Feijóo espanta las dudas del PP con la investidura fallida y se consolida internamente

En la votación de este miércoles, la primera, necesitaba la mayoría absoluta del Congreso (176 diputados) para ser investido. Este viernes solo precisa más síes que noes, pero ninguna de las posiciones emitidas parece variable. La investidura decaerá y a principios de la semana que viene el Rey Felipe VI iniciará otra ronda de consultas para designar un nuevo candidato. Desde este miércoles, Sánchez tiene dos meses para atar los respaldos necesarios para ser reelegido y evitar una repetición electoral. Para ello debe aceptar la amnistía al 'procés' que exigen los separatistas. Una condición que hace apenas unos meses el Gobierno veía «inconstitucional» y unos aliados con los que ya ha hecho camino el presidente en funciones, pero de los que hace no tantos años renegaba hasta el hartazgo.

No obstante, en este contexto, la confirmación de que Núñez Feijóo carece de los apoyos suficientes para ser presidente no ha contribuido a agrietar su liderazgo dentro del PP. Más bien todo lo contrario. Aunque la izquierda en todas sus esferas agite la idea de un referente frágil, esa aproximación adolece de un desconocimiento de la realidad interna de la formación: Alberto Núñez Feijóo es más líder del PP hoy que hace una semana.

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Los diputados populares y la cúpula de Génova abandonaron el Palacio del Congreso con sabor a victoria. Ratificaban las buenas sensaciones que en la víspera habían manifestado los presidentes autonómicos. «Hemos conseguido exactamente lo que pretendíamos», transmitía una persona cercana al dirigente gallego. ¿Y qué quería el PP? Presentar un proyecto alternativo y que este se visibilizase como imprescindible. Algo a lo que contribuyó la decisión del PSOE.

La sensación de que Pedro Sánchez se equivocó al eludir la comparecencia ya era total en el PP durante la tarde del martes. Pero este miércoles esa impresión era mayor. Mientras el presidente en funciones evitaba la comparecencia, todos sus socios potenciales defendieron durante estas dos jornadas la amnistía. «Ha preferido escapar para no decir la verdad, la verdad sobre sus negociaciones, sobre la amnistía y sobre la financiación ideológica de todo ello», cargó Feijóo desde la tribuna de oradores en el cierre de la sesión.

Para Feijóo, la decisión de Sánchez de no debatir con él solo se explica porque «no podría defender en la tribuna lo que defendió hace dos meses delante de todos los españoles» en la campaña electoral. «Quien calla otorga. Veremos la intensidad de su silencio y la intensidad de lo que le exigen. No sabemos si lo que les va a dar será suficiente. Eso no lo decidirá usted».

La intención del PP es presentar la investidura de Feijóo como un ejercicio de coherencia personal en contraposición con Sánchez: «Puedo salir presidente o no, pero saldré con mis principios y los de once millones de votantes. Saldré con mi integridad política y personal intacta: libertad, igualdad y dignidad». La última intervención de Feijóo puso el broche a dos días en los que encontrar alguna crítica hacia él en el PP se ha antojado imposible. Gustó y sorprendió hasta a quienes habitualmente no muestran un especial entusiasmo por su estilo y por su fondo ideológico.

Un miembro del Comité de Dirección considera que el debate permitió visibilizar «un proyecto alternativo y un candidato extremadamente sólido, también en la tribuna del Congreso». Este último punto es sustancial, especialmente por el contraste con la ausencia de Sánchez. A Feijóo lo valoraban ya en el PP por su experiencia de gestión, pero siempre habían despertado más dudas sus habilidades comunicativas. Se despejaron.

«Debutaba aquí, pero ha demostrado un gran dominio de la escena. Estamos todos entusiasmados», relataba un diputado novato. Pero más allá del manejo de Feijóo en el hemiciclo, lo que también se comentaba este miércoles en las filas populares es que el debate estaba muy bien preparado. Con ningún frente sin cubrir. Algo que supone un espaldarazo para su equipo, al que internamente se cuestiona más que a Feijóo. Este miércoles se recordaba que también el cara a cara de la campaña electoral estuvo muy bien trabajado.

Así las cosas, no solo fue aplaudido el discurso inicial de Núñez Feijóo, en el que abordó de frente, pausadamente, su firme oposición a la amnistía de la que el PSOE no se atreve a hablar, sino también cada una de las réplicas a los distintos portavoces a los que se midió. Demostró retranca en sus respuestas y una cintura parlamentaria reconocida, en privado, por aliados y rivales del presidente del PP.

Si el martes se gustó en la réplica a la portavoz de Sumar en el Congreso, Marta Lois, en un duelo de gallego a gallega, y demostró que se puede exhibir una voluntad de diálogo con el independentismo catalán sin ceder a su chantaje y fijando la Constitución como único cauce posible de toda conversación, este miércoles fue el turno del nacionalismo vasco. Es difícil enfadar al portavoz del PNV en la Cámara Baja, Aitor Esteban, veterano diputado, pero Núñez Feijóo consiguió que el nacionalista pareciese molesto en su réplica. Esteban lamentó que Núñez Feijóo se marchase con pocos amigos, pese a que el líder del PP tendió un puente con una formación cuyo problema, dijo, está en el País Vasco y tiene nombre y apellidos: EH Bildu, su principal competidor electoral.

Esteban le había echado en cara a Núñez Feijóo que tratase de recabar su respaldo con «una ballena en la piscina», Vox, y el candidato a presidir el Gobierno le respondió con su alianza multipartita en la que se integra Bildu. La portavoz de esta coalición en el Congreso, Mertxe Aizpurua, trató de situar a Núñez Feijóo en un bloque «reaccionario» y ajeno a «los derechos humanos». «Los votos de Bildu se los dejo al señor Sánchez, yo no los quiero», contestó, recordando su condena por enaltecimiento del terrorismo.

Núñez Feijóo le espetó al PNV que él no va a «blanquear» a Bildu y le recordó que en su 'affaire' con Sánchez comparte camino no solo con él, sino con unos cuántos partidos más que restarán protagonismo y capacidad de influencia a los nacionalistas, tan aficionados a recoger en Madrid semillas para sembrar en el País Vasco. Sin disimulo, pero siempre desde el más estricto compromiso con la Constitución, el candidato recordó a Junts su pasado como CiU y al PNV su sostén a Gobiernos del PP. Se centró en la gestión y en las necesidades reales de sus comunidades autónomas, más allá de soflamas nacionalistas. Y pese a ese guiño, fue lo suficientemente hábil para no expulsar a Vox, que este miércoles, a través de su portavoz en el Congreso, Pepa Millán, volvió a aplaudir sus intervenciones: «Confiamos en que su discurso sea el precedente de muchas medidas donde gobernamos juntos».