China ante la invasión de Ucrania: la hora de la verdad
El gigante asiático, entre neutral y cómplice, se esconde en la ambigüedad de su respuesta al ataque de Rusia, un escenario crítico para el Partido Comunista

Las primeras bombas caían sobre Kiev cuando la embajada china recomendó a sus ciudadanos que colocaran la bandera nacional bien visible en sus coches. Unos pocos días después dio marcha atrás: mejor no desvelar su identidad y, por si acaso, tampoco vestir ropa de camuflaje. ... Semejante cambio de posición responde a que el color rojo identifica a grupos prorrusos ; pero, sobre todo, a que se desconoce qué representa en Ucrania hoy: ¿Un país neutral? ¿O un país enemigo? La reacción de China a la invasión rusa yace en un lugar intermedio entre ambos extremos, justo cuando esta es más importante que nunca.
Un reloj estropeado acierta dos veces al día. También las exclusivas. Antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín ‘Bloomberg’ adelantó, a partir del testimonio de fuentes de dudosa credibilidad, que Xi Jinping había solicitado a Vladimir Putin que postergara su ofensiva hasta la conclusión de la cita deportiva –indicios reiterados luego por el ‘New York Times’ y atribuidos a la inteligencia estadounidense–. Verdad o no, se apagó el pebetero olímpico y acto seguido el líder ruso reconoció la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. A la mañana siguiente las tropas estacionadas en la frontera desde hacía semanas irrumpían en suelo ucraniano.
La incógnita de si China estaba al corriente del ataque supone un factor fundamental para esclarecer su postura al respecto. Otras pruebas esbozan un relato alternativo. En días precedentes, la comunidad de expertos ni siquiera consideraba la posibilidad, los organismos gubernamentales desoyeron la información compartida por Estados Unidos y la embajada en Kiev no preparó plan de evacuación alguno . Estos son algunos de los hechos destacados por la académica Yun Sun, en un artículo reciente publicado por el centro de investigación Stimson, para aventurar que la invasión habría cogido desprevenida a la cúpula del Partido Comunista.
China criticó en un comunicado emitido el 4 de febrero la expansión de la OTAN, sin mencionar a Ucrania
El gigante asiático respeta a soberanía y la integridad terrritorial (de acuerdo a la Carta de la ONU), aunque reonoce las legítimas preocupaciones de Rusia en materia de seguridad
Ante este supuesto, la trascendencia del comunicado conjunto emitido el pasado 4 de febrero tras el encuentro personal de Xi y Putin cambiaría por completo. Lo que en un primer momento se interpretó como una victoria para China, cuyas prioridades ocupaban la mayor parte del texto a cambio de una crítica a la expansión de la OTAN sin mencionar de manera explícita a Ucrania, dejaría de serlo: el desarrollo de los acontecimientos ha vuelto mucho más relevante la proclamación de una «amistad sin límites» entre ambas potencias. «La belleza del plan de Putin consiste en que China no puede protestar y aclarar que no sabían nada. Si lo hacen, estarían diciendo al mundo que Rusia les engañó y que su alineación no es tan firme como pretendían que EE.UU. creyera», argumenta Sun.
Ni «invasión» ni todo lo contrario
Este interrogante resulta sustancial pero no definitivo a la hora de valorar la reacción del gigante asiático, disimulada entre ambigüedad y cautela máximas. Tanto es así que sus autoridades se han negado a contestar siquiera si consideran la ofensiva militar una «invasión». Los «cinco puntos» de su postura oficial, reiterados palabra por palabra en cada intervención, dan una de cal y alguna más de arena . China respeta la «soberanía a integridad territorial de acuerdo a la Carta de la ONU», aunque reconoce «complejos factores históricos» y las «legítimas preocupaciones de Rusia en materia de seguridad», por lo que defiende una «resolución pacífica» y llama «a todos los actores a ejercer la moderación para prevenir una mayor escalada».
A consulta de ABC, el portavoz del ministerio de Exteriores Wang Wenbin ha hecho hincapié estos días en que ambos países comparten una «sociedad estratégica integral» pero no son aliados. En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU el pasado viernes, China no vetó la resolución contra Rusia, sino que optó por la abstención. Tres días después, no obstante, se opuso a una propuesta similar presentada ante el Consejo de Derechos Humanos. En la votación de hace unos días de la Asamblea General volvió a la abstención.
El Partico Comunista está inmerso en un ejercicio de equilibrismo con el que trata de conjugar su apoyo a Rusia y el principio de soberanía nacional y no injerencia
El Partido Comunista está inmerso en un ejercicio de equilibrismo retórico y gestual con el que trata de sostener a la vez dos cuestiones que se han vuelto incompatibles. Por un lado, su apoyo a Rusia en su oposición conjunta a Occidente; por otro, el principio de soberanía nacional y no-injerencia, pilar de su política exterior. Desde hace años China ha blandido este argumento multiusos en defensa y ataque: ya sea a colación de los campos de reeducación en Xinjiang. el recorte de libertades en Hong Kong, la autonomía de Taiwán como de la intervención en Libia o la guerra de Irak.
La semana pasada, una larga diatriba del portavoz de Exteriores en protesta por la actuación de EE.UU. en Afganistán concluyó, de nuevo, con la misma referencia a respetar «la soberanía, independencia, integridad territorial y no interferir en cuestiones internas del país». La pregunta planteada a continuación por ABC era, por tanto, obligada, y su ironía manifiesta la incongruencia de la posición china. «¿Considera China que la presencia militar de Rusia en Ucrania supone una interferencia en sus cuestiones internas? ¿China sigue reconociendo a Ucrania como país soberano?». Su respuesta fue breve: «Por supuesto que China reconoce la soberanía de Ucrania. La posición de China es consistente y permanece inalterable», zanjó.
Palabra de potencia
En sus malabares, China sigue pendiente de una tercera pelota: los efectos colaterales de las sanciones impuestas contra Rusia, las cuales ha calificado de «ilegales y unilaterales». La relación comercial entre ambos países, en palabras del portavoz de Exteriores Wang, «prosigue con normalidad». «La disposición de China a desafiar las sanciones para aumentar su apoyo económico a Rusia es la clave para evaluar si está dispuesta a asumir mayores costes para avanzar sus objetivos ideológicos», apunta un informe reciente de la consultora Eurasia. De momento esto no ha sucedido, según informaba este fin de semana un representante gubernamental de EE.UU. a la agencia ‘Reuters’.
Rusia y China, su mayor socio comercial, comparten una relación bilateral cada vez más marcada por la asimetría. Esta es la segunda economía mundial, pronto la primera, mientras que aquella resulta equiparable a la provincia de Cantón; desequilibrio ahondado por un aislamiento internacional creciente. El gigante asiático asumirá costes en su defensa, pero solo los imprescindibles, y siempre para explotarlos en términos políticos. Tampoco así saldrá beneficiado: ganará envergadura estratégica a costa de perder solidez en su frente ante EE.UU. y una Unión Europea reverdecida.
La actuación de Rusia en Ucrani a ha dinamitado un orden internacional cuyas coordenadas China creía tener controladas. Este contexto volátil, en el que tiene poco que ganar, llega además cuando el Partido Comunista valora la estabilidad por encima de todo. Apenas faltan unos meses para el Congreso quinquenal en que Xi comenzará un histórico tercer mandato destinado a consagrarle como el líder más poderoso desde Mao. Al mismo tiempo, el hecho de que los lazos entre China y Rusia se hayan planteado como un vínculo personal entre sus mandatarios, que se refieren el uno al otro como «mejor amigo», reduce aún más el margen de maniobra ante un escenario crítico.
En los últimos años, China ha reclamado ante la comunidad internacional un trato acorde a su peso económico y político . Lo ha conseguido. Su palabra es hoy más importante que nunca: puede acorralar a Rusia por completo o revivir un enfrentamiento de bloques hostiles. Al elegir, sin embargo, también revelará qué mundo ambiciona y qué potencia aspira a ser. El momento de asumir esa responsabilidad ha llegado: mientras China no desvele su posición en Ucrania, los chinos allí seguirán escondiendo su bandera.
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