La colosal mentira que el Ministro de Propaganda nazi ideó antes de morir: «Todavía la creemos»
El historiador y director de cine Joachim Lang presenta una nueva visión sobre el maestro de la comunicación de masas
El testamento secreto de Hitler: estos fueron sus últimos (y turbios) pensamientos antes de morir

Conocemos sus nombres, y no es casualidad que todos comenzaran por 'H': Helga Susanne, Hildegard Traudel, Helmut Christian, Holdine Kathrin, Hedwig Johanna y Heidrun Elisabeth. El 1 de mayo de 1945, en las tripas del búnker de la Cancillería, Magda Goebbels entregó al médico ... Ludwig Stumpfegger una jeringa a rebosar de morfina. «Niños, no tengáis miedo, el doctor va a poneros una inyección», les advirtió. Cumplida la tarea, introdujo a cada pequeño una pastilla de cianuro en la boca. Después llegó el colofón del esperpento: se reunió con su esposo, Joseph, el Ministro de Propaganda del Tercer Reich, y ambos siguieron la estela del 'Führer' pegándose un tiro en la mollera.
Nos han repetido los historiadores –no diremos cuáles, está feo acusar– que Joseph prefirió besar a la Parca antes que zambullirse en un nuevo mundo virgen de nacionalsocialismo. Triste canto a su compromiso con el Tercer Reich. Pero el director alemán Joachim Lang no está de acuerdo: el también historiador es partidario de que aquella pesadilla fue el 'last dance' de un taimado mago de la propaganda. «No le parecía bastante con suicidarse, una práctica habitual por parte de los oficiales nazis en 1945, él quiso llegar más lejos y asesinó a sus hijos. De esta forma convenció al mundo de su fanatismo y de su estrecha relación con Adolf Hitler. Es una mentira que todavía creemos», explica a ABC.
Permeó la falacia; fue su victoria póstuma. Y Lang no está dispuesto a concedérsela. Por ello, y por la herencia que ha dejado este abyecto personaje en la comunicación política actual, el director germano presenta estos días 'El Ministro de Propaganda'; una película que, de la mano de actores como Robert Stadlober y Fritz Carl, nos muestra una visión más concienzuda del político. «La realidad es que pudo haber servido a cualquier régimen. Es cierto que era un radical y un antisemita, pero también un cínico. Un ejemplo es que dijo que admiraba a su madre, que era muy católica, porque ella realmente creía en lo que decía», sostiene.
Miente, que algo queda
Lang nos regala la visión de un Goebbels ventajista y que suspiraba por el poder, aunque también reacio a la guerra hasta mediados de 1938. Lo hace además a través de un guion que ha elaborado él mismo –¿quién mejor, como historiador que es?– y sobre una base que se suele obviar en las fuentes: los muchos escritos que el mismo Ministro de Propaganda dejó sobre blanco. «Me ha interesado el tema desde los 13 años, cuando leí mi primer libro sobre la Segunda Guerra Mundial. Cuando te empapas de los diarios ves a otro Goebbels. Para mí, fue el oportunista más grande de todos los tiempos», señala el director.
Al nutrirse de los diarios y de los discursos de Goebbels, el retrato es también el de un fantasmón orgulloso de sus dotes para la comunicación de masas. Lang no niega la máxima: «Se presenta como el propagandista más grande de la historia, y en parte lo fue».

No habría párrafos en este artículo para narrar la extensa lista de victorias desde el punto de vista de la comunicación. Un currículum que arrancó antes incluso de que los nazis ascendieran a la poltrona. Desde convencer a la sociedad al comenzar los años treinta de que la violencia en las calles era necesaria, hasta falsear su discurso para atraer el voto de todos los estratos sociales. «Entendía que la propaganda no consistía en transmitir información, sino emociones, era un espectáculo», afirma el historiador Thomas Childers en el ensayo 'El Tercer Reich'.
Lang muestra, en definitiva, al Goebbels más impúdico a nivel político. Ese propagandista que, con la connivencia de la prensa, dirigió a la opinión pública hacia los deseos del faro ideológico que representaba el 'Führer'. Un tipo sin escrúpulos que pasó de tildar de infrahumanos a los soviéticos a justificar el 'Pacto de no agresión' que Hitler firmó con Iósif Stalin en 1939. Pero también un orfebre de las artes escénicas que se valió del cine para extender de forma subrepticia las máximas antisemitas. Con el objetivo de dar más fuerza a su relato, 'El Ministro de Propaganda' intercala partes de las mismas en el metraje.
Obseso sexual
Pero no todo es propaganda y falacias políticas en esta película. Lang también se adentra en otra de las facetas más desconocidas de Goebbels: su afición a las mujeres, por utilizar un eufemismo educado. «Como historiador, para mi no era algo nuevo. He estudiado mucho ese tema. Algunas actrices me contaron que fueron víctimas de su desenfreno sexual», desvela el cineasta a ABC. Los ejemplos se cuentan por decenas. En una ocasión, por ejemplo, metió la mano por debajo del vestido de la directora de cine Leni Riefenstahl.
Y eso, solo para empezar. El momento más incómodo del que ha quedado constancia se dio cuando, según el historiador Samuel W. Mitcham, llegó a su casa con la joven actriz Lida Baarova y se la presentó a su mujer, Magda. Los tres mantuvieron una agradable charla durante la cena hasta que el ministro se sinceró con su esposa: «Tengo un tema muy serio que discutir contigo. 'Frau' Baarova y yo estamos enamorados ». Tras una pausa, añadió: «Te quiero, eres la madre de mis hijos, pero, después de tanto tiempo, debes entender que quiera tener una 'amiga'». La escena ha quedado representada en la película, lo mismo que la extraña relación de Hitler con la propia Magda. «Formaban una especie de trío. No se separaron porque la suya se había vendido como prototipo de familia ideal», sostiene Lang.
¿Culpables?
Con todo, el director insiste en que su obra no es un 'biopic' al uso. «Se trata de una película sobre los perpetradores. Me pregunto cómo es posible que el pueblo siguiera a estos personajes y sostengo que la población que les apoyó es responsable de sus propios actos», afirma. En parte, entiende el proceso. «A finales de los años treinta había crisis en Alemania, y muchas personas estaban dispuestas a dejarse radicalizar. A este sentimiento se sumó la presencia de un líder, un canalizador. Al coincidir estos dos factores, todo estalló», añade. Es su apuesta, y parece revolucionaria. «En 'El hundimiento' solo se muestran los últimos doce días del Reich. Yo muestro la importancia que tiene para el presente», completa.
Lang, sostiene, pretende alertar sobre el peligro de los populismos en la actualidad; de sus herramientas y trucos. Pero también busca romper mitos arraigados por la propaganda de los últimos años. «¿Un ejemplo? Está claro que Himmler, líder de las SS, informó a los mandos sobre el Holocausto. Todos lo sabían. Lo hizo porque pensaba que, si se quemaban todos los puentes, nadie podría escudarse en la ignorancia», finaliza.
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