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Palo Cortao baja la persiana por última vez: «Le hemos dado muchas vueltas porque el restaurante funcionaba muy bien, pero queríamos cambiar cosas»
Ana Hergueta y Ángel Rodrígez, la pareja al frente de este restaurante, nos explican los motivos que les han conducido al cierre definitivo de su proyecto
Palo Cortao: «el Marco de Sevilla»

Algunas despedidas llegan sin avisar, otras se van gestando en silencio, con el peso de la reflexión y la certeza de que todo tiene su tiempo. Palo Cortao, el restaurante que convirtió el amor por los vinos de Jerez en un proyecto personal profundamente ligado a la ciudad, ha bajado la persiana por última vez.
Lo que nació como una abacería especializada en generosos terminó consolidándose como un espacio gastronómico singular, con una cocina de mercado que creció con humildad hasta convertirse en una referencia para quienes disfrutaban de la combinación entre buena mesa y buena copa.

Desde su apertura en 2018, primero en la calle Castelar y después en Mercedes de Velilla, el restaurante fue creciendo con una filosofía clara: respetar el producto, dejar que el vino hablara y construir una cocina sin artificios, donde lo importante siempre estuviera en el plato. No tardó en convertirse en un referente, un lugar de encuentro para quienes buscaban maridar conversación, buenos vinos y una propuesta gastronómica cuidada.
Pero todo proyecto tiene detrás a personas, y hay momentos en los que toca parar. «Le hemos dado muchas vueltas porque el restaurante funcionaba muy bien, pero queríamos cambiar cosas en nuestra vida, cuidarnos como familia», explican Ana Hergueta y Ángel Rodríguez, la pareja que ha estado al frente del negocio desde el principio. Con un hijo a punto de cumplir cinco años, la conciliación se convirtió en una prioridad imposible de seguir postergando. «Nuestro proyecto implica que estemos nosotros todo el rato, es muy personal. Con el tiempo, las cosas empiezan a ser menos divertidas y hay que parar».

El cierre no se debe a la falta de éxito, sino a la necesidad de encontrar un equilibrio que en la hostelería, muchas veces, parece inalcanzable. «Ha sido bonito y difícil a la vez, porque conciliar es muy sacrificado. Nos pirra la hostelería y no sabemos si volveremos», admiten.
Palo Cortado se despide, y con él desaparecen platos que conquistaron a su clientela, como la ostra gratinada con sabayón de manzanilla, puerros a la carbonara, su canelón de carrillada con salsa de trufa o el tomate de atún. Creaciones que nacieron de la pasión y el compromiso con una cocina que nunca quiso ser pretenciosa, pero que sí buscó emocionar. Con su cierre, también nos despedimos de una de las bodegas más interesantes de Sevilla, con más de cien etiquetas del Marco de Jerez que Ana seleccionaba, explicaba y servía con maestría.
A pesar de la despedida, su cierre no es un punto final, sino un tiempo de reflexión. «La idea es observar, repensar y reinventarnos», cuentan. Mientras tanto, Ana seguirá vinculada al mundo del vino, dedicándose a la docencia en hostelería, mientras que Ángel, que ha dedicado toda su vida a los fogones, tomará perspectiva antes de decidir su próximo paso.
Palo Cortado no ha sido solo un restaurante, ha sido un hogar para quienes encontraron en él un rincón donde compartir, aprender y disfrutar. Hoy se cierra una puerta, pero la huella que deja en la gastronomía sevillana seguirá presente en quienes alguna vez brindaron allí. Y quién sabe si, con el tiempo, su espíritu encontrará una nueva forma de seguir vivo.
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