Perdonen las molestias
Cuestión de genes
Ahora resulta que también el ADN influye en las opiniones políticas
Ahora resulta que sus opiniones sobre tal o cual asunto vienen determinadas por esta o aquella secuencia de aminoácidos de su código genético. Es decir. Que sus simpatías por el modelo de familia tradicional o su aversión por la unidad territorial del Estado, pongamos ... por caso, ya estaban latentes en el embrión que luego resultó ser usted. No lo decimos nosotros. Lo constatan, por lo visto, las recientes investigaciones que certifican la existencia de un gen conservador o progresista en nuestro ADN , según ha informado el experto Antonio Herrera en una entrevista en estas páginas el domingo pasado .
La noticia comporta consecuencias devastadoras para nuestra arquitectura mental. Pero no se alarmen. Nos tiramos media vida construyendo argumentaciones que sostengan el andamiaje conceptual de nuestras posiciones para que, al final, todo esté escrito en este o aquel cromosoma. Somos víctimas del ácido desoxirribonucleico que nos configura. Y ustedes disculpen el palabro. Pero es lo que hay. Y todo lo demás es vestir al gen primigenio con discursos y razonamientos más o menos efectistas.
Cuando usted se atrinchera en la defensa numantina de los servicios públicos, valga el ejemplo, no está sosteniendo una idea. Ni siquiera un concepto ético de redistribución de recursos. Lo que usted está haciendo, según parece acreditar la ciencia, es hablar por boca de un cromosoma. Luego podrá disfrazar su alegato con silogismos y requiebros dialécticos mientras se zampa un tintorro en la taberna de la esquina. De acuerdo. Pero, no lo olvide, querido contribuyente, que en ese preciso instante es usted una marioneta en manos de una proteína.
Si aceptamos la validez de esta inquietante revelación, llegamos a la conclusión de que el Congreso de los Diputados no representa a la pluralidad ideológica de España, como creíamos hasta antes de ayer. Sino que responde a la clasificación genética de nuestro país. A la derecha del hemiciclo, los del cromosoma tal. A la izquierda, los del ácido desoxirribonucleico cual. Y, en el centro, un solar acojonante donde no hay un puto alma, según afirman los politólogos.
La crispación política, por tanto, no es, como imaginamos, resultado de la confrontación de posiciones ideológicas condenadas a colisionar. Es, si nos atenemos a la hipótesis expresada párrafos arriba, el ruido físico que producen los genomas cuando entran en contacto. Un ruido ensordecedor. Cierto. Pero, al fin y al cabo, un ruido natural como el que generan las moléculas de agua en estado de ebullición.
Entonces, se nos cae una pregunta por su propio peso. Si somos conservadores o progresistas de cuna, ¿a qué viene ese afán incorregible por convencer al otro de que tiene un gen equivocado? ¿Acaso le reprochamos a los morenos por ser morenos y a los rubios por ser rubios? ¿Emplearíamos toda nuestra artillería dialéctica en desacreditar a un alopécico por ser alopécico?
Después de este increíble descubrimiento científico , el mundo ya no se ve de la misma manera. Ahora empiezas a comprender que por las redes sociales transitan tribus de cromosomas luchando por encontrar su lugar en el universo. Cada cual con sus secuencias de aminoácidos y sus nucleótidos correspondientes. Los unos a favor de prorrogar el estado de alarma y los otros poniendo palos en la rueda del estado de alarma. Pura biología evolutiva.
¿Qué pasará cuando podamos programar el gen progresista o conservador de nuestros retoños? No conteste ahora . Hágalo después de la publicidad.
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