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Apuntes al Margen

Esto de pensar sobre el Casco

Un congreso internacional y un laboratorio de ideas contrastan con las vomitonas en la puerta

Córdoba acogerá el Congreso Mundial de la Organización Ciudades Patrimonio en 2024

Rafael Ruiz

Rafael Ruiz

Córdoba

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En apenas unos días, han sucedido y sucederán dos cosas. El alcalde de Córdoba, José María Bellido, se ha trasladado a Canadá para participar en un congreso relativamente importante de las ciudades Patrimonio Mundial. La organización que reúne a todas estas urbes, ligada a la Unesco, lleva meses trabajando en directrices para mejorar la vida de los vecinos de los entornos históricos porque el malestar parece ser general. Todo el trabajo previo ha consistido en una labor de contraste de información entre autoridades municipales que comparten situaciones similares y expertos con el objetivo de plantear una estrategia común.

En unos días, además, se llevará a cabo un congreso, llamado Laboratorio de Ideas, que reunirá a autoridades en la materia para reflexionar sobre los problemas de la ciudad antigua. Según la información previa de la que se dispone, participará gente que sabe de todo el mundo. Encabeza el programa el director del Centro de Patrimonio Mundial de la Unesco, Lazare Elondu. Se prevé conocer las experiencias de ciudades con núcleos históricos tan distintos como Nápoles, Chiloé o La Habana.

Está muy bien reflexionar sobre las cosas, conocer otros puntos de vista. Conocida es la frase de Azaña de que, en España, si solo hablase de las cosas quien sabe de ellas, se podría generar un silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar. Alimentar la curiosidad humana siempre ha sido una actividad munífica.

El problema, ay, es cuando hay que enfrentarse a los documentos de estas reuniones que se encuentran repletos de palabros -escritos en lírico bailable, que decía el exalcalde Andrés Ocaña- como descarbonización, gobernanza o coconstrucción. Cuando se contrasta la planificación ecovegana de las ciudades históricas con los problemas reales, de lo que le pasa de verdad a la gente.

Por ejemplo, las vomitonas en la puerta de los negocios que se dedican a la organización de eventos hasta altas horas de la madrugada. Por ejemplo, cuando no se accede a la misma tecnología que el resto de vecinos para el equipamiento del hogar. Por ejemplo, cuando no hay forma de hacer una mudanza. Por ejemplo, cuando ni siquiera las promotoras públicas construyen VPO en el Casco Histórico porque están demasiado ocupadas generando urbanizaciones con piscina. Por ejemplo, cuando el Casco se convierte exclusivamente en el patio de recreo de la ciudad y, por supuesto, de sus cientos de miles de vistantes. Por ejemplo, en la ausencia de dotación de equipamientos sociales. Por ejemplo, cuando está en trámite una restricción añadida de vehículos que no funcionen con determinados estándares de emisiones sin más explicaciones a los vecinos que las precisas.

Esto de pensar sobre el Casco, se ha dicho, es una cosa estupenda. El problema es qué pasa una vez se ha pensado. Qué se hace con tanto análisis y tanta gobernanza. Con tanta descarbonización y coconstrucción. Con tanta planificación estratégica, tanto observatorio y tanto informe que dan sustento y lustre a sus autores. Pero poco más.

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