¡Bravo Irene Sánchez-Escribano! Ahora sí, los Juegos Olímpicos te esperan

Juan Antonio Pérez

Toledo

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06/07/2023
Actualizado a las 14:17h.

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Si hay alguien que merece cumplir su sueño y competir en unos Juegos Olímpicos esa es Irene Sánchez-Escribano. La atleta toledana, próxima a los 31 años, se perdió los de Tokio 2020, cuando ya estaba clasificada para los 3.000 metros obstáculos, su prueba, y a punto de subirse al avión por una maldita lesión. Y ahora, que aún falta un verano para los de París 2024, ha vuelto a conseguir la mínima olímpica. Lo hizo este jueves 5 de julio, en el mitin 'Ciudad de Barcelona', que ganó con un crono de 9:20:04, la mejor marca de su vida y que también le otorga un billete para el inminente Mundial de Budapest (se disputa entre el 19 y el 27 de agosto).

Sánchez-Escribano tenía una mejor marca de 9:23:94. Este año se había estrenado en Budapest el 8 de junio, con 9:31:03, y después ganó en Niza el 17 de junio, con 9:35:17. En el estadio municipal 'Joan Serrahima' de Barcelona, cuando la liebre Marina Guerrero se apartó a los 1.300 metros, la toledana y Carolina Robles, compañera de batallas en los obstáculos, se alternaron en la cabeza buscando un «objetivo» común.

«Hemos salido por debajo de 3:08 el primer kilómetro, que es para hacer 9:23 si mantienes, pero claro yo contaba con que en alguna vuelta se nos iba a ir. Mi objetivo era estar por debajo de 9:27, que en teoría ya eres seleccionable para la federación. La verdad es que me he visto con muchísima fuerza y me he encontrado con muy buenas sensaciones», declaró Sánchez-Escribano en meta, todavía sin creerse un crono que rebaja en casi cuatro segundos su mejor marca.

Hace unos meses, la toledana entrenada por Antonio Serrano habló en una entrevista sobre el tremendo chasco que para ella supuso no ir a los últimos Juegos Olímpicos: «Fue muy traumático. Yo había conseguido la mínima en 2019 y estaba claro que me tocaba ir a los Juegos después de una pandemia en la que parecía que se iban a cancelar... Estaba la lista de seleccionados ya publicada y me llegó la ropa del Comité Olímpico a casa, pero en la última vuelta de un entrenamiento, a 300 metros del final, noté un crujido en el pie, como si hubiese pisado una rama. Grité, me eché a llorar y me tuvieron que ayudar porque no podía pisar, me caía del dolor. Al día siguiente, en la clínica, cuando me dijeron que el pie estaba roto, me eché a llorar».