La parroquia de La Paloma, a 4 millones de euros de su renacer tras la explosión: «Urge volver a tener una familia»
La parroquia ha recaudado 700.000 euros con la venta de cerveza, camisetas y viajes a Tierra Santa
«Volví a nacer el 20 de enero»: los sacerdotes hablan tras la explosión que mató a cuatro personas
Habían pasado dos años de la explosión que destrozó su casa y mató a sus dos amigos, y Gabriel Benedicto se dirigió a Dios. La residencia del párroco y el corazón social de la iglesia de La Paloma seguía en ruinas. «¿Qué tenemos que ... hacer?», se preguntó. Abrió la Biblia al azar y leyó un pasaje del libro de Esdras. «El Señor movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, para reconstruir el templo», reza el versículo; y así Gabriel Benedicto, a principios de 2022, reunió las fuerzas para reconstruir el suyo. Hasta la fecha, la parroquia ha recaudado 700.000 euros (691.949 euros según su página web) y faltan otros 300.000 euros para alcanzar una primera meta. Eso es solo la cuarta parte de lo que cuesta recuperar el edificio siniestrado el 20 de enero de 2021 por una fuga de gas.
La nueva casa parroquial de La Paloma será un bloque completamente nuevo. El esqueleto se erige todavía en el número 98 de la calle Toledo, a espaldas de la iglesia y en el mismo estado en que lo dejó la deflagración. La sexta planta, que voló por los aires, es la única que ha desaparecido, y el resto se sostienen desnudas entre los escombros. El párroco Benedicto, de 42 años y cabeza de la iglesia desde hace nueve, pasea por las estancias polvorientas que hay que tirar abajo. «Solo la demolición cuesta 500.000 euros», dice. En total, necesitan unos 5 millones de euros para recuperar el centro anexo al templo.
La parroquia está cerca de un primer objetivo, más modesto, de 912.934 euros, suficiente para derribar el inmueble y erigir la estructura. El resto del dinero pretende dividirlo a partes iguales entre el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y la archidiócesis. El pasado marzo, el pleno del Palacio de Cibeles votó a favor de sufragar el 25% de la rehabilitación –una proposición presentada por Vox–, cifrada en 1.332.457,89 euros. Los servicios jurídicos del consistorio estudian ahora cómo redactar el convenio. Cuando el párroco tanteó a los grupos municipales, también acudió a los partidos de la Asamblea de Madrid, donde no consiguió una propuesta en firme como en Cibeles, pero sí un compromiso de palabra: «Si el ayuntamiento lo hace, lo haremos nosotros».
La iglesia necesita al menos el 60% del monto total para empezar las obras; para el resto, la parroquia puede solicitar un préstamo, o la archidiócesis, en caso de que la primera no pueda asumirlo. Aunque el párroco entiende que existen otros 470 templos en la capital y el noroeste de la región con sus propias necesidades. «Si firmamos el convenio con el ayuntamiento tendríamos 2 millones de euros, y si tenemos ese mismo convenio con la Comunidad, ya nos podemos lanzar», asegura Benedicto. Confía en que la ayuda política se reactive después del verano.
La misa del mediodía en La Paloma termina con su himno: «Oh, Virgen de La Paloma, Madre de la Soledad, con fervor Madrid entona, este canto a su Señora, la virgen más popular». El verso final pone nombre a la cerveza que vende la iglesia para ingresar dinero, 'La + popular', una rubia lager artesanal que produce Druida gratuitamente para la comunidad religiosa. Tres tercios cuestan 10 euros. La cadena hotelera Marriott y varias federaciones de feligreses son clientes regulares. La tienda online de La Paloma también ofrece calcetines, llaveros, camisetas y sudaderas. Todos los beneficios se destinan a la reconstrucción del edificio de la calle Toledo.
Una empresa de fe
La semana pasada, el párroco Benedicto viajó a Lisboa con 220 jóvenes de la parroquia para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el encuentro que congrega a millones de católicos alrededor del Papa. «Cinco mil jóvenes nos compraron camisetas, llevamos quince modelos de camisetas distintos [en colaboración con otras parroquias], se solidarizaron muchos grupos, muchos andaluces...», cuenta el sacerdote. Volvieron con 30.000 euros más.
«En la JMJ 5.000 jóvenes nos compraron camisetas, llevamos quince modelos y se solidarizaron muchos»
Gabriel Benedicto
Párroco de La Paloma
El 'merchandising' es solo una de las iniciativas que surgieron el año pasado en una lluvia de ideas, el empuje que necesitaba Benedicto después de leer a Esdras. En mayo, el estadio del Atlético de Madrid celebró una cena de gala que rascó otros 20.000 euros para La Paloma. Este septiembre, la parroquia organiza una peregrinación a Tierra Santa: el precio por persona es de 2.000 euros más un donativo de 500 euros. Supondría para la caja cerca de 25.000 euros adicionales. En la página web aparece toda la información y todos los productos que almacena y distribuye la iglesia. «Estamos con ilusión, hay que tenerle ganas... Es como montar una empresa», bromea Benedicto.

Hasta el estudio de arquitectura madrileño Álvarez-Sala, que ha diseñado otra vez la casa que se perdió en la explosión, participa en la solidaridad. «Nos ha hecho, digamos, una propuesta muy benéfica, con cerca de un 50% de rebaja», agradece el sacerdote. La recreación muestra un edificio blanco con hileras de ventanas, una estructura prácticamente exacta a la anterior, erigida entre 1987 y 1990 y firmada por el arquitecto Antonio Ábalos Culebras. Aunque el aspecto de la fachada, advierte Benedicto, aún no es definitivo, el interior, más grande, sí.
«Este edificio ya se nos queda pequeño», señala el párroco entre paredes y techos rotos, «se van a suprimir algunos despachos, se amplía el patio, se retranquea el edificio, se construye otra escalera... Ganamos un 18% de espacio, para tener más metros y reestructurar de acuerdo a la normativa actual». Según el plan especial aprobado por el ayuntamiento en mayo, la superficie edificable puede ascender de los 1.683 metros cuadrados actuales a 2.020 metros cuadrados.
La futura residencia parroquial mantendrá las seis plantas sobre rasante y sumará ocho grandes salas pensadas para colocar un altar en su centro. Las habitaciones de los sacerdotes estarán en la última planta y, bajo tierra, el altar más grande del edificio, el catecumenium, la esencia del centro y el lugar donde se inician los neófitos, con antesala, vestíbulo, cocina y aseos. Las obras durarán dos años, además de lo que tarde La Paloma en recaudar el mínimo indispensable para ponerlas en marcha. Hasta entonces, el corazón de la parroquia seguirá desperdigado.
Una iglesia sin casas
Las salas de estudio, los campamentos urbanos, los grupos de las asociaciones, los ensayos de teatro, la catequesis... continúan en otros templos. Un centenar de jóvenes tiene que cruzar al otro lado del Manzanares para el campamento de verano y la conserjería hace las veces de almacén de alimentos y despacho de Cáritas. «Era un edificio que estaba lleno de vida, que no parábamos, y llevamos año y medio en la diáspora, apoyándonos en otros colegios y parroquias. Pero urge volver a tener una familia», zanja Benedicto.
«Llevamos año y medio en la diáspora, apoyándonos en otras parroquias y colegios»
Gabriel Benedicto
Párroco de La Paloma
Sin embargo, la vida en La Paloma, ahora enfrascada en la celebración de su gran fiesta, no se detiene; ya lo hizo una vez, ese 20 de enero en el que una nube de gas prendió y arrebató la vida a cuatro personas, Rubén Pérez, David Santos, Javier Gandía y Stefko Ivanov. Solo tres hombres estaban en el edificio –uno de ellos, Matías Quintana, sobrevivió– en el momento de la explosión y, dos años después, es lo que más recuerdan sus compañeros.
El sacerdote Alejandro Araneva salió unos minutos antes de las 15 horas para recoger un pedido. El párroco también. La mujer que limpiaba las habitaciones ese día se marchó porque el agua no corría como de costumbre. La directora del colegio de La Salle impedía a los niños jugar en el patio por la nieve que había caído en Filomena, un lugar que luego se cubrió de cascotes. En unos minutos, el escape de una tubería de la calle inundó los últimos pisos del edificio y todo estalló. Por azar, las decenas de personas que debería acoger el edificio a esa hora no estaban. Según los feligreses, fue por la mano de Dios.
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