TIEMPO RECOBRADO
Contra la 'realpolitik'
Aun comprendiendo que China es una potencia internacional, creo que el Gobierno no debería rendir pleitesía a un tirano como Xi Jinping
Estulticia
La luna
Pedro Sánchez inicia hoy una gira que le llevará esta semana a Pekín, donde se va a entrevistar con Xi Jinping, el líder chino. La visita se produce en plena guerra comercial con Trump. El presidente del Gobierno nunca ha ocultado su buena relación ... con Xi Jinping, al que ha elogiado en varias ocasiones.
Resulta evidente que Sánchez pretende con este viaje abrir el mercado chino a los productos españoles, un objetivo loable pero difícilmente compatible con la denuncia de las violaciones de los derechos humanos que lleva a cabo el régimen de Pekín.
China es hoy una dictadura formalmente comunista, que, sin embargo, practica un capitalismo de Estado que ciertamente ha conseguido elevar el nivel de vida de la población. China tenía un PIB similar al de España a finales de los años 80 y el de hoy es diez veces superior. El país se ha convertido en un gigante militar, tecnológico y político que amenaza la hegemonía de Estados Unidos.
Este espectacular crecimiento en las últimas tres décadas ha ido acompañado de un incremento de la represión política, del encarcelamiento de disidentes, de la persecución a medios críticos y de violaciones injustificables de los derechos humanos. El Tíbet es el mejor ejemplo.
Sánchez se ha cansado de fustigar a Orbán, ha denunciado la masacre de Gaza y se ha enfrentado al populismo de Milei. Pero a la vez ha mantenido una actitud de extraordinaria tibieza con Maduro y una abierta connivencia con Xi Jinping. ¿Es coherente ese doble rasero? Mi respuesta es no.
La llamada 'realpolitik' no puede servir de legitimación de dictaduras o de crímenes contra la humanidad. Ni del pisoteo de los derechos humanos. Aun comprendiendo que hay que asumir que China es una potencia internacional, creo que el Gobierno no debería rendir pleitesía a un tirano como Xi Jinping.
La democracia parlamentaria no es sólo una forma de gobierno, sino que también encierra una declaración de principios éticos y políticos. Por ello, no es presentable ni conveniente que el primer ministro de una nación democrática confraternice con un dictador. La credibilidad de las instituciones que representa queda contaminada con el apoyo a un régimen que no respeta la libertad ni la dignidad de las personas.
Cuando uno a abraza al diablo, siempre hay algo maligno que se queda pegado a la piel. Quien estrecha vínculos con un personaje como Xi Jinping, lo que expresa es debilidad y falta de principios. La fortaleza de un gobernante se mide por la coherencia con sus valores.
Obviamente no faltará quien me tache de ingenuo e idealista, por lo que resulta necesario recordar que son los ideales los que han transformado el mundo y mejorado la vida de los ciudadanos. «Privar a los hombres de sus derechos es cuestionar su humanidad», dijo Mandela. Eso lo que hace Xi Jinping.
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