HAY QUE VIVIR
De alcaldes y baterías de cocina
Hacen falta desarrollos como los de Málaga, Bilbao o Madrid: en 2050, el 80 por ciento viviremos en entornos urbanos
Sánchez y la inmigración: todo al revés
Aznar y la trumpidad
Hay dos vídeos del No-Do que me alucinan. Uno es ése en el que unas mujeres juegan un partido de fútbol en los años sesenta y el comentarista se mofa de ellas diciendo: «Acaso lo más importante es que pierdan un poco de peso. ... La única nota optimista es que el día que se casen, si se casan, cambiarán este juego por una batería de cocina». Habría que ponérselo a las radicales que hoy en día se apropian del movimiento feminista y se creen que todo comenzó con ellas.
El otro vídeo es la narración del derribo en la capital de España del magnífico palacio de los duques de Medinaceli, en la plaza de Colón. La voz del No-Do lo contaba así mientras mostraba columnas clásicas, capiteles, artesonados, una impresionante escalinata y pinturas de Cecilio Pla y de Bayeu: «Las exigencias del urbanismo y el valor del suelo han llevado a la demolición del inmueble. Los madrileños románticos lo ven desmoronarse con pena y nostalgia». Así, como si nada. Y no fue lo peor: la llamada 'Alhambra de Madrid', un impresionante palacio árabe en el paseo del Prado, se destruyó para levantar el horroroso edificio de los sindicatos, una mole de ladrillo que hoy regenta el Ministerio de Sanidad y revienta lo mejor de la capital: las vistas de los tejados del centro.
Me fascina el concepto ciudad y me interesa el poder transformador del urbanismo. Por eso, observo con especial atención la actividad de nuestros regidores, porque tienen una influencia directa en nuestras vidas y en las de nuestros hijos.
Es obvio que la transformación urbana de España en el último medio siglo ha sido brutal, ese es otro de los efectos del crecimiento y la modernización de nuestro país. Tres ejemplos que saltan a la vista, los tres positivos: Madrid, Bilbao y Málaga. ¿Recuerdan cómo eran estas tres ciudades hace sólo cincuenta años? Todas ellas han dado un salto cualitativo gracias entre otras cosas a la buena gestión de sus alcaldes. En el caso de Málaga se puede concretar en la inmensa figura de Paco de la Torre (más la legislatura previa de Celia Villalobos). En el caso de Bilbao el modelo es el de la continuidad institucional, con una sucesión de alcaldes que supieron dar continuidad a un cambio radical de la ciudad. Hoy son dos ciudades pujantes, crecientes y bellas.
Me gusta hablar con los alcaldes y alcaldesas: de todos los políticos son los que tienen la mayor capacidad de adelantarse a nuestro futuro, porque un alcalde que se lo llame a sí mismo no está pensando en la zanja del hoy, sino en la ciudad del mañana. Un dato: en 2050 el 80 por ciento de los ciudadanos vivirá en un entorno urbano. Yo en su lugar observaría qué hace y qué propone el que manda en mi ayuntamiento y, si no me convence, lo cambiaría por una batería de cocina. Sea alcalde o alcaldesa.
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