CÓRDOBA ENTRE LÍNEAS
Isabel del Río: «Cuando el campo es sólo negocio se pudre un poco»
entrevista
La empresaria agrícola y cinegética está al frente de la finca Los Rasos de las Cabezas, en el Parque de Montoro-Cardeña a cuya junta rectora pertenece
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No ha olvidado las palabras que le repetía su padre, a quien sigue llamando 'el jefe', y que ella escuchaba desde que era una niña sin comprenderlas del todo. De hecho, no lo hizo hasta que su progenitor, que falleció en 2021, le encomendó en 2004 que, al jubilarse, se quedara al frente de la comunidad de bienes de Los Rasos de las Cabezas, la finca familiar del término municipal de Montoro y en el corazón del Parque Natural de la Sierra de Cardeña. «El campo es susceptible de mejora hasta la ruina total del empresario», le decía él, Rafael del Río Enríquez.
-Trabajar con tu padre, con tu familia, es complicado, ¿no?
-Tiene sus cosas. Pero mi padre ha sido un jefe fabuloso, se podía hablar con él de todo: todo lo que sé del campo lo he aprendido de él. Estábamos todo el día juntos. A mis dos hermanas sí que les gusta el campo pero no como para dedicarse a él profesionalmente, así que me tocó a mí. Lo importante es saber distinguir cuándo se está hablando de trabajo y cuándo se está de descanso. Hay que aprender a desconectar.
-¿Y es sencillo en el campo ser una mujer con mando?
-No. Bueno, al principio, cuando empecé con mi padre hace veinte años, sí que costaba más. Pero también era porque siempre estabas relacionándote con gente mayor, y había un salto generacional. Todo el mundo me conocía como Isabelita, y de repente me pongo a hacer las cosas de mi padre... Pero si haces bien las cosas, qué más da que seas mujer u hombre. Es verdad que había gente que no quería hacer los tratos conmigo, sino con mi padre. Eso ha costado.
A meses de cumplir los 50 años, Isabel del Río lleva casi dos décadas como administradora de una comunidad de bienes formada sólo por mujeres -su tía, su madre, sus dos hermanas mayores y por ella-, que lleva el nombre de 'Rafael del Río Enríquez y otras' y que además de la propiedad situada en la provincia de Córdoba incluye una más dedicada al olivar de campiña en la de Jaén. Mas el germen de la empresa familiar está en Montoro: el cortijo tiene 1.245 hectáreas -hasta el año 2000 contaba con algunas más, que perdió por las expropiaciones derivadas de la construcción de la presa de Yeguas-.
«Las primeras tierras las compró mi bisabuelo en 1897, que era notario en este término municipal: etonces eran para recreo. La carretera no existía, era todo terrizo, e hizo la casa, que es la base de la actual», explica Del Río en relación a los orígenes de la propiedad que se dedica fundamentalmente a la actividad cinegética, al olivar de sierra, en este caso de variedad ecológica, y a la explotación del corcho.
-La historia de la finca supera ampliamente el siglo, entonces.
-Mi padre y mi tía Elisa heredaron la propiedad. Mi padre estudió Derecho pero no le gustaba la abogacía y creó una empresa que hacía equipamientos para museos. Mi padre se hizo cargo de la finca, y al principio fue también para el recreo. Ahora, lo que nos da dinero es la caza, la montería; nosotros podemos dar dos o tres monterías y un gancho al año. Este año hemos hecho una montería con setenta u ochenta puestos. El corcho también nos da dinero, pero una vez cada nueve o diez años: este año lo recogemos del alcornoque y sacamos unos mil quinientos quintales castellanos. En los cortijos siempre se ha dicho que los años del corcho se aprovechaban para hacer alguna inversión, para comprar un tractor, para arreglar las alambradas.

-Su padre respondía al molde de un terrateniente. ¿Pesa esa etiqueta?
-Sí, bueno, mi padre era un terrateniente, porque tenía tierras. Y era otra época. Y la palabra terrateniente tenía connotaciones negativas, es cierto. Yo no me considero una terrateniente, sino una empresaria. En el campo existe mucho respeto. Y con respeto y naturalidad se llega a todas partes. Yo estoy todo el día con Manolo, el guarda; con Fortunato, el pastor, y me desenvuelvo bien, hay entendimiento. Todos tenemos nuestro sitio y no nos los podemos quitar unos a otros.
-La Junta de Andalucía lleva años impulsando lo que llama la 'Revolución verde'. ¿La nota?
-Ahí hemos topado con la Iglesia, Sancho. Sí, claro que se nota. Pero, ¿sabe qué pasa? Que los políticos dicen muchas cosas y las palabras son fantásticas y tienen que llegar a la realidad, y no siempre llegan. Es difícil. Siempre. La teoría de la sostenibilidad de lo verde está muy bien, pero las ayudas públicas tienen que llegar. Y si no llegan que no lleguen, pero al menos no molestes, déjanos que hagamos cosas.
-¿No es paradójico que la administración más cercana para un agricultor o un ganadero no sea el ayuntamiento o la comunidad autónoma sino la Unión Europea?
-Tenemos que volver a los pueblos. Vivimos de espaldas a la naturaleza, y eso no puede ser. El campo hay que mantenerlo. Te venden la economía a pequeña escala, pero ahora llega una PAC tremenda, muy negativa para España tanto en la agricultura como en la ganadería... Y son nada más que trabas y menos dinero. Ahora empezamos la PAC y ni los técnicos se aclaran. Todo es un follón pero a peor. Lo ponen todo siempre más difícil. Y luego se junta el clima que tenemos, que va también a peor.
El cambio climático
-La sequía.
-Está siendo tremenda. Y el cambio climático. Que claro que ha llegado, que ha venido para quedarse y que se nota cada vez más. Nosotros tenemos registros de los pluviómetros con mil litros al año, después pasó a ochocientos y ahora estamos en quinientos. La cosecha del olivar este año ha sido desastrosa. Este año he visto lo que nunca: olivos secándose.
-¿La caza es ventajosa económicamente?
-Es nuestra mayor renta, ya le digo. Nos da para pagarle al guardar y las cuatro cosas básicas. Yo no soy cazadora, pero me he criado en un ambiente de cazadores. La caza que yo he visto en mis padres y mis abuelos no tiene nada que ver con la de ahora. Creo y espero que la caza que hay ahora se baje del burro.
-¿En qué sentido?
-La caza se ha convertido en un negocio. Y antes no era así. Mi padre alquilaba otra finca y se iban por media Sierra, para arriba y para abajo, y esto era echar el día en el campo, disfrutar del campo respetándolo mucho: eso sí que era ser ecologista de verdad. Ahora hay muchas fincas que están cercadas y a la gente lo que le gusta es pegar tiros, y parece que si no matas nada no sirve, y como pagas mucho dinero piensas que tienes derecho a... Pero el venado no va por donde tú quieras, sino por donde él quiere. Y si un día hay niebla o las realas no han trabajado bien, pues vaya por Dios. Cuando el campo, como todo, se convierte sólo en negocio todo se pudre un poco.

-¿Y es sostenible la cacería desde el punto de vista ambiental?
-Le veo futuro a la actividad de la caza, porque es necesaria tal y como está montada en Córdoba, y teniendo en cuenta la estructura del campo de nuestra provincia, pero es necesario equilibrar las poblaciones. Si no se cazara habría fincas en las que desaparecería la vegetación. Hay modelos actuales de caza que sí que son sostenibles, pero no pueden ponerse en marcha de la noche a la mañana.
-¿Qué aporta la marca del Parque Natural?
-Yo soy la representante de Asaja en la junta gestora, como antes lo era mi padre. En el Parque se están haciendo cosas en favor del turismo, y me parece bien. En este parque, el noventa y ocho por ciento de las fincas son privadas, el resto son del Estado o de la Junta, y por este motivo no hay ayudas forestales. La ley forestal es desastrosa. El Parque se mantiene a costa de los propietarios.
-¿Que tenemos una política forestal desastrosa, dice?
-Aquí repoblaron con pinos en los años sesenta. La finca estuvo consorciada con el Estado mucho tiempo: mi padre era el propietario pero el Estado era el dueño del vuelo, como se decía. Ellos plantaron los pinos. Ahora lo piensas y se hicieron cosas mal, pero hay que entenderlo: el pino crecía rápido y daba muchos puestos de trabajo. No se hicieron claros en los pinos después, y los bosques eran un desastre, porque debajo no crecía nada, no daban ni comida para los animales, crecían muy largos, muy largos. Además, en estas tierras se plantaron pinos piñoneros, que son los de aquí, los negrales del norte, que se caen, y hasta canarios, que no están en su sitio y se nota. Ahora, con los permisos que necesitamos, vamos haciendo claras para hacer lo que tiene que ser, que es el monte mediterráneo, que son las encinas, los alcornoques, los quejigos, que no se puede hacer de golpe. Vamos clareando poco a poco.
-El campo es un motor económico en Córdoba, y los agricultores se quejan a veces de la falta de personal. ¿Es su caso?
-Cada vez hay menos gente que quiera trabajar en el campo, para coger aceituna, y no te digo para podar. En el campo hay trabajo todo el año, y no encontramos personal, y menos que sea competente. Esto va a peor.
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