Adolescentes en casa: ¿es bueno que mi hijo pruebe la cerveza conmigo?
Hay padres que se preguntan si sería bueno que el primer botellín lo probaran en casa, en la tranquilidad y la confianza del hogar, en lugar de en la calle con sus amigos

Hay padres que se preguntan si sería bueno que la primera cerveza que su hijo tome sea en casa, en la tranquilidad y la confianza del hogar, en lugar de hacerlo con su pandilla. Es verdad, reconoce Elena Ares, coordinadora del Servicio de Información y ... Orientación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) , que «hay familias que se lo plantean, y piensan: 'mejor conmigo que en la calle con sus amigos' pero, en realidad, no funciona como una acción preventiva. Prevenir el consumo del alcohol va mucho más allá del hecho de probar su primer botellín con nosotros: es un fenómeno social y, en la mayoría de los casos, los chicos van a querer consumir y compartir, sobre todo esas primeras cervezas, con su grupo de iguales».
Prevención, comunicación...
Para Ares, « es mucho más interesante hablar con ellos cuando el tema surja, ver qué expectativas tienen hacia ello... Porque es cierto que hay veces que los padres notan que niños de edades tempranas cuentan ya con el alcohol como una alternativa de ocio clara. Por eso es más interesante que los adultos 'investiguen' a través de la comunicación, del afecto, de la relación que establezcan con sus hijos». Para prevenir, insiste esta experta de la FAD, «es mucho mejor que los padres se conviertan en detectores de esa actitud. Que intenten ver si existe en los menores esa tendencia a ver que el alcohol sirve para relacionarse mejor con los demás, de creer que, si no están bajo los efectos del alcohol, esas relaciones no van a ser tan fructíferas... O de si utilizan el alcohol para evadirse de algunos problemas o fracasos familiares, sentimentales, académicos, etcétera».
Así lo corrobora Alejandro Rodrigo, autor del libro «Cómo prevenir conflictos con adolescentes» (recientemente publicado por Plataforma Actual), una cuestión muy personal pero, de manera normalizada, advierte Rodrigo: «Creo que la labor del padre debe estar más centrada en educar y enseñar qué es el alcohol . Si se ha realizado correctamente este ejercicio de prevención, no se plantearía realmente esta pregunta y, por lo tanto, no necesitaríamos consultar. Mientras tanto, no está mal recordar que el alcohol es legal, pero solo a partir de los dieciocho años, no antes ».
En este sentido, Ana Asensio, psicóloga de Vidas en Positivo , cree que su consumo no debe hacerse antes de la edad permitida, pero sí le parece adecuado realizar una labor educativa para que los niños aprendan lo que sucede cuando se bebe. Esta terapeuta también recuerda que «los menores aún no tienen el cerebro formado. De hecho, este se desarrolla incluso por encima de los veinte años, y esta es una de las razones por las que el alcohol puede resultar nocivo. Además, en estas edades no se valoran igual el peligro, ni las consecuencias del consumo, en ocasiones excesivo».
Los padres, ejemplo de los hijos
Alejandro Rodrigo invita a los padres en esta tesitura a hacer una reflexión, en particular y en privado: «Creo firmemente que antes de analizar el consumo de sustancias tóxicas de un hijo adolescente o preadolescente es necesario analizar primero nuestra propia actitud hacia las sustancias tóxicas. Desde el mismo momento en que nacieron nuestros hijos, estos han estado pendientes de todo lo que hacíamos nosotros. ¿Hemos sido un ejemplo cuando quedábamos con amigos o lo primero que hacíamos en la mesa del restaurante era pedir alcohol para todos mientras los niños jugaban al lado ?». La realidad es, puntualiza Asensio, «que si nuestros hijos nos ven beber cerveza, vino o una copa y luego les decimos que es algo 'malo', es incoherente de cara a su comprensión, y encima es probable que estemos haciendo que se sientan más atraídos hacia lo prohibido».
En este sentido, para Jordi Royo, director clínico de Amalgama7 , entidad dedicada a la atención terapéutica y educativa para adolescentes, jóvenes y sus familias, antes de responder si es bueno o es malo que prueben la cerveza con nosotros, tendríamos que plantearnos otro tema: «¿ Cuál es el objetivo de este consumo compartido? Si el fin último es el colocón, entonces no lo veo aconsejable. Porque una copa se puede beber porque ha ganado tu equipo favorito, o porque ha perdido. La copa es la misma, pero la intencionalidad de beberla es muy distinta. No será lo mismo beber porque uno esté triste, o porque es el día de Navidad y bebemos una copa de vino de cada». También, prosigue Royo, se puede hacer la pregunta de otra forma: «¿ Podemos tomarnos una copa de vino por ejemplo, en una visita a una bodega, con nuestro hijo, desde un contexto cultural y gastronómico ? Pues la verdad, no tenemos elementos ni evidencia científica de que esto sea contraproducente».
Confundir roles
Yendo un poco más allá, Jordi Royo se plantea lo siguiente: «¿Podemos ir de copas con nuestro hijo? Pues no es lo aconsejable. Porque luego dejaremos de ser el padre o la madre, para convertirnos en su amigo o su amiga . Tenemos que recordar que, en estos tiempos que corren, nuestros hijos ya tienen amigos, y lo que necesitan son padres y madres». De la misma opinión es la coordinadora del Servicio de Información y Orientación de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), para quien «hacerse los colegas de nuestros hijos es intentar ocupar un lugar que no es el que nos corresponde porque, ante todo, tenemos que ser padres y modelos de salud».
Pero, en definitiva, la conclusión que debería quedar grabada a fuego en el cerebro del padre, madre, familiar o responsable adulto de ese adolescente, concluye el autor de «Cómo prevenir conflictos con adolescentes», «es el de tolerancia cero, más que la duda de si prueba conmigo o con su grupo de iguales» .
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