Pujol-Ferrusola
La caída de una familia que lo fue todo
Afronta las acusaciones de organización criminal, blanqueo y falsedad documental

El 23 de febrero de 2015, Jordi Pujol Soley , un confeso defraudador a Hacienda y que había estado veintitrés años dominando la política catalana e influyendo al más alto nivel en la nacional, acudió al Parlamento de Cataluña a dar cuenta por lo ... que ya entonces se conocía como caso Pujol. Su comunicado del 25 de julio de 2014 no había hecho más que confirmar las sospechas (e investigaciones y sentencias judiciales) de que alrededor de su figura, política y personal, existía un entramado de corrupción económica. La Cámara autonómica catalana puso en marcha una comisión de investigación – no sin las reticencias de CiU , que la edulcoró– y por allí desfilaron, entre otros, los Pujol Ferrusola.
Aquel día de febrero de hace cinco años Pujol defendió –como todavía hoy– que, más allá de no haber regularizado un legado monetario de su padre (Florenci) , que el político recibió en 1980, todo estaba en orden, no había caso de corrupción que investigar y no había ilegalidad por ningún sitio. «Yo siempre he procurado, digamos, ser estricto en las declaraciones de Hacienda», aseguró, con toda la solemnidad que practicó durante veintitrés años, en sede parlamentaria.
Un lustro después de aquella comparecencia y tras siete años de complicada investigación judicial, el caso Pujol se ha convertido en el caso Pujol Ferrusola. Un clan. Una «organización criminal». De momento, es solo la argumentada y documentada opinión del magistrado del Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, José de la Mata . Sin embargo, cada paso que da la Justicia en este tema las sospechas, sobre todo de los pocos valientes que en los años noventa apenas levantaban la voz, se van transformando en pruebas.
Estructura piramidal
De la Mata considera que Jordi Pujol y Marta Ferrusola Lladós (casados en 1956) son los «líderes» de una «asociación ilícita» u «organización criminal» . Tras estos, su primogénito: Jordi Pujol Ferrusola, conocido como Junior o «el capellán de la parroquia». Las analogías religiosas, utilizadas por la lideresa o «madre superiora de la congregación» en su relación con los gestores de la fortuna en bancos andorranos y recogidas por De la Mata, vienen como anillo al dedo para un clan nacionalista catalán. Bien se puede decir que del «queremos obispos catalanes» se pasó al «queremos corruptos catalanes».
Junior es el director de la «organización». El que mueve el dinero entre paraísos fiscales, crea empresas opacas y reparte las ganancias. En el siguiente escalafón se sitúan sus hermanos. Seis. «Sin perjuicio de su participación individual en determinados ‘negocios’ u operaciones, seguían las instrucciones de Jordi Pujol Ferrusola», señala el juez instructor. Aun así, «el capellán» delegó, en ocasiones, la tarea del reparto de las ganancias a Josep, Oleguer y Pere. También forman parte del clan Marta, Mireia y Oriol. Este último intentó seguir los pasos políticos del patriarca. De momento, Oriol ya tiene una condena firme por el caso de las ITV y estuvo (solo) unas semanas en la cárcel.
La familia Pujol Ferrusola obtuvo su patrimonio por tres vías: el legado monetario del padre de Jordi Pujol Soley ( 140 millones de pesetas , en dólares, de 1980, según el patriarca), y que el juez pone en duda su origen; «pagos ilícitos» de empresarios que a cambio obtenían «su contraprestación» en adjudicaciones, calificaciones o concesiones públicas; y pagos que se hacían a la familia «para congraciarse con la misma o para mantener la buena relación que ya tuvieran con ellos».
Para De la Mata, no hay duda, los nueve del clan –el grueso fundamental de la investigación en la que hay treinta personas implicadas– montaron una «organización criminal», «blanquearon capitales» y «falsearon documentos». Además, a Junior, Josep y Mercé Gironès (exmujer del primogénito) les imputa «delitos contra la hacienda pública». Una trama internacional que recorre Andorra, Panamá, Belice, Gabón, Suiza, Argentina, México...
«Dicen, dicen, dicen»
Antes de la comparecencia parlamentaria del líder de la trama de aquel febrero de 2015, el 26 de septiembre de 2014, solo dos meses después del comunicado que puso fin a una gran mentira sostenida durante lustros , Jordi Pujol Soley fue al Parlamento de Cataluña a explicarse. En esta comparecencia, casi olvidada, aseguró que no había habido ni «corrupción» ni «trato de favor» y defendió que: «No he sido un político corrupto. (...) No he recibido nunca dinero a cambio de una decisión político-administrativa».
Fue aquel día cuando abroncó con dureza a los portavoces de la oposición, que atónitos por lo que estaban viviendo desde hacía varias semanas, se limitaron a realizar preguntas, y les advirtió, con un tono airado: «Si vas segando la rama de un árbol, al final cae toda la rama, todos los nidos que hay en ella. (...) ¡Y habrá sido responsabilidad de todos los que han practicado este tipo de política!».
Luego, ya en 2015, llegaron otros grandes éxitos en su defensa: «No tengo cuentas en el extranjero», «Un bla-bla-bla-bla-bla-bla sobre cosas que son insinuaciones, que no se demuestran, que no hay pruebas y que es un bla-bla-bla», y el famoso: «O sea que: dicen, dicen, dicen. No le contesto nada más, porque, claro, ahora dicen, dicen, dicen... ¿Qué valor tiene un interrogatorio de dicen, dicen, dicen? ¿Qué papeles llevan? ¿Cómo ligan las cosas? Dicen, dicen, dicen».
El auto de procedimiento abreviado de la Audiencia Nacional tiene 509 páginas que prueban (en instrucción) la planificación, la coordinación y la metodología de una trama internacional con sede intelectual en Cataluña y desarrollada durante décadas. Centenares de operaciones para obtener beneficios por métodos ilícitos.
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