Crítica de Las estrellas de cine no mueren en Liverpool: «Crepúsculo de una diosa»
Lo primero que uno piensa al ver esta película es, ¿Dónde se había metido Annette Bening?

Lo primero que uno piensa al ver esta película es, ¿Dónde se había metido Annette Bening? Rondando los 60 sin aparentes estragos, con pleno dominio de sus recursos dramáticos, nos recuerda lo injusto que es Hollywood con actrices maduras tan estupendas como ella. La pena es que esa Annette en plena forma sólo florece en una soberbia escena de baile y seducción y en los demás flashbacks de una historia cuyo núcleo se desarrolla en torno al último par de años de la vida de Gloria Grahame, ya enferma y postrada.
Bening tenía al rodarla casi la misma edad que Grahame. Y Grahame tuvo en esa última etapa un amante de Liverpool mucho más joven, como Gloria Swanson en «El crepúsculo de los dioses». Pero la película, basada en las memorias que escribió dicho amante, no establece ningún juego de espejos entre Bening, Grahame y la Norma Desmond de Swanson : el cinéfilo esperará en vano guiños, apenas una breve secuencia entrevista en una sala de cine, o alusiones más allá de las que sí se hacen a Bogart, con quien rodó uno de sus mejores trabajos.
El foco se coloca sobre el chico de Liverpool y su familia que, como se nos repite demasiado, querían de verdad a la diva de Hollywood caida en desgracia en su «exilio» británico. Pero nada se nos dice de su turbulenta vida anterior. Y eso reduce el morbo, o el interés dramático, de la historia de amor con su «dulce pájaro de juventud» y, aunque fuera una diosa menor, de su crepúsculo.
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