TRIBUNA ABIERTA
Fray Tomás de Berlanga, precursor de los derechos humanos
Por su brillante labor en defensa de los indios, nuestro ilustre dominico fue propuesto al papa Clemente VII para obispo de Tierra Firme con sede en Panamá

Cuando corren aires demoledores de la labor de España en tierras americanas, azuzados por políticos populistas de izquierdas, pergeñamos unas líneas sobre fray Tomás de Berlanga, que por su encomiable y polifacética labor en el Nuevo Mundo se le tiene dedicada una calle en Triana.
Tomás Martínez Gómez nació en Berlanga de Duero (Soria) en 1487, en el seno de una familia de pequeños agricultores. Desde pequeño sintió la vocación de seguir los pasos de Santo Domingo de Guzmán, ingresando en el convento de San Esteban de Salamanca, en el que profesará en 1508, adoptando el sobrenombre de su localidad natal. Allí permanecerá unos años más, ampliando su formación humanística y teológica.
No mucho después es fraile en el sevillano convento de San Pablo, donde probablemente adquiere el impulso de marchar a evangelizar a los nuevos súbditos de la Corona. En efecto, en 1511 parte para la isla La Española, y será en tierras caribeñas donde comience a ejercer su relevante labor misionera y colabore en el Sermón que su compañero conventual Antonio Montesino pronuncia el IV domingo de adviento de 1511, antecedente del pensamiento latinoamericano liberador. Su eco fue de tal magnitud, que Fernando el Católico convoca una Junta de teólogos y juristas para que estudiaran las denuncias de los dominicos sobre el trato a los indios. Las conclusiones conforman las «Leyes de Burgos de 1512»: la primera declaración de los derechos humanos.
Durante el reinado de Carlos I el debate sobre el trato a los indios se reavivó, debido, entre otras, a las actuaciones de fray Tomás, y se debatía con énfasis en las cátedras, en los tribunales y hasta en los púlpitos de España. En 1542 se promulgan en Barcelona las «Leyes Nuevas», en las que se ordena que no se esclavice a los indígenas americanos y las encomiendas debían desaparecer.
Por su brillante labor en defensa de los indios, ser buen negociador e interlocutor entre las Órdenes religiosas, fue propuesto al papa Clemente VII para obispo de Tierra Firme con sede en Panamá. La propuesta fue aceptada en 1533, al tiempo que era nombrado consejero del emperador.
Tras tomar posesión del Obispado y por sus amplios conocimientos geográficos, se interesó por mejorar las comunicaciones en el istmo centroamericano. El proyecto fue elevado al monarca porque contribuiría al «engrandecimiento y ennoblecimiento del imperio español», pero hubo que desecharse por los cuantiosos gastos que suponía.
Por su capacidad de negociador, el rey le encomendó múltiples tareas, destacando la que le llevará a tierras peruanas, para entrevistarse con Pizarro y Almagro, a fin de conocer el estado de la Hacienda Real y el reparto del oro de Atahualpa, además de mediar en las disputas de los adelantados y conquistadores. El 23 de febrero de 1535 embarca rumbo a Lima para delimitar las gobernaciones de Perú y Chile.
Anticipadamente, por personas amigas Pizarro conoció las noticias de esta resolución y urgió a Almagro que partiera a la conquista de Chile, y así no poder ser informado de la decisión de la Corte. La misión fallida beneficiaba a Pizarro y el emisario real, al no poder lograr su objetivo de mediador, decidió regresar a Panamá, aceptando sólo algunos donativos para hospitales de Panamá.
Cabe señalar que en su desplazamiento a Perú, la nave en la que viajaba sorteó vientos huracanados y arrastrada por fuertes oleajes, se internó en el mar y fueron divisadas unas islas, que posteriormente serían designadas archipiélago de los Galápagos. Cuando los vientos amainaron, los expedicionarios desembarcaron en la bahía de Caraques, con la finalidad de abastecerse de agua. Fray Tomás escribe en su diario: «Esta bahía es uno de los lindos puertos que pueden ser en el mundo». Así pues, un grupo de españoles, entre los que se encontraban el obispo Berlanga, fueron los primeros en avistar y poner pie en estas islas, célebres por su sorprendente biodiversidad.
La nación de Ecuador le debe estar agradecida, pues tiene su origen en la carta que fray Tomás envió al rey el 20 de noviembre de 1535, en la que sugería que una parte del Virreinato de Perú se constituyera en una nueva provincia. Aceptada la propuesta, se creó la Gobernación de Quito, elevada a Audiencia Real y Chancillería en 1563. Tras su emancipación de España, se creó la nación ecuatoriana.
Entre las diversas actividades que adornan el currículum de este insigne dominico es subrayable su contribución al fomento de la agricultura en el Nuevo Mundo, pues es considerado introductor en Tierra Firme de una variedad de plátano que los mexicanos llaman «dominico», y pionero en impulsar el cultivo intensivo de tomates.
Quizás agobiado por el trabajo misionero y las responsabilidades clericales, cuando contaba 50 años regresa a su localidad natal. En 1540 vuelve a América con la finalidad de construir la primitiva catedral panameña. El barco en el que viajaba sufrió un terrible naufragio, del que sólo se salvaron unos pasajeros, entre ellos fray Tomás. Probablemente, al no poder llevar a cabo sus objetivos, regresa definitivamente a España y el futuro Felipe II le obliga a renunciar a la sede episcopal.
Tras una vida dedicada a la Iglesia, a la defensa de los indios y realizar actividades de carácter negociador, científico y social, pues era un auténtico hombre del Renacimiento, este ilustre misionero moría el 8 de agosto de 1551 y recibía sepultura en la capilla mayor de la colegiata de Berlanga.
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