Patrimonio
El convento de Regina de Córdoba viaja ya de la oración y la industria a lugar para la cultura
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El Ayuntamiento prepara la obra para recuperar el antiguo convento, con su valioso artesonado mudéjar
La restauración, de once meses, sacará a la luz pintura mural y restaurará la celosía del coro y la escalera de caracol
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«Fuentes cegadas, oigo vuestros caños por la memoria, vivas gargantas sollozantes», cantó Pablo García Baena a la destrucción del patrimonio antiguo de Córdoba que él había visto perderse. En el convento de Regina Coeli se escuchan todavía los ecos de los cantos ... con que las monjas alababan a Dios, pero también queda la sal del tocino que se colgaba de las vigas de la iglesia, cuando se desacralizó, y al salir a lo que fue el claustro no es difícil imaginarse la conversación entre dos vecinas que se afanan en las tareas de la casa.
El antiguo cenobio de dominicas lleva años esperando unas obras de recuperación que ahora sí están a punto de comenzar. En muy pocos días emprenderá el Ayuntamiento, su propietario desde hace décadas, la primera fase para que la antigua iglesia sea un lugar para la cultura.
Es un templo del siglo XVI de una sola nave que conserva una joya: el artesonado mudéjar que recorre sus más de veinte metros, con motivos geométricos y policromado, que tendrá que recuperar el esplendor durante esta intervención. «El artesonado va en dos líneas paralelas, y es interesante porque el dibujo que utilizan en la decoración, que origina estrellas de ocho puntas, que están policromadas en colores, gris y oro. Poner en valor toda la luminosidad que tendrá esa armadura será espectacular», resalta el arquitecto Rafael García Castejón, corredactor, junto a Rosa Lara y Juan Manuel González Lagares, del proyecto.
Quedan restos de pinturas murales y de decoración que en ciertos momentos recuerda un poco a la de San Agustín, y dos hornacinas en que habría imágenes, pero también una decena de vigas metálicas que recorren transversalmente el templo.
Se usaron para secar tocino, cuando la iglesia se destinó a la industria a partir del siglo XIX, y desaparecerán con esta intervención. «Hemos comprobado que la sal ha creado eflorescencias en los ladrillos, así que está comprobado este uso», dice Rafael García Castejón.
La iglesia será para actos culturales y el coro, separado por una celosía y una escalera de caracol, servirá para exposiciones
Las obras servirán para reparar todo el suelo, en el que han aparecido restos de cerámica de Talavera bastante valiosa, y que ahora se restaurarán. La conexión entre el sotocoro, es decir, la parte que queda por debajo del coro, que estaba elevado, y la iglesia, perderá los escalones para tener una rampa, porque uno de los sentidos de toda la intervención es eliminar todas las barreras arquitectónicos.
El coro, que es la zona desde la que las monjas escuchaban la misa en la iglesia, conserva casi intacta la celosía que separaba a las religiosas de los fieles seglares. Es una construcción de madera de gran valor que ha tenido un pequeño desplazamiento, pero que ahora se recuperará, y que se caracteriza por la decoración a base de capiteles de orden jónico.
La zona inferior de la iglesia será para actividades culturales, no muy distintas a las que ahora tiene la Sala Orive, por ejemplo, mientras que en el coro se podrían realizar exposiciones. Una nueva estructura metálica corregirá el desplazamiento de la celosía y una serie de vidrios conseguirán separar las actividades de la zona del coro de las que haya en la iglesia propiamente dicha.
Los puntales
Ambos espacios están ahora comunicados por una escalera de caracol, también de madera, que se restaurará y se podrá usar. Es un cuerpo extraño en una iglesia y se piensa que pudo ser fruto de una intervención en la época en que el edificio tuvo uso industrial.
La intervención que ahora comienza, con una inversión de 1,2 millones de euros, se centrará en exclusiva en el interior de la iglesia y estudiará, por ejemplo, los puntales del artesonado. Son uno de los elementos que más ha llamado la atención de los arquitectos, porque en teoría no deberían ser necesarios, aunque pudieron serlo en algún momento por circunstancias que ahora se desconocen.
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Como recuerda Rafael García Castejón, el arquitecto Juan Serrano intervino en 1979, cuando la iglesia todavía estaba en manos privadas, y los dejó. Si ahora se comprueba que no son necesarios para la estabilidad, los puntales de madera se retirarían para poder contemplar mejor el conjunto. En aquella restauración, además, se construyó una cubierta metálica.
En la iglesia llaman la atención los restos de las pinturas murales, tanto en las paredes como en el altar mayor. Según lo que han encontrado los arquitectos, no habría un retablo, sino la decoración pictórica. «Vamos a intentar revertir lo que ahora se ve en las paredes, es decir, que sean las pinturas lo que llamen la atención y que el fondo quede neutro, con un blanco roto o crema, para que las pinturas sobresalgan», dice Rosa Lara.
Las obras recuperarán el suelo y la fachada gótica y servirán para restaurar las pinturas murales que decoraban el templo
El zócalo se revestirá con mortero de cal, precisó la arquitecta. Se completará con todas las instalaciones eléctricas y de climatización, de forma que al final de los once meses de obras casi podría usarse de forma inmediata.
La restauración afectará también al exterior, a la portada con arco campanel, de estilo gótico, que recibe al visitante cuando llega por la calle Encarnación Agustina. Está muy deteriorada porque es de piedra caliza arenisca, y por lo tanto muy frágil, y dará el acceso principal. Habrá otro, el del compás, situado al final de la iglesia, tras el coro, con un jardín de entrada y asientos en piedra. Serán las nuevas fases que en el futuro se unirán a la historia del antiguo convento de Regina.
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