El reportero, en su descanso

Este hombre no es de ayer ni de mañana, sino de una vocación inquebrantable por el periodismo de papel, el clásico. Y por la radio, siempre la radio, donde él empezó a innovar dentro de lo que se podía. Ha tratado con todos, de Luis del Olmo a Pepe Domingo Castaño o los más olvidados. Los amo.

Sus libros son sus libros, su Chamberí es el más mío. Su Atlético sentimental es el que tomo prestado, porque uno tiene capacidad de empatía con los lirismos y ha venido a este mundo a divertirse, y no a ponerse de entrenador. Ni de vocinglero.

Conoce la Transición, ha escrito de ella. Vino del sur, del hondo y alto sur, donde las fuentes se congelan y los trenes pasan de largo. Juan Antonio Tirado es un devorador de prensa. Con él, todo es más fácil. Se jubila del oficio, pero seguirá escribiendo libros, novelas, artículos, que es el género más completo digan lo que digan los que venden enciclopedias y obras completas de Neruda.

Va a los cafés de Fuencarral, encuentra poéticamente a hombres que se parecen a Balzac. En esto lleva mucho ganado, porque en su círculo paseante disfruta la ciudad como otros no podemos. Tirado es un amigo íntimo, madrileño de Archidona, que se jubila en busca del tiempo perdido. Compartimos periódicos, revistas, confidencias, y un modo de ver el mundo que no entiende de edades pero sí de ciudades. Ésta, por ejemplo. Su jubilación será un episodio de los que pasan medio desapercibidos en Madrid. Él está contento; nosotros, por ósmosis, también.

Ha sido y es un maestro y se lo he dicho. Un maestro de energías que es lo mejor que se puede decir de alguien al que, con horror en la comparación, compararon con Gómez de la Serna en la presentación de su libro; entre políticos de salida y viejas glorias encanalladas. Que le quede claro que no se le olvida.

Y que ando a un 'tris' de leer toda la literatura rojiblanca. Cuando tenga ganas, novia, y cambie las sábanas.