Javier Urra: «Los padres no deben ser la papelera del desconsuelo de sus hijos adolescentes»
Este Doctor en Psicología advierte que vivimos en una sociedad muy nerviosa, que va a toda prisa y muchos chicos sufren ansiedad
NanoJr, 23 años: «Los jóvenes deben ser fuertes, no dejarse influenciar por los amigos ni querer aparentar ser un malote»
'Hijos: Prevención de riesgos', es el título del último libro de Javier Urra, Doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud, director clínico y presidente de la Comisión Rectora Recurra-Ginso y primer Defensor del Menor, entre otros muchos cargos. Las páginas de ... su obra están repletas de información muy práctica para aquellos padres preocupados por resolver de la forma más satisfactoria posible todos los todos los desafíos que presenta la crianza.
Asegura que le llamó la atención que la editorial Desclée De Brouwer eligiera para la portada un color rosa chicle. «La explicación que me dieron es que mis libros los compraban sobre todo las mujeres, y es que en temas de educación están mucho más implicadas las madres que los padres. Ha cambiado algo, pero poco», lamenta.
¿Cuáles son los principales riesgos que presentan los hijos en la actualidad?
La idea del título no es preocupar a la sociedad. Todo lo contrario, relajarla porque parece que hoy en día ser padres es peor que aprobar unas oposiciones. Se tiene asimilado que es muy difícil educar. Pero no es así. Para mí, que llevo tratando con menores y adolescentes toda la vida, diría que hay unos riesgos principales. En primer lugar, destacaría la depresión, puesto que un 15% de jóvenes la sufren de manera grave o moderada. Así como, por ejemplo, los casos de trastorno por déficit de atención están, desde mi punto de vista, diagnosticados en exceso, la depresión se diagnostica muy poco porque es muy paradójica y hay adolescentes que son oposicionistas, que están en contra de todo, y realmente lo que están es deprimidos y pueden entrar en manos de la desesperanza y de ahí a la idea autolítica o de suicidio.
Por lo tanto, hay que estar atentos a ese chico que no tiene amigos los fines de semana, que no tiene ilusión por la vida, que cree que todo esto no merece la pena, que piensa en que algún día desaparecerá... porque ese tipo de mensajes nos están emitiendo una alarma peligrosa.
El segundo tema que me preocupa son las pantallas. La sociedad está preocupada por cuántas horas pasa su hijo delante de la pantalla. A mí lo que me preocupa es qué hijo tengo, porque si es acosador va a hacer ciberacoso; si quiere un tipo de sexualidad un tanto exacerbada, se va a meter en una pornografía violenta porque la va a buscar. ¿La van a encontrar otros niños? Sí, pero igualmente hay muchos que van a entrar en contacto con alcohol o con el cannabis, pero eso no quiere decir que les enganche. Es la característica anterior, la que hace que esa semilla problemática en la red de las bandas, de las sectas, etc., que a un chaval que no se siente bien, busque ahí su grupo de iguales.
El Covid también golpeó a los jóvenes y les atrajo a la ludopatía, y sobre todo ahora que hay muchos partidos de fútbol, etc. que les permite apostar a cada minuto pequeñas cantidades desde el anonimato del ordenador, lo que engancha a muchos chavales. En la Fiscalía se sabe de numerosos padres que van un día a su banco y se dan cuenta del gran agujero económico que tienen porque sus hijos han usado la tarjeta de crédito por esta causa.
Me parece muy preocupante también el chaval que actúa bajo un perfil de, 'yo, mi, me, conmigo, lo quiero todo aquí, ahora, con un carácter explosivo que hay que atemperar. Y luego hay otro grupo de jóvenes, pero que me preocupa mucho menos, que es el que se autolesiona. El que coge un cúter, se corta un poco en los antebrazos o se quema la planta de los pies. Eso no es un inicio de un proceso autolítico. En absoluto. Eso es que no admite bien el sufrimiento emocional y lo transforma en sufrimiento físico, en dolor. Lo malo es que como en la Red la persona que se autolesiona es escuchada, pues le aporta otro rol social, se reconoce y entonces se convierte en un hábito.
A un niño hay que mandarlo a un campamento, tiene que estar en la calle, jugar con otros chavales, compartir sonrisas, espiritualidad, ayudar a otro niño que está hospitalizado, ver a la abuela que tiene Alzheimer... Es decir, sabemos bien cuál es la vacuna, cuál es el antídoto para que los chicos sean majos en una sociedad que en general funciona francamente bien, pero que es una sociedad en evolución y con problemas graves.
¿Son conscientes los padres de estos riesgos o realmente piensan que a su hijo eso no le va a pasar?
Creo que hay padres muy preocupados, pero más que preocupados deben estar ocupados. Lo primero que les diría es que se pongan del lado del profesor, que no empiecen a hacer grupos de whatsApp para ponerle a parir. Eso no va bien. Usted póngase de su lado. Y, si no, hable con el director, con el psicólogo, con el inspector educativo...
Lo importante, además, es preguntarse, ¿cómo es mi hijo? ¿Es como cuando está en su tiempo de ocio, como cuando está en casa o como está en el colegio? A los adultos nos pasa igual...
Hay chicos que son muy difíciles en un hogar y luego te dicen fuera, 'pero si es majísimo', porque en casa han generado una relación que se ha hecho más compleja, más tóxica... Por lo tanto, hay que ir 'en favor de' ellos y dando cabida a los abuelos, que son figuras esenciales para transmitirles lo importante de la vida, del perdón...
Que un hijo sea adolescente no quiere decir que tenga permiso para dar un portazo. Quiere decir que está muy disgustado porque ha salido y la persona que él quiere querer no le quiere. Es más, parece que quiere justo a un amigo suyo. Pues está hundido. Yo como padre no puedo cambiar nada, pero tampoco tengo que ser la papelera de su desconsuelo. Es decir, vamos a intentar utilizar la palabra y el humor El otro día le decía Ángel Gabilondo, Defensor del Pueblo, hay que usar amor con 'h' porque el amor tiene que tener humor.
Es muy importante conocerse a sí mismo, pero también lo es conocerse en los demás, en los ojos de los otros. Y eso es fundamental para los niños. Hay que decirles «no te preocupes tanto por ti, si somos ocho mil millones. ¿Te gusta la música? ¿La pintura? ¿El karate? Pues hazlo porque así se favorece que si te falla en un día el grupo de amigos del colegio, tendrás otro grupo de amigos». Es importante porque si se da el caso de que los amigos un día le preguntan «¿nos lo hacemos con ésta chica?», sea capaz de responder, «primero no lo voy a hacer y, segundo, si seguís en esa línea, a lo mejor os denuncio». Y que sea capaz de decir «ni voy a fumar, ni voy a romper retrovisores...». «Pues entonces no eres de nuestro grupo». «Pues no lo soy».
Es decir, en la vida hay que ser asertivo, coherente, congruente con uno mismo. Sí, me iré a la cama con menos amigos, que no sé si serán amigos ya, pero no va a hacer ese tipo de cosas, ni va a tomar alcohol para cometer un hecho que ya sabemos que es delictivo para después decir que había tomado alcohol«. Formar así a un chaval no es fácil, claro, es necesario transmitirle valores, virtudes, ética.
Sin embargo, ahora hay muchísima más información sobre cómo cuidar a los hijos, cómo educarles... Ya no hay tanto tabú a la hora de reconocer que uno va al psicólogo, al psiquiatra, hay escuelas de padres en los colegios... ¿Por qué no educamos entonces mejor?
Yo creo que se educa bien en general. Diría a los padres que lo hacen bien y que nuestros padres también lo hicieron bien adaptado a la sociedad. Lo que pasa es que ahora estamos es una sociedad nerviosa. Tenemos muchos chicos con ansiedad. Y es lógico, en junio ya se estaba vendiendo la Lotería de Navidad, en septiembre ya estaban los turrones... Estamos en una sociedad ansiosa y en la que toda mujer y todo hombre tiene que ser perfecto físicamente, intelectualmente, sonriente, tiene que ver tal obra de teatro, el último restaurante de moda... La gente va corriendo, angustiada, diciendo 'no me da la vida'. Tranquilo, pasa la tarde tranquilo con un amigo o con ese señor que no tiene con quién estar. Domina tu vida y plantéate ya la respuesta a la última pregunta: ¿Para quién vivo? No hay que demostrar ni demostrarse tanto. Estar sereno transmite mucho a la sociedad. Eso hay que transmitirlo también a los chavales.
En el capítulo catorce, en referencia a los límites, apunta que «los niños que hacen lo que quieren piensan que no son importantes para sus padres y que incluso, se neurotizan. ¿Qué significa exactamente?
Para que haya libertad tiene que haber responsabilidad. Tiene que existir el tú, los límites. En la fiscalía he visto a chavales que han cometido hechos muy graves, con comportamientos que van 'in crescendo' y el día que los encierras te dan las gracias y te lo dicen: «yo es que estaba muy mal, es que estaba consumiendo de todo, sabía que iba a acabar mal... Y ahora aquí, que no quiero estar porque estoy privado de libertad, escucho, pienso».
En el hogar pasa igual. Un niño quiere meter los dedos en el enchufe y hay que quitárselos sí o sí, como se dice ahora, para evitar un accidente, al igual que hay que quitarle un cuchillo, darle unas judías verdes aunque no les gusten... Y eso es educar. Es pensar en todos, es socializar, es te respeto a ti porque tú respetas a los demás, es lo que hay que interiorizar.
Hay que explicar a los chavales lo que es el mundo, lo que es lo distinto, el respeto a la orientación, a la identidad sexual, pero, diciendo las cosas con la claridad porque se ha multiplicado por quinientos el número de transexuales en el centro que yo tengo y cuatro están en el proceso. Es complicadísimo, es doloroso, es difícil para el resto de los compañeros, pero no se les puede hormonar desde el primer día, porque eso tiene un cambio también en el cerebro. Y luego hay una intervención quirúrgica severa y quizá cuando cumplan la mayoría de edad quieran volver a su identidad primigenia. Eso no es posible. Y ahí sí que la desesperanza se multiplica. El riesgo real de suicidio en transexuales se multiplica por ocho.
¿Cuáles son los miedos principales de los adolescentes? ¿Son ahora más frágiles y tienen más temores que antes?
Los adolescentes siempre han tenido miedo al vacío de los otros, a que les juzguen como un imbécil y dejen de hablarles. Y eso para un adolescente es terrible, para un adulto también porque somos seres muy sociales, nuestra autoestima depende de la opinión de los demás. Pero con los años tienes tu grupo de amigos, tu grupo familiar... Hoy les da mucho miedo ese vacío de los demás y tener problemas de salud mental. Antes los estudios del Instituto de la Juventud no lo detectaba, pero hoy es el segundo problema. Ellos luego pueden pensar que no tendrán vivienda, trabajo, pero les preocupa mucho su salud mental. El adolescente, a diferencia de la gente mayor como yo, es que es muy de paso al acto, muy impulsivos, de ponerse en riesgo.
Comentabas también al principio sobre el sufrimiento emocional y la importancia de las emociones. Muchas veces, incluso los psicólogos recomendáis que los adultos den una educación emocional a los hijos, pero los progenitores ni siquiera tienen esa cultura emocional. ¿Cómo resolver esa cuestión cuando realmente a muchos progenitores no les han hablado tampoco de emociones?
Pues es verdad. Hay que formarse, quizá con libros. No es verdad eso de que los hijos vienen sin un manual debajo del brazo. Yo ya he escrito 86 -bromea-. Es decir, tienen dónde ir porque hay muchos profesionales que hablan de este asunto. También es verdad que los adultos consiguen un equilibrio emocional con los años, con la serenidad, con el tiempo, que los niños no lo tienen. Por lo tanto, se ven las cosas con otra amplitud, con otra distancia. Se valora la belleza, por ejemplo, que es fundamental. La ternura, la compasión, la caridad... términos que quedan en desuso y que son esenciales para el ser humano que tiene ese sentido de físico, biológico, social, cultural y trascendente.
Para que los jóvenes tengan educación emocional hay que fortalecer su carácter para que no sean como cristal, duros pero frágiles. Deben aprender a retrasar las recompensas, saber que tú puedes querer a una persona y esa persona no te quiere o deja de quererte. Hay que educarse para la ruptura, saber emplear ese sentido del humor, no una ironía ácida o cáustica, buscar la verdad, escuchar al otro, entender la diferencia de culturas, que hay problemas que son de justicia social. Es decir, hay familias que viven en entornos que no llegan a final de mes y que la madre sale a limpiar escaleras a las ocho de la mañana y vuelve a casa a las nueve de la noche reventada y le es muy difícil ir a hablar con el profesor de su hijo. Y, al final tenemos una sociedad muy medicalizada. España es unos países que toma más ansiolíticos y antidepresivos que, a veces son absolutamente necesarios, pero en otras ocasiones se toman, por ejemplo, por la muerte de un amigo, y si se ha muerto un amigo, llore, no tiene que tomar nada, absolutamente nada.
Finalizas el libro con una serie de páginas en las que das consejos muy prácticos, muy directos y claros para los padres de adolescentes. ¿Cuáles serían para los 3 o 4 imprescindibles?
El primero quererles, disfrutar y aprender con ellos. El segundo, generar una buena relación de pareja como padres, como pareja es lo ideal, pero en todo caso como progenitores con esas figuras esenciales que son los abuelos, los vecinos y amigos.
En otro bloque destacaría la palabra, el lenguaje gestual, el lenguaje verbal, la reflexión, el pensamiento, el no usar gritos, ni el insulto de ese varón que le dice una mujer zorra, perra, cerda. Eso no puede pasar por el lenguaje. Hay que aborrecerlo. Hay que aprovechar las noticias del día a día para decir «hijo, ¿qué haríamos en esta circunstancia?, ¿cómo lo valoras tú?».
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También destacaría el contacto con la naturaleza, si vivo en una ciudad es muy positivo llevar a los hijos a la zona rural a ver ordeñar una vaca; si vivo en una zona rural, hay que ir a una gran ciudad para ver el metro, para ir a un gran museo, al aeropuerto, a ver la moqueta del poder, pero también pasear por las zonas de la pobreza. Decir a los hijos, solo una vez, que daríamos la vida por ellos, algo que no daríamos por nadie. A partir de ahí, confesarles que «yo puedo cometer muchos errores, pero que sepas que te quiero», eso es realmente fundamental.
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