ENTREVISTA
Antonio Pérez Henares: «Las gentes de a pie que fueron a repoblar las fronteras fueron los verdaderos héroes»
El escritor y periodista presenta esta tarde (20.00 horas) su última obra, 'Tierra vieja', en el Foro Cultural de ABC en Córdoba
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Antonio Pérez Henares (Bujalaro, Guadalajara, 1953) viaja en 'Tierra vieja', publicada por Ediciones B, al momento en que la Alcarria y el Tajo marcaban la frontera entre Castilla y los musulmanes, para glosar la vida de la gente del pueblo llano que pobló y defendió aquellos lugares. Esta tarde participará con ella en el Foro Cultural de ABC, a partir de las 20.00 horas en el Auditorio Cajasur, en Gran Capitán.
-Sitúa su novela en lo que ahora es el centro de España, pero en ese momento, en el siglo XII, era la frontera. ¿Cómo se vivía allí?
-Era la frontera más peligrosa y más castigada, puesto que lo que había sido la gran frontera de Al Ándalus, en el Califato. Se podía establecer una línea que iría desde Lisboa hasta cerca de Talavera, que era la marca occidental. La del centro, que era todo el Tajo hasta Medinaceli, y otra, la más oriental, que desde Medinaceli protegía todo el Valle del Ebro y subía hasta el Llobregat. Eso cambia cuando Alfonso VI toma Toledo, y esa marca media se desploma y ahí se sufrirán los tremendos embates de las invasiones de los integristas: los almorávides y los almohades. Cambian muchos elementos de los últimos tiempos y muchas personas tuvieron que salir huyendo, como Maimónides. Desde 1085, la toma de Toledo, hasta las Navas de Tolosa, en 1212, es el lugar más peligroso de todos los reinos.
-¿Es su novela un canto a la forma de vida tradicional en el campo?
-Hay algo de eso, pero esencialmente he querido hacer un homenaje a las gentes de a pie. Cuando escribimos la historia y las novelas históricas siempre los personajes son los reyes, los grandes nobles, los héroes, pero muy pocas veces se presta atención a las gentes de a pie, a las gentes que en realidad fueron los grandes héroes de la frontera. Grandes batallas campales hubo, pero no muchas.
-¿Cómo se luchaba entonces, para que hubiera tanto peligro?
-De otra manera, con golpes continuos entre un lado y otro. A las incursiones musulmanas los cristianos replicaban con no menores cabalgadas que entraban por todo el territorio andalusí. Esas gentes, las que fueron a repoblar esas fronteras, para mí fueron los verdaderos héroes. Iban a una tierra donde te podía llegar la caballería ligera musulmana en una noche, destrozar tus cultivos, llevarse tu ganado, quemar tu casa, quemar los árboles, arrancar las viñas y llevarse a las mujeres como esclavas.
«Los que vivían en la frontera eran libres, no tenían señores feudales. Son nuestros antepasados, de todos»
-¿Y cómo iba la gente a estos lugares? ¿No tenían una salida?
-Porque sucedió una cosa inaudita: los reyes de Castilla les dieron fueros y tierras en propiedad, que podían pasar a sus hijos. Tampoco se preguntaba mucho de dónde venías ni qué habías hecho antes. En las grandes batallas y en la frontera la gran parte eran las mesnadas concejiles, las gentes de a pie, que defendieron esa frontera y que fueron claves. Gentes que vivían con una mano en el arado y con otra en la lanza. La portada de mi novela no es un caballero y un labriego, sino que pueden ser el mismo. Esas gentes son las que van a poner los fundamentos de todo un carácter, toda una dignidad y la consecución de unos derechos. Porque esas gentes eran libres, no tenían señores.
-¿No era la época feudal?
-En España el feudalismo, como se entiende en Europa, no existía. No había gente era propiedad de un conde. Estas gentes pagaban sus tributos directamente al rey, y cuando llamaba a la guerra iban dos de cada tres, porque uno se tenía que quedar defendiendo la frontera. Esos fueros eran el principio de tantas cosas, porque poco después, el hijo de Fernando III, celebró en León las primeras Cortes, donde iba la nobleza, el clero y la gente llana. He querido rendir homenaje a esas gentes que son nuestros antepasados, y los antepasados de todos.
«La expresión 'España vacía' me parece un insulto. Habrá despoblación, pero es una tierra que se cultiva y donde la gente trabaja y pervive»
-¿Nos queda algo de sus valores, aunque no seamos conscientes?
-Decía usted antes que he querido recrear un modo de vida. Hasta el año 1950, las labores del campo, que yo he vivido, eran prácticamente las mismas que se habían hecho desde tiempos inmoriales. Con la aparición de tractores y cosechadoras, desaparece no el paisaje, pero sí muchos habitantes, como las caballerías, las mulas, que eran esenciales. También muchas gentes, porque lo que antes hacían 50 yuntas hoy lo hacen dos tractores. Estas gentes crearon esas tierras, esos paisajes incluso y también creo que nuestro espíritu. Sí que queda algo, que está a flor de piel, y que es la dignidad de mucha gente: no pretender ser más que nadie, pero menos que nadie tampoco. Eso creo que lo llevamos los españoles de una manera tremenda, y prevalece a lo largo de la historia, en todas las tierras de Castilla y en Andalucía. Mire el alcalde de Zalamea. No es un orgullo mal entendido, sino la dignidad.
-¿Qué le parece que se etiquete como España vacía a esas tierras donde transcurre su novela?
-Esa expresión me parece un insulto, y así lo entiende muchísima gente. Habrá poca gente, despoblación y problemas, pero no es una tarjeta postal, sino un territorio en que se cultiva, donde trabaja la gente, donde labra, donde siembra, donde pasotrea, donde pervive. Que te llegan reatas de esta gente soltando discursos. Al campo español no le hacen falta discursos ni políticos: lo que le hace falta es precios justos para lo que produce. Y respeto, que se les falta el respeto continuamente y por todo. Por ejemplo, por la caza. Cualquiera puede proclamar ahora que un cazador es un asesino, y el hombre está en pie porque fue cazador. Si no, andaríamos por los árboles. La gente del medio rural lo entiende, porque sabe que para comer jamón hay que matar al cochino.
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