90 aniversario de su muerte
Los últimos años de Julio Romero de Torres, vistos a través de ABC
El periódico y Blanco y Negro dieron gran atención al pintor, en los años 20 en una de las figuras capitales de la cultura

«Córdoba ha muerto». Con este titular doliente tituló la revista Blanco y Negro de ABC su sección Actualidades tras el fallecimiento del pintor Julio Romero de Torres . Ocurrió el 10 de mayo de 1930, hace hoy justo 90 años y ... cuando la carrera del artista estaba en su cenit, convertido ya en un clásico vivo del arte español. Tenía Julio Romero 53 años y los problemas hepáticos que padecía desde tiempo atrás acababan con su vida. Nacía con ello la leyenda del pintor de la mujer cordobesa, que en realidad se venía forjando desde todo ese primer tercio del siglo XX. Ni las atenciones de dos de los principales médicos del país y buenos amigos suyos, Florestán Aguilar y Teófilo Hernando , pudieron evitar una de las muertes más impactantes que vivió Córdoba durante la centuria.
Mercedes Valverde , gran especialista en Romero de Torres, explica que, aunque era un hombre relativamente joven, gozaba al momento de su muerte de una gran fama , que durante la década de los 20 había comenzado a extenderse por el ámbito internacional. Explica Valverde que esa celebridad la había forjado en la belleza y hondura de su obra, pero que se había extendido gracias a su conocida «simpatía natural» y a las numerosas amistades que había labrado.
Por una parte con artistas, como su íntimo Valle-Inclán , los hermanos Baroja y los Machado , Cansinos-Assens, Gómez de la Serna o Colombine, a los que unía nombres clásicos de la bohemia como Emilio Carrere o Vidal y Planas. Aunque su influencia no se limitaba al mundo literario, pues Romero de Torres disfrutó de la amistad de políticos del momento, como es el caso de Julio Burell , Sánchez Guerra, Alejandro Lerroux , Diego Muñoz Cobos o Natalio Rivas. Se unía por último a todo ello su amistad con numerosos periodistas, vínculos que, según la especialista, «le hicieron mucho bien».

El punto de inicio de la etapa de madurez y magisterio de Romero de Torres se puede situar en 1919, que fue cuando presentó su primera exposición individual en Bilbao, en el Majestic House . La muestra tuvo un éxito brutal. Trascendió ese triunfo a Madrid y también a Córdoba, donde comenzaron a prodigarse los homenajes. Al mismo tiempo, se convirtió en una presencia constante en los medios de comunicación. Abrió por esos años, gracias al apoyo de su amigo Florestán Aguilar, su estudio en el ático del Palacio Longoria de Madrid , sede actual de la Sociedad General de Autores. A Romero de Torres le gustaba pintar ante sus amigos, en alegre tertulia , por lo que por allí fueron pasando a lo largo de la década artistas, escritores, políticos y periodistas.
El diario ABC acompañó durante esa década al pintor y raro fue el año en el que no se le dedicó algún artículo amplio. En septiembre de 1919 apareció por ejemplo en el suplemento Blanco y Negro un reportaje del especialista en arte y cine Ramón Martínez de la Riva, ilustrado por una imagen en la que aparecía el artista rodeado por sus « aristocráticas modelos ». De la Riva explicaba en este texto el ambiente casi de ensueño del estudio del artista, al que encuentra rodeado entre almohadones , con los botines desabrochados, tarareando feliz una copla. Lo describe luego pintando y charla con él sobre sus orígenes, sobre sus viajes, sobre Córdoba, sobre los cuadros que tiene en el estudio... Hasta la tertulia de Maxim´s acompaña luego el periodista al pintor, a ese café de moda con aires franceses instalado en la calle Alcalá.
Otro escritor que se acercó en ABC al pintor cordobés y a su entorno fue Rafael Domenech , que en septiembre de 1923 le dedicó tres páginas ilustradas. Lo que más interesaba a este crítico no era tanto la peripecia biográfica del artista, sino el cambio que se produjo en su obra a raíz de «Musa gitana» y de lo que eso había significado para el arte español. Domenech comparaba las innovaciones de Romero de Torres con las del cubismo y consideraba que las primeras eran un cambio profundo, mientras que las segundas se le antojaban únicamente un simple juego «que engañaba solo a los que quieren ser engañados».
Muerte del artista
En varias ocasiones también abordó la figura del pintor una de las firmas emergentes de la época, el periodista Luis de Galinsoga . En marzo de 1925, este escritor cartagenero publicó un extenso reportaje de cuatro páginas, y de fondo lírico, que apareció bajo el título de «Las heroínas, en éxtasis ardiente , de Julio Romero de Torres». El joven periodista escribía con admiración del pintor maduro, al que retrataba de forma más grave de lo que lo había hecho Martínez de la Riva algunos años atrás.

Luis de Galinsoga volvería a escribir sobre Romero de Torres en el verano del 28, cuando publicó un extenso reportaje en el que hablaba de «Los pintores de la mujer» y se refería a Romero de Torres como un pintor de «producción profusa y calidad depurada». Junto a Galinsoga, también la escritora y política Margarita Nelken publicó en noviembre de 1926 en el suplemento Blanco y Negro un reportaje sobre la familia Romero de Torres, centrado en el patio que Angelita Romero de Torrres, hermana del artista, cuidaba en la plaza del Potro .
Todos estos antecedentes hacen comprensible que cuando murió el pintor cordobés el diario se volcase. Al día siguiente de la muerte, el 11 de mayo, apareció ya una página completa en la se informaba del deceso y de como el alcalde de Córdoba, Rafael Jiménez , se había arrodillado ante el cadáver de Julio Romero y le había dado un beso en la frente. También se completaba la noticia con un perfil del creador, en el que se le describía como «modesto, afable en la intimidad y algo huraño entre desconocidos ». Se decía de Romero de Torres que «siempre fue un niño por la ingenuidad de sus sentimientos, un niño grande que «llegó a príncipe del arte sin ufanarse de sus laureles y refugiándose en su estudio». Se añadía que «único título era el de pintor y su amor y su orgullo se cifraban en Córdoba».

También despidió a Julio Romero con una amplio despliegue el suplemento Actualidades de Blanco y Negro, cuya portadilla lucía un retrato del pintor y su interior varias imágenes hoy históricas de la ciudad atestada al paso del féretro con los restos del artista. Allí el escritor y periodista egabrense Pedro Iglesias Caballero recordaba sus visitas al estudio de su paisano y explicaba que «se ha roto una pandereta alegre , graciosa y perfumada de juventud». «Se ha roto un abanico del cielo andaluz», decía el escritor a modo de despedida. Aliento lírico para poner la rúbrica al fértil idilio que Romero de Torres y ABC mantuvieron durante los años dorados en los que el artista ocupó el cetro de la pintura española y un lugar destacado en las páginas de este rotativo que hoy también, en el 90 aniversario de su muerte, lo recuerda.
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