Atletismo
Yulimar Rojas deja su sello en Eugene
Mundial de Oregón 2022
La venezolana logra su tercer título mundial con un salto de 15,47, mejor marca mundial del año

Apenas fueron cinco minutos, pero resultaba tan llamativo que un runrún recorrió el Hayward Field. Había terminado la primera tanda de saltos en la final del triple salto y Yulimar Rojas no era la líder. La venezolana había saltado 14,60 en ese brinco inicial que a todas luces se le quedaba corto pese a significar la sexta mejor marca de la temporada. Pero entonces llegó la jamaicana Shanieka Rickets, cuarta en Tokio, desplazada del podio por ese 14,87 brutal de Ana Peleteiro, y voló en Eugene hasta 14,89, de golpe el mejor registro del año.
Llegó el rumor injustificado en la grada, pues es tan sideral la distancia que separa a la venezolana de todas y cada una de sus rivales que era cuestión de tiempo que restableciese el orden natural de las cosas. A su segundo salto, mucho más pulido técnicamente, Yulimar se fue hasta los 15,47 metros, el sexto salto más largo de la historia. Una barbaridad con viento legal de +1,9. Aunque aún siguió un buen rato, ahí había terminado la final. Rojas no necesitaba más para garantizarse su tercer oro mundial, una muesca más en un palmarés cada día más impresionante, que incluye también otros tres mundiales consecutivos bajo techo, el oro olímpico en Tokio y la plata de Río 2016.
A Rickets también le valió ese 14,89 para llevarse la plata. Más competido estuvo el bronce, que recayó finalmente en la estadounidense Tori Franklin con un salto de 14,72, apenas dos centímetros más que el que dejó cuarta a la cubana Leyanis Pérez Hernández.
Finiquitado el asunto de las medallas, faltaba saber si Rojas podría acometer el asalto a un nuevo récord mundial, una casi obligación que se le ha impuesto a la venezolana por su querencia a las proezas.
Su tercer intento también se fue por encima de los quince metros (15,24), pero después desinfló los ánimos con dos nulos consecutivos. Quedaba la tarea para el sexto salto, el de la gloria, el de los grandes sueños. Yulimar realizó el ritual de siempre, se gritó a sí misma, se dio ánimos y pidió también el apoyo del público antes de iniciar una carrera que buscaba los 16 metros. No pudo ser esta vez. La venezolana ajustó mal y no cogió tabla, y aún así se fue a 15,39 para rubricar ese tercer Mundial.
El otro gran triunfador de la jornadas vespertina en Eugene fue el qatarí Mutaz Essa Barshim, que también sumó su tercer Mundial consecutivo con un concurso impecable. El también campeón olímpico fue eliminando rivales saltando a la primera en todos y cada uno de los listones hasta el 2,37, altura que ya le dio el oro. La plata fue para el surcoreano Sanghyeok Woo, que se quedó en 2,35. El ucraniano Andriy Protsenko logró el bronce con 2,33, misma altura en la que se quedó, aunque con un fallo más, el italiano Gianmarco Tamberi, también oro en Tokio, al que en la final, pese a su esfuerzo, se le volvió a notar la falta de forma.
A la tarde de Eugene le quedaban tres finales, todas ellas con representación española. Claudia Conte tomó parte en los 800, última prueba del heptatlón que la llevó hasta los 6.194 puntos, su mejor marca de siempre, y a un noveno puesto final que supone un enorme resultado para ella.
También noveno acabó Daniel Arce en una lenta final del 3.000 obstáculos que acabó de forma accidentada por los nervios de un final apretado. El burgalés aguantó en el grupo delantero hasta salió reforzado con una novena plaza que le dejó como mejor europeo de la competición y a las puertas de la plaza de finalista. Ganó el marroquí Soufiane El Bakkali, que salió indemne del festival de codazos y caídas que provocó la llegada en grupo a la última vuelta. Etiopía, con Lamecha Girma, y Kenia, con Conseslus Kipruto, se repartieron la plata y el bronce. Sebas Martos, el otro español en la final, acabó decimocuarto.
Y la jornada terminó con un duelo portentoso en el 1.500 femenino entre la keniata Faith Kipyegon y la etíope Gudaf Tsegay. Tsegay intentó de todas las maneras acabar con la supremacía de su rival, pero Kipyegon volvió a demostrar la fortaleza que le ha llevado a ganar cuatro títulos mundiales y dos olímpicos.
Las dos se escaparon del grupo imponiendo un ritmo brutal desde los instantes iniciales junto a la británica Laura Muir y la también etíope Hirut Meshesha. Pasaron el primer 400 por debajo del minuto y siguieron sin aflojar hasta que al llegar al primer mil Meshesha dijo basta y cedió.
El objetivo de Tsegay era quemar a Kipyegon, pero la keniata resistió y dio un nuevo cambio de ritmo, ya definitivo, a falta de 200 metros.
Marta Pérez, espectadora desde la pista de esta fenomenal pelea, acabó undécima en su primera final mundialista, otra vez corriendo en 4:04 como en la semifinal.
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