politénica de Catalunya.
Cuándo acudir a terapia
El punto de inflexión para plantearse acudir a terapia, en opinión de Rull, es cuando sentimos que hay una parte de nosotros que no podemos manejar y que es susceptible de empeorar. En la misma línea, la doctora Díaz Marsa señala que cuando el sufrimiento es intenso, mantenido en el tiempo y te impide hacer la vida normal, disfrutar de lo que disfrutabas y ves que te estás aislando, es el momento de pedir ayuda profesional.
La realidad también es que las listas de espera de la sanidad pública en salud mental son largas y la demanda es creciente. En España hay en la actualidad una ratio de 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes. Una cifra que deja a España lejos de la media de otros países europeos como Portugal (14), República Checa (15), Bélgica (17), o Dinamarca, Reino Unido e Irlanda (19); y aún más de la realidad de otros países más avanzados en la materia como Austria y Suecia (22), Francia (23), Noruega (26) o Alemania (28). En cuanto al número de psicólogos, 6 por cada 100.000 habitantes, es tres veces menor que la media europea.
La fiebre de las etiquetas
La base de muchos de los conflictos emocionales que viven los jóvenes está en los vínculos. Por eso no es extraño que una de las prácticas que se han popularizado sea la de buscar, con ayuda de programas de IA, las ahora conocidas como 'red flags' en las conversaciones, por supuesto por escrito, que se mantienen en redes sociales y en aplicaciones de mensajería instantánea. «El tema amoroso y el de los vínculos siempre nos ha preocupado. El ser humano no está hecho para la supervivencia sino para el vínculo. Siempre me va a preocupar a quién le gusto y quién me gusta», explica el psicólogo. Lo que sí hay hoy en día es un mayor número de relaciones a lo largo de la vida y un mayor etiquetaje. Le ponemos nombre a todo.
«Antes tú tenías una única pareja y ahora en cinco años has podido tener tres. Tienes una mayor muestra para observar partes funcionales y disfuncionales y te preocupas más por si estás repitiendo un patrón. Esto que me hace cómo se llama: ghosting, luz de gas, responsabilidad afectiva. Un mayor etiquetaje nos ayuda a identificar las partes disfuncionales pero tiene una parte muy negativa cuando está mal hecho. Viene gente a terapia con muchas etiquetas, pero tenemos que trabajar el qué te hace sentir. Yo sé ponerle nombre a lo que me hace, es ghosting, pero no he conectado con qué me hace sentir: tristeza, abandono, rechazo. Ponemos la etiqueta racional, pero seguimos muy desconectados de nuestro sentir», cuenta Rull.
Además, el psicólogo destaca la importancia de la comunicación en las relaciones de cualquier tipo: «Es mejor siempre poner todas las cartas sobre la mesa que dejarlo a la interpretación porque es cuando se generan conflictos y malentendidos. Más vale que sobre información. Prohibido interpretar. Y si no sabemos algo, preguntamos», concluye.
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