El extraño encuentro de Unamuno con José Antonio Primo de Rivera que le alejó del Premio Nobel
El nacimiento de la Falange fue celebrado por muchos intelectuales que no comprendían el trasfondo de lo que estaba ocurriendo en Europa. Unamuno se reunió con su fundador en Salamnaca
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En 1935, todo hacía pronosticar que Miguel de Unamuno ganaría el Premio Nobel de Literatura debido a su compromiso con la paz en un periodo donde sonaban rumores de bombas aquí y allá y por ser, como expresó la Universidad de Salamanca en ... su solicitud del reconocimiento, «uno de los representantes más importantes e interesantes de la espiritualidad y el pensamiento españoles». Unamuno llegaba a la cita con ventaja sobre los otros candidatos, entre ellos G. K. Chesterton y Paul Valéryn, pero entonces ocurrió lo inexplicable: la Academia dejó desierta la categoría literaria, algo que solo había sucedido dos veces antes, cuando en 1914 y 1918 se cancelaron los premios por la Primera Guerra Mundial.
Nunca se conocieron las razones por las que el premio quedó desierto, pero la película documental 'Palabras para un fin del mundo' (Partida, Imagine! Factory Films), de Manuel Menchón, reveló en 2020 documentos inéditos que apuntaban a la interferencia de la Alemania nazi para que el escritor español no recibiera galardón alguno después de sus intensas críticas contra Hitler. No obstante, el historiador Jean-Claude Rabaté apuntó en esas mismas fechas otra de las causas que sonaron por las que el escritor vasco se fue de vacío: «Su presencia en un mitin de Falange ese año tuvo trascendencia internacional a través de la prensa republicana, que fue muy crítica. Unos dicen que si no ganó el Nobel fue por haber asistido a ese acto de José Antonio Primo de Rivera. No fue premiado por culpa de los unos y de los otros».
La extraña relación entre el escritor y el fundador de Falange ha hecho correr libros de tinta, pero denota un ambiente intelectual más complejo de lo que se interpreta hoy. El nacimiento de la Falange fue celebrado por muchos intelectuales que aún no comprendían el trasfondo de lo que estaba ocurriendo en Europa. Así ocurrió con Unamuno que, como explica Jon Juaristi en su libro 'Miguel de Unamuno' (Colección Españoles Eminentes), aplaudió el discurso fundacional de Falange: «No disgustó a Unamuno, pero sí, y mucho, a su yerno, al que hace sabedor de su opinión vagamente favorable al hijo del dictador». El yerno del filósofo, José María Quiroga, le reprochó a su familiar su «sorprendente indulgencia con el incipiente fascismo español que había denostado solo un año antes».
Unamuno había escrito antes un duro artículo contra las JONS de Onésimo Redondo, pero de la noche a la mañana le dio por simpatizar con José Antonio, cuyo padre, el dictador Primo de Rivera, había ordenado años antes el destierro de Unamuno a la isla de Fuerteventura y que, en tono cruel, afirmaba que el vasco «no es sabio ni nada que se le parezca y de ello estamos convencidos en España, donde no hace falta quitarle la careta».
Un encuentro inesperado
José Antonio tampoco heredó la animadversión de su padre hacia Unamuno. En el libro 'José Antonio: Realidad y mito', Joan Maria Thomàs explica que el abogado y político falangista estaba deseando conocer al filósofo «para explicarle cómo el antiseparatismo del catedrático de Salamanca había inspirado su propio pensamiento y para, consciente o inconscientemente, mostrarle las diferencias existentes entre él y su proyecto... y los de su padre, antiguo enemigo del escritor». En definitiva, concluye este autor, la obra de Unamuno había influido decisivamente en la formación de las ideas de José Antonio, quien lo respetaba «profundamente».

Finalmente, Unamuno recibió en febrero de 1935 al fundador de Falange en su casa de Bordadores, donde acudió acompañado por Francisco Bravo y Rafael Sánchez Mazas. La reunión se desarrolló en un ambiente cercano dado que Bravo era amigo de uno de los hijos del catedrático, Fernando, mientras que Sánchez Mazas compartían parentesco con el vasco por parte de su abuela, la poetisa Matilde de Orbegozo. Según escribió Bravo, José Antonio se dirigió en términos muy amistosos al pensador:
«Yo quería conocerle, Don Miguel, porque admiro su obra literaria y, sobre todo, su pasión castiza por España, que no ha olvidado usted ni aun en su labor política de las Constituyentes. Su defensa de la unidad de la Patria frente a todo separatismo nos conmueve a los hombres de nuestra generación».
Sin morderse la lengua, Unamuno habría contestado aludiendo, según esta fuente, de forma somera a lo nocivo de la dictadura del padre de José Antonio, ante lo que los falangistas se tensaron y Bravo terció un «bueno, Don Miguel. Aquello del padre de José Antonio es ya historia. Díganos cuándo le apuntamos para la Falange».
Sin alterarse lo más mínimo, Unamuno prosiguió con su conversación con los falangistas:
«Sí, aquello es historia. Y lo de ustedes es otra historia también [...]. Pero esto del fascismo yo no sé bien lo que es, ni creo que tampoco lo sepa Mussolini. Confío en que ustedes tengan, sobre todo, respeto a la dignidad del hombre. El hombre es lo que importa; después, lo demás, la sociedad, el Estado [...]. Confío en que no lleguen ustedes a esos extremos contra la cultura que se dan en otros sitios»
«Fui a este mitin como voy a todos los que quiero. No asisto a aquellos actos a los que me invita la empresa, sino a los que yo quiero ir»
El vasco incluso aceptó una invitación para acudir a un mitin de FE de las JONS ese día, el 10 de febrero, y se desplazó con ellos y su hijo Fernando a pie hasta el Teatro Bretón de Salamanca, donde se celebraba el acto, conversando amigablemente con los tres falangistas. La prensa y los mentideros dieron cuenta del coqueteo del filósofo con este partido en términos poco positivos. El azañista Roberto Castrovido, amigo del catedrático, lo lamentó con amargura en el 'Heraldo de Madrid'.
En 'La Gaceta Regional', Unamuno explicó su presencia en el acto político y volvió a elogiar a José Antonio Primo de Rivera, al que separaba del resto de falangistas:
«Sí, ya me han dicho que se ha hablado bastante de mi asistencia al mitin organizado por Falange Española en Salamanca. Fui a este mitin como voy a todos los que quiero. No asisto a aquellos actos a los que me invita la empresa, sino a los que yo quiero ir. Cuando comenzó el mitin comenzaron a tirarme de la lengua, pero yo, naturalmente, ni interrumpí ni hice caso alguno. A mí no me tira nadie de la lengua: tengo por costumbre contestar a aquello que no se me pregunta y dejar sin respuesta aquello que se me interroga. Por lo demás, ese muchacho -refiriéndose a José Antonio- tiene mucho talento y una cabeza que funciona perfectamente. Llegará hasta donde quiera, porque, además, es un carácter de cuidado... ¡Mucho ojo con estos muchachos del brazo en alto!».
Las críticas de la prensa madrileña arreciaron contra Unamuno por su acercamiento a Falange y parece que alcanzaron dimensión internacional. El vasco, ya fuera por la presión mediática o por su espíritu irrefrenable, no tardó ni un soplido en cambiar su opinión sobre José Antonio. En un artículo titulado 'Otra vez con la juventud', publicado en 'Ahora', cargó las tintas contra el falangista:
«Es un muchacho que se ha metido en un papel que no le corresponde. Es demasiado fino, demasiado señorito y, en el fondo, tímido para que pueda ser un jefe y, ni mucho menos, un dictador».
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A lo que añadía, más como un elogio que como un defecto, que para ser un líder fascista era preciso ser «epiléptico». 'Arriba', órgano oficial de FET y de las JONS, replicó de inmediato con un texto no firmado, probablemente de Bravo, que tachaba al pensador de «viejo avariento» y «exhibicionista grotesco».
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