Galicia y País Vasco: el adelanto al que solo falta poner la fecha
Pese a lo que fue tradición, los presidentes de ambas comunidades no prevén ahora pactar calendarios
El PNV ganaría las elecciones vascas con 29 escaños aunque EH Bildu sube
La precampaña de las elecciones gallegas hace escala en O Hórreo

Hubo un tiempo en que la fecha de las elecciones gallegas y vascas se pactaba tras una llamada telefónica entre Monte Pío y Ajuria Enea, las sedes de los respectivos presidentes autonómicos. La relación entre Alberto Núñez Feijóo e Iñigo Urkullu ... era cordial, y ambos mantenían un compromiso más o menos tácito para hacer coincidir sus procesos electorales. Así fue en 2016 y 2020, aunque Galicia y País Vasco ya habían compartido fecha también en 2012 y 2009, antes incluso de la llegada de uno y otro al gobierno.
Los tiempos ahora son distintos. Las relaciones entre ambos territorios se han visto enrarecidas por los bruscos encontronazos que PP y PNV protagonizaron en la fallida investidura de Feijóo tras las elecciones generales del 23 de julio. Quedó en evidencia que la sintonía del líder popular era con Urkullu, y no con la dirección de los nacionalistas vascos. La onda sísmica de ese terremoto llegó hasta Galicia. Rueda ahora se ve con las manos libres para convocar cuando considere más conveniente, sin vínculo alguno con un lendakari al que su propio partido ha desahuciado. Su trato con Urkullu no pasa de correcto, sin más.
Hasta la fecha, la llamada telefónica entre ambos presidentes no se ha producido. Y todo apunta que, de producirse, acabará siendo más protocolaria que efectiva. Los tiempos de un territorio y otro son dispares. Al PP gallego parecía convenirle convocar cuanto antes, para rentabilizar el desencanto de buena parte de la población con las alianzas de Pedro Sánchez, la amnistía, las concesiones al independentismo catalán, el escarnio de las reuniones suizas con verificador, los ataques a los jueces o la entrega a Bildu de la alcaldía de Pamplona. Las prisas, no obstante, se han ido enfriando en las últimas semanas.
El PNV, por su parte, prefiere rentabilizar su nuevo estatus de socio preferente del Gobierno y permitir que se empiecen a materializar los acuerdos de la investidura firmados entre Andoni Ortúzar y Sánchez. De hecho, el pacto contemplaba un plazo de tres meses para acordar las primeras tres transferencias. Esperar hasta que esos traspasos se concreten permitirá al PNV ganar tiempo y convencer a su electorado de que su gestión es más útil que la de EH Bildu, disparado en sus encuestas tras su nueva hoja de ruta en Madrid.
Además, permitiría seguir dándole visibilidad al nuevo rostro de los 'jeltzales', Imanol Pradales, un político conocido en Vizcaya pero no en las otras dos provincias vascas. El Gobierno Vasco, por su parte, también está aprovechando este tiempo para dar visibilidad a su gestión. El próximo 21 de diciembre se aprobarán hasta siete leyes en el Parlamento de Vitoria, incluyendo proyectos tan controvertidos como la reforma educativa.
En Génova, sin embargo, hacen otra lectura: la coincidencia de fechas obligaría a Moncloa a dividir sus esfuerzos, dado que si Galicia se adelantara y fuera en solitario, el desembarco de ministros y el propio Sánchez sería total. Son conscientes de que el PSOE ha marcado en rojo las gallegas como cita preferente. Desbancar al PP de la absoluta sería infringir una dolorosa derrota a Núñez Feijóo –con las imprevisibles consecuencias que ello podría tener para su liderazgo interno–, mientras que los socialistas arriesgan sustancialmente menos: son terceros a notable distancia del BNG.
En principio, al PP gallego no le entusiasma la idea de la coincidencia con las vascas y creen que lo más beneficioso es que en las autonómicas se hable en clave regional y se aíslen los debates nacionales, como hacía Feijóo cuando él era el candidato. De ahí que tengan la certeza de que Génova entenderá que la campaña gallega se pilote desde Santiago, sin mando a distancia. Saben que Feijóo sigue siendo un reclamo para su electorado –ahí están los resultados del 23J en Galicia–, pero el protagonismo debe ser para Rueda. «Puede que coincidamos con País Vasco, pero no porque sea una decisión premeditada», explican. El PPdeG se ve fuerte, con encuestas internas que distan mucho del relato que intenta imponer el PSOE de que peligra su mayoría absoluta, y sin amenaza alguna en el espectro de la derecha.
En realidad, los peneuvistas no tendrían problema en hacer de nuevo coincidir ambas citas electorales, ya que a diferencia de las gallegas, las elecciones vascas no se plantearán en clave nacional. La verdadera contienda se vivirá entre PNV y EH Bildu, y no se espera un desembarco de líderes nacionales. Lo que no quieren, bajo ningún concepto, es que coincidan con los comicios europeos previstos para el 8 de junio. El planteamiento de las elecciones europeas es totalmente opuesto a las autonómicas y creen que podría generar «confusión» en el electorado. Consideran que con unas encuestas tan ajustadas como las actuales la campaña debe centrarse en las cuestiones vascas y no contaminarse del ruido de fuera. De ahí que todos los partidos vascos den por hecho el adelanto y hayan puesto ya en marcha la maquinaria electoral.
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Actual Parlamento
vasco
Actual Parlamento
gallego
38 escaños
mayoría absoluta
38 escaños
mayoría absoluta
PP-Cs
EHBildu
BNG
Podemos
21
PSE
PNV
PSdG
19
10
PP
31
42
6
6
14
Total
75 escaños
Total
75 escaños
1
Vox
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Actual Parlamento
gallego
38 escaños
mayoría absoluta
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PSdG
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Actual Parlamento
vasco
38 escaños
mayoría absoluta
PP-Cs
EHBildu
Podemos
21
PSE
PNV
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6
6
Total
75 escaños
1
Vox
Lo único seguro es que será antes de julio
Rueda no descarta ningún domingo dentro del primer trimestre del año
En el PP gallego están abiertos todos los escenarios para la convocatoria electoral: desde una madrugadora cita el 11 de febrero hasta llegar al 17 de marzo, donde podría coincidirse con el País Vasco. Entre una fecha y otra, otros cuatro domingos susceptibles de acoger la llamada a las urnas. «No hay nada descartado ni confirmado», aseguran fuentes de la dirección popular. La decisión recae única y exclusivamente en Alfonso Rueda, que esta semana aclaró que escuchará lo que Génova tenga que decir, «pero el que se presenta» es él. Lo único que parece claro es que la legislatura gallega no llegará hasta julio sino que habrá «un pequeño adelanto técnico», como reconoció Rueda en ABC el pasado 5 de noviembre. De hecho, si Feijóo hubiera llegado a Moncloa, las autonómicas habrían sido este otoño. Otro de los daños colaterales del fiasco del 23J.
Los populares gallegos han hecho cálculos con todas las fechas posibles. Para votar en febrero hay que convocar en diciembre. El lunes 18 llamaría a las urnas el 11 de febrero; se antoja demasiado pronto porque la Xunta quiere que antes de las elecciones esté en vigor el presupuesto de 2024, y este se aprueba definitivamente el martes 19. En el texto hay jugosas medidas que entran en vigor el 1 de enero dirigidas esencialmente a las familias con niños y dependientes a su cargo. El PP quiere que sus efectos empiecen a notarse ya en enero. El lado bueno sería que meter la campaña en Navidades rebajaría la actividad de la misma, y limitaría el margen de la oposición.
Si el Parlamento se disuelve en los festivos 25 de diciembre o 1 de enero, las gallegas serían el 18 o el 25 de febrero, respectivamente. Aquí entra en juego la variable del carnaval, en la semana del 12 de febrero, multitudinario en una provincia clave para el PP como Orense. Podría desmovilizar y ser contraproducente. No se fían. Si la disolución es el 8 de enero, se votaría el 3 de marzo. El límite ese mes está fijado el domingo 17; el siguiente empieza la Semana Santa, con el éxodo vacacional que implica. Otro riesgo.
Rueda ha aparcado las prisas, aunque no llegará hasta julio. Las encuestas no solo refuerzan su actual mayoría –42 de 75 escaños– sino que reflejan una leve tendencia al alza, superando lo que logró Feijóo en 2020. No hay desgaste en su gestión, que espera ser sometida a plebiscito. Y será pronto.
Todos dan por hecho el adelanto
El tablero vasco, a la espera de que Urkullu decida fecha
Hace meses que vienen sonando tambores de adelanto electoral en el País Vasco, a pesar de que Iñigo Urkullu se esfuerza siempre que puede en enfriar esos rumores, más ahora que se sabe fuera de Ajuria Enea tras la cita con las urnas. A pesar de ello, todos los partidos políticos vascos dan por hecho un adelanto electoral y trabajan con la hipótesis de que las elecciones serán en marzo. Es el lehendakari el único que tiene la potestad para convocarlas, pero el manejo de los tiempos podría ser clave en la pugna que mantienen PNV y EH Bildu por hacerse con el primer puesto.
Y es que los de Otegi no hacen más que subir en las encuestas. El buen resultado que obtuvieron en los comicios de mayo y julio se ha visto confirmado en el último Sociómetro elaborado por el Gobierno vasco. Tanto es así que incluso sueñan con dar el sorpasso a los de Ortuzar. Esa posibilidad parece remota por el momento, aunque el tiempo juega a su favor y mejora resultados en cada nuevo sondeo.
De ahí que el PNV esté tratando de aprovechar el tiempo que le queda a Urkullu para hacer gala de gestión y mostrarse como partido «útil» frente a EH Bildu. Con ello esperan reconquistar a los abstencionistas que se quedaron en casa en los últimos comicios y conseguir que vuelvan a votarles. «Trabajaremos hasta el último día», repite el presidente vasco una y otra vez.
Es lo que hizo en el último pleno de control del Parlamento vasco este año. Desde la tribuna presentó un plan para los próximos meses que incluía un centenar de iniciativas. Algunas de ellas son reformas legislativas, pero su plan anunciaba también materias inéditas, cuyo desarrollo necesitaría de un periodo más largo.
De ponerlas en práctica, resultaría prácticamente imposible celebrar las autonómicas en el mes de marzo. La ley electoral exige que el lendakari debe anunciar la convocatoria con 54 días de antelación. Por lo tanto, para poder convocar los comicios el 17 de marzo, último domingo antes de las festividades de Semana Santa, Urkullu debería disolver el Parlamento el 23 de enero, con lo que algunas de las iniciativas presentadas la semana pasada decaerían.
A pesar de las últimas intervenciones de Urkullu, todos los partidos políticos vascos dan por hecho que habrá adelanto electoral. Esas sospechas obligaron por ejemplo al PP vasco a adelantar el calendario de la sucesión de Carlos Iturgaiz y a convocar un congreso extraordinario para elegir a su sucesor. El elegido fue Javier de Andrés, diputado nacional con larga trayectoria política. La inminente cita con las urnas también ha obligado a EH Bildu a acelerar máquinas. Arnaldo Otegi llevaba meses deshojando la margarita sin aclarar si sería o no el candidato a lendakari, hasta que anunciaron su apuesta por Pello Otxandiano, un cachorro de Sortu. Los socialistas vascos, por su parte, también han confirmado ya a Eneko Andueza como su candidato. Podemos y Sumar son los únicos que continúan sin aclarar cuál será su futuro. Solo una coalición podría lograr contener una debacle que parece segura a tenor de las encuestas.
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