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Un libro recoge el «robo de los nombres» en español de municipios valencianos para imponer el topónimo en catalán

El mapa más antiguo del Reino de Valencia reflejaba en 1584 denominaciones como Alicante, Elche, Hontanent (Onteniente) y hay otros más antiguos como Villajoyosa, documentados en la obra editada por Hablamos Español

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La invención catalanista de un topónimo alicantino que no existió hasta 1979 por imposición del Ayuntamiento

Dos de los documentos antiguos reproducidos en el libro editado por Hablamos Español en los que aparece el topónimo Villjoyosa en castellano. ABC
José Luis Fernández

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¿Xàbia o Jávea? Pues tal vez lo más acertado sería conservar las dos denominaciones, en valenciano y castellano, respectivamente, si se atiene uno a la historia, porque la que podría ser tal vez la primera referencia documental era «Xavea», tan cerca de una como de la otra, y durante siglos se utilizaron ambas.

Es un poco la tesis del libro recién publicado «El robo de los nombres de nuestros pueblos. La sinrazón de la toponimia en España», editado por la asociación Hablamos Español, en el que media docena de autores recopilan casos de imposición en otra lengua cooficial sobre el castellano, en contra del uso por los hablantes y más bien por razones «identitarias» y de ideología.

En el caso de la Comunidad Valenciana, aparte del destino turístico alicantino antes citado, llama la atención por su solera el nombre de Villajoyosa, que desde el siglo XIV está presente en documentos oficiales, pero paradójicamente ha pasado a estar proscrito en la actualidad en favor de La Vila Joiosa, tal como resalta Gloria Lago, presidenta de Hablamos Español. La supresión de la indicación en castellano por decisión municipal ha sido objeto de reclamaciones y una protesta en la calle convocada por esta entidad, tal como refleja en estas páginas y publicó ABC.

Otro de los autores, Jesús Lainz, enumera varios topónimos que aparecen en «el mapa más antiguo del Reino de Valencia», editado en Amberes por Abraham Orfelius en 1584: «Xabea, Xativa, Hontanent, Clivellent, Castello, Elche y Alicante». Y subraya que figuran «sin acento», aspecto fundamental en varios de ellos, porque desmontan un tanto la justificación de su marchamo de autenticidad en valenciano exclusivamente.

Posteriormente, en un documento más reciente, el «Regni Valenciae Tabula» (Nuremberg, 1792), se ve de nuevo sin tilde «Xavea (ahora con la letra uve, como en castellano), Xativa, Ontiniente (casi un calco del castellano), Carcaxente, Castellon, Elche y Alicante». En cambio, en la actualidad se ha impuesto Xàbia, Ontinyent -donde incluso el Ayuntamiento hablaba de «perseguirlo» como erróneo en indicaciones aún presentes- Carcaixent y no Carcagente, mientras que Castelló, Elx y Alacant se «anteponen», es decir, son la primera acepción, aunque se aceptan sus respectivas en castellano.

Portada contraportada de la obra. ABC

Acerca de Alicante, Lainz aporta igualmente un mapa de 1751 publicado en Londres donde se aludía al «asedio del mariscal d'Asfeld a Alicante, ocupado a la sazón por los ingleses, la guerra de Secesión (1708)».

No obstante, tanto en esta capital de provincia como en la castellonense y en Elche, la tercera ciudad más poblada de toda la región, la realidad cotidiana es que sus habitantes utilizan indistintamente ambos topónimos, sin fricciones ni polémicas, alimentadas sólo recientemente desde el ámbito político.

«Las personas bien informadas saben qué está pasando en las escuelas de las comunidades autónomas con lengua regional, son conscientes de la eliminación del español de los espacios y de la cultura oficiales y no son ajenas al adoctrinamiento en nacionalismo lingüístico al que se somete a los escolares, sin embargo, la defensa de la toponimia en español pasa más desapercibida», expone Gloria Lago a modo de epílogo de este libro, en el que también se repasa con casos concretos y abundantes documentos esta realidad en Galicia, País Vasco, Cataluña y Baleares.

«No debemos olvidar que cuando se hurtan palabras al español, se está empobreciendo el patrimonio lingüístico de todos los hispanohablantes», añade esta profesora y licenciada en Filología Germánica.

Y para hacer ver la intencionalidad clara de que esta exclusión de los topónimos en castellano, Jesús Lainz pone el acento en los «exónimos», en cómo en estas comunidades autónomas bilingües no hay empacho en traducir las denominaciones del resto de España, con ejemplos tan evidentes como «Saragossa, Cadis, Lleó, Conca...» y un largo etcétera, por «Zaragoza, Cádiz, León, Cuenca».

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