evidentemente, sí
El sanchismo hace aguas: Moncloa, Ferraz y la mujer del presidente
El presidente del Gobierno debe aclarar en persona las dudas razonables sobre la relación profesional de su mujer con empresas y su contacto con el conseguidor del caso Koldo
Sánchez elude referirse al caso Koldo y la amnistía en el arranque de campaña de los socialistas europeos

El sanchismo hace aguas. El caso Koldo ha estallado en La Moncloa y en Ferraz, y ahora apunta a Begoña Gómez. Como en tantas ocasiones en el sanchismo, la opinión pública española vuelve a transitar por lo desconocido: nunca antes la mujer de ... un presidente ha tenido actividad profesional en el ámbito privado y relaciones profesionales con empresas. Es más, la esposa de Mariano Rajoy, Elvira Rodríguez, dejó su empleo y jamás aceptó oferta alguna para incorporarse a una empresa privada. Porque ofertas siempre hay y ya le gustaría a las grandes compañías tener esa capacidad de influir.
La figura de la cónyuge del presidente del Gobierno no está regulada, no existe un estatus jurídico propio, de modo que ella no tiene más limitaciones legales que cualquier otra persona a la hora de desempeñar tareas profesionales. Lo que sí tiene su marido es la máxima exigencia de ejemplaridad y transparencia. De modo que el factor diferencial no es tanto ella como él.
Begoña Gómez es la primera cónyuge que prospera en el ámbito privado desde que su marido habita La Moncloa. No ha conseguido un trabajo, sino dos: liderar el Africa Center del Instituto de Empresa hasta 2022 y dirigir todavía hoy la cátedra extraordinaria de la UCM sobre Transformación Social Competitiva. Pese a la curiosidad de encabezar una cátedra sin ser licenciada, hasta aquí no existe ilegalidad alguna y está entre sus funciones buscar financiación. La cuestión es doble: nunca antes la mujer del presidente del Gobierno ha tenido contacto con un investigado en una trama de corrupción que afecta al Gobierno que preside su marido; y, además, una de las empresas de las que consiguió financiación ha sido rescatada por el Consejo de Ministros. Así que, le guste o no, Sánchez debe aclarar a la opinión pública y con todo detalle cómo se produjo la decisión del Consejo de Ministros de rescatar a Air Europa, si en ese tiempo esta compañía tuvo relaciones profesionales con su esposa, si él se inhibió en la votación, o cuál es el vínculo entre su mujer y el comisionista del caso Koldo, de nombre Víctor de Aldama. Pero el presidente no sólo no responde, sino que sus voceros tratan de estigmatizar a los medios que se atreven a publicar información sobre Begoña Gómez. Lo siento, pero esto no funciona así. La democracia es un régimen de opinión pública, los periodistas tenemos la obligación de preguntar y los poderes públicos de responder. Y la Secretaría de Estado de Comunicación no responde a las preguntas de ABC.
Esta semana, el silencio de Sánchez lo trató de llenar María Jesús Montero, que además de ser vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda y número dos del PSOE, asume tareas de portavoz cuando la cosa se pone fea, dado que ni la ministra Pilar Alegría ni la socialista Esther Peña tienen ese cuajo para aplicar aquella máxima que se atribuye a Manuel Fraga: «Usted pregunte lo que quiera que yo responderé lo que me dé la gana». Y ojo a la respuesta de la número dos de La Moncloa y de Ferraz: «En política no todo vale». La todopoderosa Montero considera que es «extraordinariamente injusto que se quiera implicar a familiares». ¿De verdad? Hagamos memoria reciente: el estallido del caso Koldo cogió a Sánchez en Rabat, donde atendió a los medios. Cuando este periódico le preguntó por José Luis Ábalos respondió que el caso del hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no había sido investigado. Es sabido que sí lo fue, como se exigió desde la opinión pública, y el presidente lo sabe, pero a él le dio igual y decidió poner el ventilador. De modo que el argumento de Montero sobre los familiares no puede provocar más que hilaridad y viene a demostrar el grado de preocupación que hay en La Moncloa.
La mujer del César no sólo debe ser honrada sino parecerlo, y el silencio de La Moncloa no ayuda precisamente a proteger a Gómez. Si todo está bien, explíquese. Ella no es una persona cualquiera, pero las explicaciones debe darlas su marido. Es cuestión de tiempo.
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