tribuna abierta
Buen cristiano, abogado y cofrade
Ha sido uno de los mejores cofrades que he conocido, vibrando profundamente con sus devociones y sintiendo la auténtica fe del cristiano comprometido

A principios de febrero la terrible enfermedad ha logrado vencer por fin el cuerpo dolorido de Ignacio Pérez Franco, pero en realidad su alma ha vencido a la muerte que le acechaba desde hacía tantos años. En el trance último nos ha regalado una lección ... de impresionante vitalidad espiritual y rotunda fe cristiana. Era hombre de bien, abogado vocacional y cofrade auténtico, sabio y profundo. Un enamorado de la ciudad, ejemplo de sevillanía seria y responsable.
Ignacio ha ejercido la abogacía con humanidad, eficacia y éxito durante 36 años, en beneficio de muchísimas personas favorecidas por su trabajo. Ha sido un hombre justo que aspiró siempre a que se hiciese Justicia, a sabiendas de que la de los hombres nunca es perfecta. Bien sabía que la justicia sin misericordia es crueldad, al haberse doctorado en Misericordia con su Cristo yerto del Baratillo, siempre en el regazo de la Piedad.
Sus compañeros estamos consternados porque a los 60 años de edad se nos ha ido un buen abogado de raza, defensor infatigable de las causas que le eran confiadas, reservado, inteligente y amante de la verdad, que en esta profesión también se llama Justicia. Gracias a su acreditada profesionalidad ha posibilitado muchas veces que los jueces resolviesen acertadamente.
En la cama hospitalaria, en sus últimas horas de vida, conoció las dos últimas sentencias, ambas favorables a sus clientes. Presagio de la definitiva Sentencia macarena que pronto le habría de llegar a él, con todos los pronunciamientos favorables y firmada en esa basílica donde todo es siempre la esplendorosa Esperanza que nunca defrauda.
Ha sido uno de los mejores cofrades que he conocido, vibrando profundamente con sus devociones y sintiendo la auténtica fe del cristiano comprometido. La suya fue una religiosidad popular de muchísimos quilates, que le mantenía en contacto permanente con Dios. Ejemplo de cofrade de Iglesia, en plena coherencia con el magnífico Pregón de la Semana Santa de Sevilla que pronunció en 2012. Había sido hermano mayor del Baratillo entre 2005 y 2011, donde aprendió también el valor supremo de la Caridad.
Perteneció además a Pasión, Cristo de Burgos, Carretería, Madre de Dios del Rosario, Carmen de San Gil, asociación de la Virgen de los Reyes y San Fernando, sacramental del Sagrario y, por supuesto, fue hermano de la Macarena y del Dios hecho Hombre que habita en San Lorenzo. Era un enamorado de todas las advocaciones pero no un capillita superficial, pues en todas las hermandades vivía plenamente su pétrea fe en Dios y su Madre.
Poco antes de fallecer se despidió de los amigos a través de los grupos de whatsapp, contando las novedades médicas que ya eran postreras. Dejó escrito: «Espiritualmente me he preparado para este momento; si el Señor me concede una nueva pelota de partido la jugaré con vosotros; si por el contrario me llama a su presencia seré obediente como los buenos costaleros, cuyos capataces siempre quieren lo mejor para su gente. En cualquier caso, alabado sea Jesucristo ahora y siempre y alabada sea la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra».
Antes de desconectar definitivamente el móvil, pidió una oración y escribió estas palabras: «Gracias a Dios por esta vida plena y por este regalo maravilloso de ser cristiano, y a todos vosotros que un día os cruzasteis en mi camino y me enriquecisteis con vuestro cariño y vuestra vida. Ojalá pudiera uniros a todos en un abrazo». Conmovedora lección de fe que evoca santidad en ese sevillano sin ojana, cofrade auténtico y abogado ejemplar.
El querido Ignacio nos ha hecho mucho bien a todos. Aprendamos de su dación de gracias a Dios por el regalo maravilloso de la fe. La guapa Caridad le acompañó en su velatorio para convertirse en Esperanza cierta de vida eterna, a ambas orillas de ese río grande que pasa por el Arenal camino de la inmensidad de Dios. Ignacio goza ya de la vida prometida por el Señor de Sevilla ante el que, como debía ser, como tenía que ser, fue presentado su cuerpo revestido con la túnica baratillera. Lección de fe, lección de vida, lección de la mejor Sevilla.
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