TRIBUNA ABIERTA
Cinco siglos de la muerte de Magallanes
El 27 de abril cayó muerto en la playa junto a varios de sus hombres, siendo capturado su cuerpo sin que se supiera más de él
El 27 de abril de 1521, murió en Filipinas, en una pequeña isla, el capitán general de la flota de la Especiería, enviada por Carlos I, Fernando de Magallanes. Descubrir el archipiélago filipino fue su última hazaña después de haber descubierto un paso buscado desde ... treinta años atrás para poder unir el Atlántico con el entonces llamado mar del Sur, que había descubierto en 1513 Vasco Núñez de Balboa y que Magallanes navegó por vez primera, con sólo los tres barcos que le quedaban de de su pequeña flota, en una travesía desoladora e imposible.
El cronista Pigafetta da buena cuenta de ella y describe las penalidades sufridas imposible de comprender para una mente actual. Será Pigafetta también el que nos cuente con detalle las idas y venidas por las nuevas islas y el cambio operado por el capitán. Un cambio o una equivocación que le costó la vida.
Cuando la maltrecha expedición avistó por fin tierra en la isla de Guam, del archipiélago de las Marianas, pudieron descansar, hacer aguada, tomar víveres y todo lo necesario para continuar el viaje defendiéndose siempre de los nativos que les saqueaban los barcos cuanto podían. Estaban en ruta para poder llegar sin más a las Molucas. Entonces ¿por qué Magallanes se empeñó en navegar desde las Marianas hacia el norte? ¿Por qué, de repente, en Filipinas se vuelve conquistador y misionero cuando su viaje sólo perseguía llegar a las Molucas viajando a occidente y comerciar? Algunos especialistas piensan que algo tuvo que ver una cláusula de las capitulaciones que Carlos I había firmado con él y con su socio Faleiro, en las que le prometía que de las islas nuevas que se descubrieran las seis primeras sería para la corona y después los socios podrían quedarse con dos cada uno de ellos de las nuevas que se encontraran. ¿Iba Magallanes buscando sus futuros señoríos? Sea como sea, su decisión le costó la vida aunque verdaderamente le cupo también la gloria del descubrimiento de las Islas Filipinas. Cuando llegó al archipiélago se dio cuenta que eran unas tierras nunca exploradas por los occidentales y decidió quedarse por allí algún tiempo. Recorrió algunas islas y llegó a la mayor de ella, Cebú, cuyo rey, deslumbrado por la superioridad de las armas que llevaban, se avino a una alianza con el rey de España y proporcionó lo que necesitaban. Entonces se produjo el cambio de personalidad de Magallanes que de recio marino y comerciante se convirtió en fervoroso misionero y bautizó a todos los habitantes de la isla después de clavar una gran cruz de madera en el centro del poblado y obligar a los nativos a que le rezaran todos los días después de hacerle destruir sus ídolos. Siempre basándonos en Pigafetta, antes de que transcurrieran ocho días bautizaron a todos los habitantes de esta isla y algunos de las otras.
A causa de ello, Magallanes se vio envuelto en disputas locales que no deberían haber ocurrido. El jefe de una isla vecina, Mactán, se negó a bautizarse y a someterse al rey de España, por lo que Magallanes decidió atacarlo emprendiendo una peligrosa escaramuza impropia en un hombre como él. El 27 de abril, cuando se acercó con dos barcos para luchar en compañía de otros setenta de sus hombres, cayó muerto en la playa junto a varios de ellos, siendo capturado su cuerpo sin que se supiera más de él. Trágico y penoso fin para alguien que podía haber vivido como un héroe.
Los religiosos del convento de Nuestra Sª de la Victoria de la Orden de Mínimos de San Francisco de Paula que se había fundado en Sevilla unos pocos años antes y en 1517 se trasladó a Triana, muy cerca del río —probablemente en el espacio que hoy ocupa la iglesia de los Paúles— nunca pudieron recibir los legados que el gran marino les había dejado en su testamento: una buena cantidad para construir la capilla de su enterramiento y para que dijeran treinta misas por él. Nada de ello llegó a cumplirse y su cuerpo no pudo descansar junto a la Virgen que sí había podido contemplar la entrega de las banderas reales antes de partir del muelle de las Muelas. Hoy de ese lugar solo queda el recuerdo, como del cuerpo de Magallanes. Arriadas, saqueos y amortizaciones acabaron con aquel convento pero la Virgen de la Victoria pervivió y hoy se conserva en la bella iglesia trianera de Santa Ana.
Juan Sebastián Elcano y los hombres que con él llegaron al muelle de Sevilla, después de su increíble gesta, fueron en procesión al convento y se postraron ente la Virgen de la Victoria en memoria del que había sido su capitán. Como homenaje de la ciudad de la que partió, en la que nacieron sus hijos, en la que redactó su testamento y fundó su mayorazgo, al cabo de cinco siglos en el aniversario de su muerte, un grupo de sevillanos capitaneados por el presidente de la Cámara de Comercio, Francisco Herrero, y pilotados por Ramón Ybarra Valdenebro, han dedicado en el día de ayer una misa solemne a su memoria en Santa Ana y delante de la imagen de la Virgen de su devoción. Un bello gesto que no podía faltar en Sevilla, su ciudad de adopción.