INFOGRAFÍA
La pesadilla de los Tercios españoles en Flandes: las colosales fortalezas que retaron a Felipe II
La Guerra de los Ochenta Años fue la última en la que los cercos a grandes ciudades vertebraron el conflicto
'Encamisadas': las osadas incursiones nocturnas que convirtieron a los Tercios españoles en la pesadilla de Europa

Aquellos días, el apellido le pesaba demasiado a don Fadrique Álvarez de Toledo. A principios de 1573, con todas las esperanzas de España sobre sus espaldas, el general escribió al Gran Duque de Alba apesadumbrado. No había logrado doblegar la plaza de Haarlem, ... en las afueras de Ámsterdam, y tampoco se veía con fuerzas para lograrlo. Eran demasiados meses de frío, hambre y falta de pagas. Según las crónicas, su padre le respondió con sorna: «Dijo que, si alzaba el campo, no le tendría por hijo; que si moría en el asedio, él iría en persona a reemplazarle; y que, si faltaban los dos, iría de España su madre para hacer lo que él no había tenido valor».
Las amenazas veladas surtieron su efecto y los Tercios de don Fadrique se hicieron con la ciudad después de ocho meses. «Haarlem marcó las características en las que se iba a desarrollar la Guerra de los Ochenta Años», explica a ABC el investigador José Luis Hernández Garvi. El autor de 'Asedios en la Guerra de Flandes' (Ediciones Tercios Viejos) lo tiene claro: «Fue la edad de oro de los sitios, que vertebraron por última vez en la historia un conflicto». También esboza una mueca de contrariedad cuando oye hablar de los cercos sobre las ciudades de Ucrania: «La guerra ha evolucionado mucho. Casi resulta anacrónico calificarlos de asedios».
Nuevo paradigma
Los Tercios de la Monarquía Hispánica –solo un 10% eran españoles, la élite– fueron pioneros en mil ámbitos. Formaron el primer ejército profesional de la Edad Moderna y se convirtieron en la bestia negra de la infantería del Viejo Continente. Pero su especialidad siempre fue el combate en campo abierto. Por ello, la rebelión de los Países Bajos en 1568 les planteó un nuevo reto. «La de Mook, en 1574, fue la última gran batalla campal en Flandes. A partir de entonces, todo cambió». El que habla es el catedrático y especialista en estas unidades Enrique Martínez Ruiz, autor de 'Felipe II: El hombre, el rey, el mito'.

Un soldado de los Tercios de Flandes
Mosquetero
Bandolera
Accesorio muy común. Solía ir cruzada sobre el hombro izquierdo. Incluía una pequeña bolsa en la que se guardaban la cuerda-mecha y las balas
Horquilla
Soporte de madera con un extremo metálico en forma de cruz que servía para apoyar el arma
Chambergo
Los veteranos mosqueteros de los tercios lucían en sus cabezas chambergos adornados con vistosas plumas anchas
Mosquete
Era el arma principal del mosquetero. Era un arma mortal aunque engorrosa de usar. Tenía una tasa de recarga muy lenta
Capa
Ofrecía protección frente a las inclemencias del tiempo durante las campañas en Flandes
Cartuchos
Llamados los “doce apóstoles”. Eran unos frascos de madera que contenían la pólvora necesaria para un disparo
Espada
Era un arma de defensa personal para la lucha cuerpo a cuerpo en distancias cortas
Botas
Fuertes y resistentes, su alto coste hacía que fueran un bien muy preciado para el soldado
Artillería del ejército español de la época
Artillería Gruesa o Real:
Aquella que tirara pelota de más de siete libras, como son cañones, medios y cuartos, y culebrinas, y todas las piezas de mayor pelota que éstas.
Artillería Menuda:
Toda la de siete libras para abajo, como medias culebrinas, sacres, falconetes y medios falconetes hasta descender a esmeriles y arcabuces de posta.
Precisión de tiro
Los manuales de la época contenían detalladas descripciones sobre el uso de la artillería en los asedios. Un artillero introdujo un mecanismo de rosca para ajustar con precisión la elevación del cañón y una nueva mira con una precisión ajustable permitió calcular con exactitud dónde caería una bala antes de hacer fuego
Línea visual
Trayectoria de la bala
Perfil de una fortificación
La traza italiana cambia el concepto de fortificación. Varían las prioridades y los altos muros de los castillos de la Edad Media dejan paso a un sistema defensivo en profundidad, pues ahora se trata de amortiguar los efectos de la artillería construyendo muros inclinados que redujeran su eficacia. Por otra parte, adelantando las defensas se protegía el centro vital de la ciudad
Banqueta
Camino cubierto
Talud exterior
de muralla
Talud
Contraescarpa
Glacis
Foso
Cuneta
Refoso
Partes de la fortaleza
Camino cubierto
Glacis
Baluarte
Patio
de armas
Foso
Cortina
Construcciones
para animales
y tropa
Tronera
Rampas para
la artillería
Revellín
Fuente: Melquíades Prieto y elaboración propia / ABC / CG. Simón

Un soldado de
los Tercios de Flandes
Mosquetero
Chambergo
Los veteranos mosqueteros de los tercios lucían en sus cabezas chambergos adornados con vistosas plumas anchas
1
Bandolera
Accesorio muy común. Solía ir cruzada sobre el hombro izquierdo. Incluía una pequeña bolsa en la que se guardaban la cuerda-mecha
y las balas
2
Cartuchos
Llamados los “doce apóstoles”. Eran unos frascos de madera que contenían la pólvora necesaria para un disparo
3
Espada
Era un arma de defensa personal para la lucha cuerpo a cuerpo en distancias cortas
4
1
2
8
3
7
4
5
6
Botas
Fuertes y resistentes, su alto coste hacía que fueran un bien muy preciado para el soldado
5
6
Capa
Ofrecía protección frente a las inclemencias del tiempo durante las campañas en Flandes
7
Mosquete
Era el arma principal del mosquetero. Era un arma mortal aunque engorrosa de usar. Tenía una tasa de recarga muy lenta
8
Horquilla
Soporte de madera con un extremo metálico en forma de cruz que servía para apoyar el arma
Artillería del ejército español de la época
Artillería Gruesa o Real:
Aquella que tirara pelota de más de siete libras, como son cañones, medios y cuartos, y culebrinas, y todas las piezas de mayor pelota que éstas.
Artillería Menuda:
Toda la de siete libras para abajo, como medias culebrinas, sacres, falconetes y medios falconetes hasta descender a esmeriles y arcabuces de posta.
Precisión de tiro
Los manuales de la época contenían detalladas descripciones sobre el uso de la artillería en los asedios. Un artillero introdujo un mecanismo de rosca para ajustar con precisión la elevación del cañón y una nueva mira con una precisión ajustable permitió calcular con exactitud dónde caería una bala antes de hacer fuego
Línea visual
Trayectoria de la bala
Perfil de una fortificación
La traza italiana cambia el concepto de fortificación. Varían las prioridades y los altos muros de los castillos de la Edad Media dejan paso a un sistema defensivo en profundidad, pues ahora se trata de amortiguar los efectos de la artillería construyendo muros inclinados que redujeran su eficacia. Por otra parte, adelantando las defensas se protegía el centro vital de la ciudad
Contraescarpa
Banqueta
Talud exterior
de muralla
Camino
cubierto
Talud
Foso
Glacis
Cuneta
Refoso
Partes de la fortaleza
Camino cubierto
Glacis
Baluarte
Patio
de armas
Foso
Cortina
Construcciones
para animales
y tropa
Rampas para
la artillería
Revellín
Tronera
Fuente:
Melquíades Prieto y elaboración propia
ABC / CG. Simón
El historiador está convencido de que la orografía de la región, «llena de ríos y canales», favoreció que Felipe II y los holandeses apostaran por resguardarse tras los muros de gigantescas fortalezas y ciudades amuralladas. Ningún bando quería perder un soldado de más; cada vida era clave para doblegar al contrario.
A su favor, unos y otros contaban con una nueva arma: las fortalezas de traza italiana. Ideadas entre los años treinta del XVI para resistir los envites artilleros, levantaban sus murallas «siguiendo un trazado irregular, como el de los dientes de una sierra», según esgrimió el ingeniero de la época León Battista Alberti, para que los defensores hicieran fuego de enfilada. «Tenían forma estrellada, con multitud de ángulos, salientes y revellines. Además, se apostó por materiales más maleables que absorbieran los impactos y no provocaran un derrumbe en cascada del lienzo o fachada», añade Garvi. El resultado lo definió de forma sucinta el especialista militar Raymond de Beccaire, nacido en 1508: «Son extremadamente difíciles de capturar».
Caída de gigantes
Frente a la revolución de las fortificaciones, los Tercios apostaron por los sitios de larga duración; unas veces de meses (Harleem), otras de más de un año (Amberes). Felipe II fomentó la poliorcética: el noble arte del asalto. En primer lugar, se construían trincheras en zig-zag alrededor de la ciudad para evitar la llegada de refuerzos y la entrada de vituallas. «Cabían tres personas y medían 1,60 de alto. Los soldados pasaban toda la noche de guardia, hasta que les relevaban», explica a ABC el historiador Juan Víctor Carboneras, autor de 'España mi natura' (Edaf) y presidente de la asociación '31 Enero Tercios'. Las condiciones eran pésimas, como escribió un capitán anónimo: «Acá pasamos un trabajo increíble por la terribilidad del tiempo. Con cada credo, se sacan soldados de la trinchera medio muertos».
Otra revolución contra las fortalezas fue la artillería. «Uno de los hitos de los Tercios fue organizar el caos artillero. Se unificaron en 1609 los calibres para facilitar la logística y los transportes», explica Garvi. Martínez corrobora: «Antes había tantos tipos de munición que no era raro introducir una bala en un cañón más ancho. Esta rebotaba en el interior y, cuando salía despedida, carecía de precisión». En la práctica, sobre el terreno se usó una panoplia limitada de piezas para derribar las murallas: las de 48 libras, las de 24, las de 10-12 y las de 5-6. Amén de una nueva arma. «Los morteros disparaban en parabólico, por encima de los lienzos. Los españoles generalizaron su uso por su efectividad psicológica contra los sitiados», insiste el investigador.

A la par, los sitiadores atacaban también a través del subsuelo en una guerra de túneles que se asemejaba, en cierta forma, a la de la fábrica de Azovstal. «Se excavaban minas, galerías angostas cuyo objetivo era ubicar explosivos bajo la muralla. A cambio, los defensores elaboraban contraminas para derribar las de sus enemigos», explica Carboneras.
Durante el asedio de Maastrich, en 1579, su vivió una auténtica 'guerra de topos' bajo terreno holandés. Los Tercios arrojaron en los túneles agua hirviendo –a pesar de lo que diga el cine, el aceite era muy caro– y, a continuación, se internaron en ellos varios destacamentos para terminar la 'limpieza'. A la cabeza iban soldados equipados con gruesos escudos y pistoletes; tras estos, combatientes con picas cortas. Fue una masacre.
¿Asedios en Ucrania?
A pesar de todas estas técnicas, los asedios de la Guerra de los Ochenta Años desangraron poco a poco a España. El continuo goteo de bajas, los problemas logísticos y la falta de dinero provocaron amotinamientos en las tropas y, a la larga, la independencia de los Países Bajos tras la Paz de Westfalia. Fue un conflicto demasiado lento y costoso hasta el extremo. Algo parecido al que se vive estos días en Ucrania, donde todavía se habla de asedios a ciudades como Mariúpol o Bakhmut.
¿Qué similitudes existen entre aquellos asedios de pica y mosquete y los actuales, de fusil y dron? Según desvelan fuentes del Ejército de Tierra a ABC, los cañones: «Las baterías son claves para reducir búnkeres y nidos de resistencia concretos. Pero la doctrina actual no es disparar contra las casas. Para empezar, por la población, pero también porque conviertes la zona en una trampa mortal. Si derrumbas un edificio, generas reductos de escombros idóneos para ubicar ametralladoras. Además, también creas pilas de escombros que impedirán el avance de tus vehículos». Parece que los rusos tienen mucho que aprender.
MÁS INFORMACIÓN
Los soldados tampoco han perdido su papel preponderante por mucho que los drones hayan hecho su aparición. Al igual que en Flandes, el soldado de a pie sigue siendo el encargado de avanzar, acabar con el enemigo casa a casa, y tomar el terreno. «La gran diferencia es que ahora van apoyados por vehículos y carros de combate», añaden desde el Ejército de Tierra. Lo que está claro es que aquella época de las fortalezas colosales ha tocado a su fin: «Hoy en día es un gasto absurdo construir murallas para defender una ciudad. Ya en la Segunda Guerra Mundial quedó claro que, gracias a piezas de artillería como el mortero alemán Thor, no pueden resistir un golpe directo».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete