Volkswagen T-Roc R: la seducción del desierto

La belleza del desierto, en un entorno protegido, donde las construcciones no superan las dos plantas y un mar de color turquesa, es el paisaje sorprendente cuando te asomas a la costa de Cabo de Gata en la provincia de Almería. Un territorio que te atrapa desde la sobriedad más absoluta. Belleza en estado puro, sin adornos ni parafernalias.

Arrancamos en Almería en dirección hacia Agua Amarga circulando por la A-7. Una vez que abandonas la autovía, en busca de este pequeño pueblo turístico que pusieron de moda los Reyes de España en 2014, empieza el verdadero disfrute al volante. Tras las largas rectas de la A-7 empieza el trayecto por carreteras comarcales de doble sentido donde se combinan zonas reviradas de montaña, con curvas de 360 grados, con tramos de tierra y arenas. Toda una prueba de fuego para comprobar el comportamiento del Volkswagen T-Roc con acabado R –motor de gasolina 2.0 TSI y 300 CV de potencia– en el que circulamos.

Agua Amarga, como casi todos los pueblecitos que salpican la costa de Cabo de Gata, tiene su origen en pequeños asentamientos de pescadores, pero que se han reconvertido en destino turístico. La protección de esta zona ha impedido que se construyan macro complejos hoteleros ­–hay que olvidarse del monstruo de Carboneras, que está fuera de Cabo de Gata–. Al acercarse por la carretera se vislumbra el conjunto de casas blancas encajado entre dos montañas. En sus calles se suceden las tiendas y en primera línea de playa hay un buen número de restaurantes y chiringuitos.

Desde aquí desandamos el camino a través de la carretera comarcal AL-5106. A los cinco kilómetros damos un volantazo a la izquierda para adentrarnos en un camino de tierra y piedras en busca de la cala del Plomo. El selector de modos de conducción que encontramos junto a la palanca de cambios. Desde ella podemos modificar tanto la intervención del sistema 4Motion como los parámetros de la suspensión adaptativa, la mecánica o la dirección de nuestro Volkswagen para ajustar el modo de conducción a las distintas situaciones.

Colocamos el modo 'off-road', que unido a la suspensión adaptativa DCC, hacen que los siete kilómetros del infernal trazado hacia la costa sea tranquilo. Las trampas del firme, con agujeros y rodaduras profundas, accidentes que serían trampas para un vehículo menos equipado, con el T-Roc son un casi un paseo durante el que disfrutar del paisaje. Cala del Plomo es una playa de piedras, pero el tesoro de esta zona está en la cala de Enmedio, a la que se accede a pie, a través de la montaña, en un trayecto de unos 20 minutos.

Seguimos camino por carreteras estrechas, donde solo cabe un coche, pero se puede sacar todo lo que lleva dentro el corazón de 300 CV que late bajo el capó. Un descenso con pendientes de vértigo nos lleva hacia Las Negras, posiblemente el pueblo más bonito de Cabo de Gata. Refugio de hippies en los años ochenta y que siguen poblando la localidad. Hay buenos restaurantes y un ambiente agradable de playa.

A Seis kilómetros, circulando por la AL-4200, está El Playazo. Un arenal presidido por la fortaleza de San Ramón (siglo XVII) en la que en verano se concentra un buen número de personas, pero que dispone de una amplia zona de aparcamiento. Un poco más lejos está La Isleta del Moro, aldea de pescadores con tres pequeñas calas encadenadas. Tras superar San José –el 'Benidorm' de la zona– llegamos a dos arenales de película, Genoveses y Mónsul. Genoveses es una pequeña bahía impresionante que cierran unas formaciones calizas de color blanco que convierten el color del agua en azul turquesa, un tono que se mantiene constante en Mónsul.

Dónde comer: Restaurante La Sal y restaurante La Palma, en Las Negras.

Dormir: Hotel Cala Grande (Las Negras).