No es el frigorífico: así es cómo mi abuela me enseñó a guardar las torrijas
Aprende este truco para conservar el dulce de Cuaresma en las mejores condiciones

Las torrijas son uno de los dulces más emblemáticos de la Semana Santa, junto con los pestiños, y, para muchos, un capricho esperado durante todo el año. Tras el aroma a canela, el toque de miel y esa textura inconfundible, hay todo un ritual heredado de madres y abuelas. Y uno de los secretos mejor guardados no está en su preparación, sino en su conservación.
En este artículo os voy a enseñar cómo mi abuela me enseñó a guardar las torrijas. Y no es en el frigorífico… Al menos, no de inmediato. Ella las dejaba enfriar tranquilamente sobre la encimera y, una vez alcanzaban la temperatura ambiente, las cubría con un paño limpio o papel de horno para que no se resecaran. Así, mantenían su jugosidad sin que la humedad del frío arruinara su textura.
Cómo conservar las torrijas correctamente
Cuando terminamos de preparar nuestras torrijas, lo más importante es dejarlas enfriar por completo antes de taparlas o guardarlas. Aunque algunos prefieren tomarlas calientes, lo cierto es que ganan en sabor y textura cuando están frías o a temperatura ambiente. Por eso, la mayoría de la gente opta por prepararlas con antelación.

Una vez frías, lo ideal es conservarlas tapadas, especialmente si se van a consumir en el mismo día o al día siguiente. Se puede usar papel de horno, film transparente sin apretar demasiado o, incluso, una campana de repostería. Esto evita que se resequen o que cojan olores del ambiente.
Si vivimos en una zona con temperaturas elevadas o si queremos conservarlas por más de dos días, lo más seguro es guardarlas en la nevera, ya que al llevar huevo pueden estropearse con el calor. En este caso, lo idóneo es sacarlas un rato antes de consumirlas para que recuperen su textura original y no estén demasiado frías al paladar.
En definitiva, no es necesario recurrir directamente al frigorífico para conservar bien las torrijas. Con unos simples gestos y un poco de sentido común, puedes mantenerlas jugosas y sabrosas como recién hechas. Como diría mi abuela: «con un buen pan, paciencia y saber taparlas, las torrijas duran lo justo... porque vuelan».
Si te preguntas cuánto duran exactamente, lo ideal es consumirlas en un plazo de dos a tres días para que mantengan su sabor y textura intactos. Aunque la tentación es fuerte y lo normal es que no lleguen al segundo día, si haces una tanda generosa, recuerda que siempre puedes conservar parte en la nevera bien tapada o incluso congelarlas para otro momento especial.
Y si quieres deleitarte con nuevas versiones de este dulce de Cuaresma, prueba a hacer, por ejemplo, unas torrijas con pan brioche o unas torrijas caramelizadas con salsa de toffe. Incluso puedes acompañarlas con diversos ingredientes. Prueba, por ejemplo, con unas torrijas de leche con frutos rojos, torrijas con helado de café o unas originales torrijas con foie. También puedes elaborar versiones más ligeras haciendo las torrijas en freidora de aire.
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