La Alberca
El acento de Manu Sánchez
Aplaudo su alegato del andaluz sin complejos y añado que los incultos son los que desprecian nuestra riqueza

Contó hace unos días Manu Sánchez que el problema que han tenido con él algunas personas durante su brillante trayectoria profesional no es que no se le entienda, sino todo lo contrario: que se le entiende muy bien. Manu es un andaluz de honda oratoria ... que maneja con mucha soltura todos los niveles del lenguaje. Y no ha tenido por ello que renunciar a su acento, tan elevado como el de Valladolid o Soria. Él representa a una estirpe amplísima de andaluces a los que se ha intentado menospreciar por comerse las eses o por cecear, como si la capacidad dialéctica guardase alguna relación con el deje. Lo denunció también al recordar que el cine español siempre pone acento andaluz a los personajes de menor nivel cultural. La asociación del habla andaluza con el subdesarrollo es tan burda que sólo se aplica cuando se carece del ingenio suficiente. Si otras regiones hubiesen tenido la riqueza cultural de Andalucía, no sufrirían esa pulsión independentista tan palurda. En la tierra de Velázquez, Murillo o Picasso, de Séneca, Góngora, Juan Ramón Jiménez o Lorca, de Ziryab, Falla o Paco de Lucía, de Cánovas del Castillo, Diego Martínez Barrio o Felipe González es absolutamente natural la vocación universal. Pero llama la atención que territorios que están a años luz en patrimonio histórico nos hayan estigmatizado como los analfabetos de España pese a que nuestro acento fue el que conquistó América. El andaluz cruzó mucho antes el Atlántico que el castellano. Y a nadie se le ocurre pensar que un colombiano es de menor categoría intelectual porque aspira las haches. En Andalucía, por ejemplo, es imposible encontrarse una sola persona, ni en la aldea más aislada, que incurra en el atropello del laísmo, una aberración que se soslaya con el zumbido de las eses madrileñas.
Tiene razón Manu, como es habitual en él. Los andaluces tenemos que hablar con todo nuestro legado a cuestas allá donde estemos. Sin complejos. Y también debemos dejar de usar como pretexto ese agravio. Hay andaluces que hablan muy mal, igual que hay murcianos, madrileños, asturianos o burgaleses. Lo que tenemos que lograr es desmontar el tópico de que el acento andaluz es un signo de inferioridad. Los incultos son quienes piensan eso. La oratoria es una capacidad que no está relacionada con los territorios, sino con el talento natural y la actitud personal. Se puede hablar fatal con perfecta pronunciación castellana y de forma sublime con el ceceo que, por ejemplo, se le atribuía a Federico García Lorca. Recordaba también Manu Sánchez que sufría cuando veía a su abuela simular las eses en las llamadas telefónicas. Yo añadiría que muchos periodistas andaluces tuvieron que hacer duros ejercicios guturales para decir bien la jota en la radio. Incluso en la radio andaluza. Pero eso se acabó. Hay muchos que hablan varios idiomas pero con anacolutos y no tienen nada interesante que decir en ninguno. Sin embargo, basta con escuchar a María Galiana o a Curro Romero para comprobar cuántas cosas trascendentes se pueden decir en perfecto andaluz.
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