El timo de la ecología
A la bucólica masacre de Carmena, nadie ha opuesto, por el momento, resistencia alguna

Cada tiempo construye sus propias mitologías. Que funcionan como religiones mundanas. Prometen cielo, traen infierno. El ecológico mito de la naturaleza asentó las bases sobre las que se alzaría el higienismo social hitleriano. Su actual retorno, bajo la forma de un cursi bucolismo angelical, no ... debiera ser tomado a broma. Puede que sus actores -Carmena, como sus simpáticos animalistas- parezcan sólo una hilarante variedad perrofláutica. Pero su capacidad para jorobar la vida de cuantos nos empeñamos en el placer decadente de la vida urbana, no tiene maldita sea la gracia.
El mismo día en que París era tomado por ciudadanos que, al margen de afiliación política, daban batalla frente al «impuesto ecológico» contra los automóviles, el bucólico Ayuntamiento madrileño festejaba la proscripción del automóvil en Madrid. Cerrando la Gran Vía. Un equipo político -sea del signo que fuere- que se carga el eje en torno al cual fue diseñada una gran urbe -eso es, eso era la Gran Vía- está agrediendo a cada uno de sus moradores.
Nada es más importante que una ciudad: su habitabilidad y su belleza. Al lado de eso, todas las grandilocuencias de la llamada «política de Estado» quedan en pura retórica. Una aberración urbanística arruina el día a día de quienes se ven obligados a padecerla. Destruir la Gran Vía, como esta congregación de lolailos ha hecho, es destruir, no ya la vida de quienes habitan en sus alrededores. Es destruir Madrid. Porque arruinado el eje que vertebra la ciudad, la ciudad completa queda muerta. Convertida, en el mejor de los casos, en un parque de atracciones para turistas: reliquia embalsamada e inhabitable para aquellos que hasta hora fueron sus vecinos.
Vean las salvajadas que previos ayuntamientos consumaron ya: el núcleo peatonalizado en torno a la Puerta del Sol es hoy una escombrera, sobre la cual se han erigido: a) un sucio zoco ruidoso en Sol, b) una red de pestilentes tascas para guiris alrededor y c) una condensación de sórdidos apartamentos turísticos en las calles peatonalizadas. Los vecinos huyeron. Toca ahora hacer lo mismo alrededor de la Gran Vía. Desaparecen las tiendas del barrio. En su lugar, el cáncer de los apartamentos de alquiler por noches prolifera. Es la muerte urbana. Masacre idéntica está en curso de consumarse en la calle de Atocha. Luego -si les dejamos tiempo- empezarán con Recoletos. Es el final de Madrid-ciudad. Y el inicio de un Madrid-Cutrylandia para mochileros. Supongo que habrá algún imbécil al que le guste eso.
Al timo ecológico de imponer nuevos impuestos contra los automovilistas -por cierto, que yo no lo soy ni lo he sido nunca-, una ciudadanía francesa al margen de partidos e ideologías ha plantado cara, con dureza que tiene pocos precedentes. A la bucólica masacre de Carmena, nadie ha opuesto, por el momento, resistencia alguna. Cuando nos demos cuenta de hasta qué punto arruinó nuestras vidas, será ya tarde. Es el timo de la secta ecológica: promete paraíso, trae infierno.
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