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La corrección política atraca 'La casa de papel'

«Los personajes, tarde o temprano, tienen que ser seres admirables en todos los botones sociales del momento», critica el profesor de la Universidad de Navarra Alberto Nahum García, autor de 'Series contra cultura'

Darko Perić y Rodrigo de la Serna son los atracadores (y amantes) Helsinki y Palermo en 'La casa de papel', cuya quinta parte acaba de estrenarse Vancouver Media/Netflix
Óscar Rus

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«¿Sabes por qué te voy a matar? Por fascista. Por racista. Por machista. Por homófobo.»

«Nosotros, que somos un puto descarte social, que somos los grandes marginados de la historia: Trans, delincuentes, arrabaleros, gays, balcánicos, latinoamericanos. ¿Que carajo nos van a decir a nosotros lo que es perder?»

Dice Rodrigo de la Serna , Palermo en 'La casa de papel' , que deja en manos de los espectadores decidir si los protagonistas son, a estas alturas del atraco (atracón), los buenos o los malos de la película. «Son los héroes, pero llevaron todo hasta las últimas consecuencias. Eso es cuestionable obviamente», comenta el actor argentino en videollamada con ABC durante la promoción de la quinta y última parte, estrenada en Netflix el pasado viernes .

Itziar Ituño , Lisboa en 'La casa de papel' , se explaya: «Las personas no son ni buenas ni malas, sino complejas con sus claroscuros. Esto se cuenta aquí, a pesar de la fórmula de cómic con héroes y villanos. Evidentemente, la gente se identifica con los ladrones, pero hay algún momento en que cuestionas también sus decisiones y precisamente ese conflicto hace avanzar la historia. Al final coges cariño a los personajes, incluso a los que están en la carpa; a Ángel, a Suárez, a Tamayo, a pesar de ser un cretino y un misógino. Tienen sus aristas, sus traumas, sus errores… Y eso hace grande a cada personaje».

Darko Perić , Helsinki en 'La casa de papel' , es más directo: «Son como Robin Hood. Siempre han existido esos personajes. Mira los wéstern, por ejemplo». «El tema de La Resistencia es algo que los guionistas tenían claro desde el principio. Da gusto ver cómo estos personajes socialmente aislados están sobreviviendo a la vida como pueden, dan un golpe en la mesa y tienen voz, se les escucha», añade Úrsula Corberó , Tokio en 'La casa de papel' .

La simpatía del espectador por el atracador

El título creado por Álex Pina , aunque desplegado de manera episódica, pertenece a un género –el de las películas de atracos– que tiene como protagonista a un justiciero que roba al rico, al opresor o al corrupto para redistribuir la riqueza. El espectador siente simpatía por el ladrón de turno y desea que se haga con la suya.

«Estamos en una moralidad en la que robar es malo; sin embargo, en este tipo de relatos, como el atraco perfecto, la simpatía del espectador es fácil que entre con los atracadores porque no están robándole a alguien y ese alguien muere; al revés, es al sistema corrupto, a los bancos, que son malos…», explica el profesor de la Universidad de Navarra Alberto Nahum García , autor del libro 'Series conta cultura' , donde le dedica un episodio a 'La casa de papel' . Para él, la serie de Netflix presenta una moralidad básica respecto a quién es el villano.

El blanqueo del 'villano' Berlín

Sí cree que había cierto antiheroísmo durante las dos primeras partes –aquellas producidas por Antena 3– con personajes 'grises' como el de Berlín ( Pedro Alonso ), «un tipo cercano a la villanía que en la tercera blanquean». «La gracia de Berlín era que era un cabrón, pero tenía sus cosas buenas. En la tercera, de repente, con esos 'flashbacks', es un ser ideal, de luz». Con el éxito de la serie –critica– se perdió dicha complejidad dramática, o sea, el gris moral. Pasó lo mismo con el personaje de Raquel Murillo/Lisboa: «Otro de los elementos buenos de las dos primeras partes era ver a una policía que quiere ir a por ellos, pero duda y tiene cierta simpatía por ellos; en la tercera, esa simpatía está completamente del lado de ellos. Eso hace que se pierdan contrapesos que, al final, dan lustre dramático». Esa complejidad fue la que 'empujó' a su actriz, Itziar Ituño , a aceptar el papel: «Cuando me di cuenta de que era otra cosa y tenía mucho jugo, no dudé». Fue Álex Pina , cuando Netflix rescató la serie , quien le contó que estaba pensando en que su personaje cambiara de bando.

Pedro Alonso y Rodrigo de la Serna son los atracadores y amigos Berlín y Palermo en 'La casa de papel', cuya quinta y última parte acaba de estrenarse Vancouver Media/Netflix

«Parece que la ficción tiene que explicar al espectador qué está bien o qué está mal; la ambigüedad era algo que hacía valiosa a la ficción. Permite vivir vidas que nunca viviremos. Gracias a determinados relatos vemos e imaginamos cómo piensa el mal», explica Alberto Nahum García . «Hay una marea de corrección política; todos los personajes, tarde o temprano, tienen que ser seres admirables en todos los botones sociales del momento. También podemos aprender de gente a la que detestamos… O es dramáticamente más interesante la gente contradictoria o moralmente apestosa. En la tercera parte, Berlín es un personaje mucho más aburrido y previsible», continúa. El profesor de la Universidad de Navarra sostiene que los guionistas fuerzan un mensaje que los personajes, más o menos alineados, no traían consigo, pues la tendencia es que la ficción eduque socialmente.

Rodrigo de la Serna avanza que su personaje, el «misógino» Palermo, sí se redimirá en la quinta y última parte de 'La casa de papel' .

La estética de la revolución

Sin embargo, hay elementos – la careta de Dalí, la canción 'Bella ciao' – que están desde el principio de 'La casa de papel' , como las referencias a movimientos de protesta. «Se queda en el gesto, en la estética de la revolución», critica Alberto Nahum García . «La serie coge esos reflejos visuales de lo que entendemos por rebeldía , revolución, 'vamos a cambiar el sistema’... ¿Pero qué significa esto de 'el sistema'?».

El docente cree que este «adorno» tiene cierto prestigio: «Parece que ahora hay que ser más consciente [ 'woke' ] porque da un plus. La serie funcionaba, no por su vertiente sociopolítica, sino por una trama muy bien hilada y la ansiedad narrativa. Lo otro vende. Esto es simplemente 'vamos a ponernos unas caretas en el Banco de España y vamos a darle caña a la Policía'. ¡Lo revolucionario sería que alguien defendiera a la Policía! ».

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