Jordania, Egipto y los palestinos suspenden su reunión con Biden en Ammán
La visita del presidente de Estados Unidos, una apuesta arriesgada en clave geopolítica
Al menos 500 muertos en un bombardeo a un hospital en Gaza, según su ministerio de Salud

Cuando Joe Biden no había cumplido la treintena y era un concejal de un condado de Delaware, sorprendió a todos cuando se presentó para senador de EE.UU. Él anhelaba dejar su huella en los grandes asuntos internacionales, no pelearse por el sistema local de ... recogida de basuras. Medio siglo después, hoy aterriza como presidente de EE.UU. en la madre de todas las tensiones internacionales -el encaje de Israel en Oriente Medio- y en medio de una guerra contra Hamás que amenaza con desestabilizar una región polvorín.
La visita de Biden a su gran socio en Oriente Medio es una apuesta logística, política y geoestratégica arriesgada. En ella, el presidente de EE.UU. tiene que hacer malabarismos con muchas bolas: insistir en el apoyo «inquebrantable» de la primera potencia mundial a Israel tras los ataques terroristas sanguinarios de Hamás; disuadir a los rivales en la región que amenazan con extender el conflicto; extraer compromisos convincentes de Israel sobre el impacto humanitario de su respuesta militar en Gaza; y evitar que la guerra complique una reelección que ya tiene cuesta arriba.
Sin embargo, el trabajo del gabinete de Biden por dialogar con los principales actores en la región chocó anoche con el bombardeo al hospital de Gaza, que provocó la suspensión de la cumbre que tenía previsto celebrarse en Ammán con el Rey de Jordania, Abdalá II; el presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi; y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, además del presidente estadounidense. Poco después del anuncio del Ejecutivo jordano con la suspensión, la Casa Blanca dio por pospuesta la reunión.
La presencia de Biden en Tel Aviv es una pesadilla logística. El presidente estará a poca distancia de dos frentes -el de Gaza, en el sur; el de Líbano, en el norte- con la posibilidad de que se produzcan ataques enemigos. Lo vivió este lunes su secretario de Estado, Antony Blinken, en su segunda visita a Israel en una semana. Durante una reunión con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y su Gabinete, sonaron las sirenas antiaéreas y el jefe de la diplomacia estadounidense tuvo que encontrar refugio en un búnker durante algunos minutos.
Asistencia humanitaria
Eso ocurrió durante la reunión maratoniana, de más de siete horas, en la que Blinken buscó arañar compromisos de Israel sobre el impacto de sus operaciones militares en los civiles de Gaza y en su acceso a ayuda humanitaria.
Una de las prioridades del viaje estará en «la necesidad crítica de que llegue asistencia humanitaria a Gaza, así como que la gente inocente tenga la posibilidad de salir», explicó el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kirby. «Obviamente, no deseamos que haya más sufrimiento de civiles», añadió sobre una situación que no se cumple en el terreno. Además de la tragedia del hospital de Gaza, también se registraban bombardeos en el sur de la Franja, la zona a la que el ejército israelí había exigido que se evacuaran los civiles del norte de la zona. La justificación de esos ataques es que hay terroristas escondidos también en el sur.
El único paso fronterizo en Gaza que no está controlado por Israel es el de Rafá, con Egipto. El-Sisi hasta ahora se ha mostrado contrario a abrir el paso para que llegue ayuda humanitaria y salgan palestinos que huyen de los ataques o incluso para evacuar a extranjeros.
Apoyo incondicional de EE.UU a Israel
Pero la presencia de Biden servirá, ante todo, para resaltar que EE.UU. está del lado de Israel y enviar un mensaje a quienes podrían aprovechar los ataques de Hamás para ir a por su socio. El más evidente, Irán, cuyo ministro de Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, advirtió de que los «ejes de resistencia» a Israel en la región -el más importante, su brazo armado en Líbano, Hezbolá- podrían abrir «múltiples frentes».
Quizá por ello el viaje de Biden viene reforzado de presencia militar. A los portaaviones USS Gerald S. Ford y USS Dwight D. Eisenhower y sus respectivas flotas de apoyo se unirá ahora el Grupo Anfibio Bataan. Además, EE.UU. trasladará otros dos mil soldados a la región.
Para Biden, el viaje tiene el riesgo político de que le emparenta con los aciertos y errores de la respuesta militar de Israel en Gaza y más allá. En la antesala de las elecciones, su apoyo decidido al estado judío puede elevar el perfil del presidente de EE.UU. de cara a los votantes republicanos y los moderados demócratas. Pero también hay una reacción en el ala izquierdista demócrata contra la respuesta de Israel, que se ha materializado en una propuesta de resolución para un alto el fuego inmediato presentada en la Cámara de Representantes.
Biden se presentó por sorpresa en febrero de este año en Kiev como muestra de apoyo a su Gobierno y a Volodimir Zelenski. Pero la causa ucraniana se ha convertido con el tiempo más en un lastre que en una baza electoral. La apuesta de Biden es que con Israel sea diferente.
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